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Calzón Roto.

La idea de volver a la adolescencia, qué significativo sería, recuerdo cuando a los quince fui a la escuela en el campo, un periodo donde estábamos cuarenta y cinco días en labores agrícolas; pero mixtos, hembras y varones. ¡Era lo más emocionante!

En la noche nos uníamos a bailar, hacer cuentos, a estar muy cerca de la chica que nos interesaba; pero aumentaba la emoción cuando eran tres y no sabíamos cual nos quitaría la virginidad. Entre el frío de las noches, los juegos de mala gracia, como que a la una de la mañana te vaciaran un tubo de pasta en la cara; ¡de madre!, a esa hora tocar el agua fría.

Pero así todo, la historia es como una aventura… llevarte de paseo el caballo de un guajiro…y al asaltarme vivencias y recuerdos, lo más vil y erótico que vi, fue a Pachuco hacerle el amor a una vaca; y sí, es vulgar y salvaje, pero ya que voy a contar, lo diré todo, sin penas y remordimiento; hasta Marcia, Margarita e Inés…se enteraban de todo. Ellas mis enamoradas.

Estaba en una racha tremenda y todo era porque decían que mis ojos hablaban, ¡qué detalle!, y fíjate, yo que nunca sentí una sola voz.

Y no me decidía entre ellas. Una muy hermosa, pero decía cada tontera, como… a ver si recuerdo… ¡ya pues!, me decía “trigueño, hazme sufrir no te peines, pareces un diablo y me encanta tu infierno”, ¡que bárbara y que manera de piropearme! Lo cierto es que eso me desencantaba un poco.

Margarita con su rostro angelical, me decía, “quiero tus besos”; pero me le acercaba y se ponía roja como un tomatico, llegué a asustarme pensando que le pasara algo.

También Inés me atraía, la chica tenía un defecto al caminar, sin embargo y aunque de pocas palabras, era muy segura de sí misma; lo que le faltaba de perfección física le sobraba de atrevida y zata.

Y así, la noche mas fría y de lluvia que yo recuerde, Inés y yo, fuimos a una casa de tabaco. Mi primera vez… yo tenía mis manos heladas y un miedo horrible, ella muy serena como si fuera algo muy común, más común para ella.

El sitio se encontraba muy oscuro tenía una cajetilla de cerillos húmedos pero tras muchos intentos, no logre lumbre, ella me comentaba: “para que luz, no hace falta”. Y sí, me beneficiaba, si lo han de saber mi mejor calzón lo llevaba puesto, apenas con dos agujeros.

Me apretaba las manos y me decía: “estas frió, nervioso” y yo reproduciendo voz de hombre le comentaba: “no porque es muy normal”. Si supiera que era mi primera vez. Y aun ahora me reprocho mucho mis dudas, ahí entre negrura me preguntaba, ¿en dónde estaría el lugar exacto e íntimo de ella?, si abajo o arriba, horizontal o vertical. Pero para que preocuparme si yo venía en línea recta.

Y llego la hora, la chica se abalanzó sobre mí y comenzó a besarme con furia. Logro llevarme al suelo cubierto de hojas de tabaco, y con fuerzas de tres pies ha logrado inmovilizarme. Sorprendido le pedí a Dios que no me hiciera quedar mal, sino al otro día no hubiera podido dar la cara a mis amigos. Pero lo milagroso sucedió, lo espontáneo fue pasando con ella llevando la iniciativa, ya no era virgen, solo santo fuera de lugar.

Todo trascurrió muy bien… solo que al otro día, ya quería probar con Margarita y después con Marcia. Definitivamente era un pecador… ¡qué felices días de inocencia!, no los olvidare.

Texto agregado el 19-02-2008, y leído por 136 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
11-11-2013 Muy descriptivo, claro y buenazo!!! jajajaa casi un cortometraje! munda
09-01-2013 Muy bueno, compatriota. elpinero
19-02-2008 Con qué ternura proyectas esa emoción de la primera vez. Me has hecho recordar. Y mira que yo ya tengo muchísimos años de haberla vivido. ¡Que viva Cuba! Cubita la Bella.***** aprendizdecuentero
 
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