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Desde un tiempo a esta parte, mi vida ha cambiado un poco. Es más, yo diría que diametralmente. Por ejemplo, ya no puedo subirme a un árbol para ver si alguien se acerca, no puedo echarme en el pasto a disfrutar la vida (bien acompañado, por supuesto), ni correr todas las tardes. Es trágico. De hecho, ayer se me ocurrió subirme arriba del refrigerador, a ver si venía alguien, emulando viejos tiempos. Estaba seguro de que nadie me iba a ver, cuando llegó Godofredo, el hoy por hoy responsable de darme techo y abrigo, y me empezó a gritar que estaba loco, tomándose la cabeza y poniéndose rojo. Me grita cada vez que hago algo que a él no le gusta. Es un intolerante. A veces pienso que él debería aprender de mi padre. El sí que respeta a los demás, por mucho que le desagraden las cosas que uno haga. El caso es que Godofredo me encerró y me quedé a oscuras hasta el día siguiente. Me da rabia que sea tan abusador. Si yo fuera más grande que él, lo encerraría en la bodega y haría que todo el mundo le grite cosas desagradables. A ver si así aprende.
Me siento mal. No debería estar diciendo estas cosas. Nunca lo había hecho. Lo que pasa es que nunca antes había tenido esta animadversión contra alguien, ya que de donde vengo, vivimos sin problemas, todos nos queremos y sabemos vivir en comunidad. Si no hubiera llegado nunca a este lugar, lo más probable es que hubiese pasado toda mi vida sin desearle mal a nadie. Pero estoy acá y este tipo me irrita. Quisiera volver a sentir como antes.
Tengo mis serias dudas acerca de la virilidad de mi protector. He estado observándolo y hay muchas cosas que me parecen curiosas. Tiene cuarenta años, vive solo y muy a menudo lo vienen a visitar amigos de dudosa procedencia que lo llaman “Godi”. La forma en que lo miran los delata. Además, su ambigua forma de vestirse y esa peculiar melodía que silba en las mañanas, me hacen asumir como misión el averiguar si mis sospechas son ciertas. Me puedo llevar más de una sorpresa. El fin de semana tendré una gran oportunidad cuando me lleve a un paseo en la parcela de uno de sus inefables amigos. Aunque en realidad no estoy seguro de querer ir. Si va a llevarme para inmiscuirme en sus truculencias, prefiero quedarme acá, lejos de su insoportable personalidad.
Me cae mal. Para ser sincero, no lo soporto. Desde que me fue a buscar, sin siquiera tener la delicadeza de pedir mi opinión, me hace la vida imposible. Aquí estoy, con una libertad entre comillas, y obligado a compartir con una sabandija de su calaña. Su perro es mi único amigo. Se llama Charquicanino. Gran nombre. Con él salgo a jugar y a correr por las praderas. Es aquí cuando me baja una nostalgia terrible por todas las cosas buenas que viví con los míos. Recuerdo cuando llegaba mi papá con la comida y todo era felicidad. En realidad la felicidad era una constante en mi vida. Solo ahora que estoy con “Godi” (puaj) he empezado a conocer lo que es estar triste y odiar a alguien. ¿Serán todos así, o es sólo Godofredo? Me carga que me tire malas vibras. Si tiene problemas, ¿por qué tengo que pagar yo los platos rotos? Si él quisiera, le podría enseñar muchas cosas, como disfrutar más la vida y andar más contento. Solo que parece que no le interesan esas cosas. Me tiene aquí solo para entretener a su perro y tener con quien descargar su rabia- Yo creo que hay muchas cosas que lo apesadumbran y se deja vencer por ellas. Ahora me voy a esconder, porque parece que ahí viene de nuevo, seguramente enojado porque algo malo le pasó. No entiende que uno no deja de ser feliz cuando le pasan cosas malas, sino cuando dejan de pasarle cosas buenas. Y es él quien se niega a vivir experiencias positivas. Me encantaría ayudarlo. Tengo unos puntos de vista que le podrían aportar para que ande más contento. Pero es obvio que no me escucharía. Él piensa que es imposible que yo pueda sentir. Me siento impotente al no tener voz para él. Creo que mi madre tenía razón, debí haberla escuchado. Ahora pienso que después de todo, no me gusta ser un hámster. Más encima, me pusieron por nombre “Chichito”.

Texto agregado el 28-03-2003, y leído por 523 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
07-08-2003 que interesante sería conocer los puntos de vista que tiene Chichito, vaya vida de hamster, y eso que comen maravillas. Buen cuento Gustavo. Mis admiraciones BlancaPola
26-05-2003 "No entiende que uno no deja de ser feliz cuando le pasan cosas malas, sino cuando dejan de pasarle cosas buenas..." Esa frase me gusta mucho... de cierta forma me siento un poco "Godi"... jaja. Besos muchos, Evangeline
25-05-2003 Dicen por ahí que las buenas ideas... En fin, aunque ya te lo dije sólo quería hacer patente que me gustó este cuento, y que la vigencia de las cosas es algo relativo... ja. Un beso, Vale Evangeline
09-05-2003 sabes qué? el hámster se parece un poco a ti, en el optimismo de vivir, estoy segura de que esto lo escuchó de ti: "No entiende que uno no deja de ser feliz cuando le pasan cosas malas, sino cuando dejan de pasarle cosas buenas", este cuento huele a ti. blanquita
09-05-2003 no hay nada contra los gays, simplemente se da esa situación en la historia y a "Chichito" le molesta. En la vida hay gente que le pasa eso y gente a la que no, y este cuento es parte de la vida no más po. gustavoMiranda
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