Sí, estoy segura, segurísima; esto me sucede hoy y no antes como quieren convencerme los otros; ellos creen que me crece cada vez más la tupida enredadera, ésta que tapa los poros de la memoria, pero no saben, no sospechan siquiera. Ni yo me convenzo ¡y cómo! Si mis horas no avanzan y aún vivo.
Desde esta grieta reciente, imagino cualquier cosa, imagino: yo y mis diecisiete años, aquel vestido rosa de crujientes vuelos, mi pelo un soplo sobre la hierba, el cerro y su alfombra áspera; a mi lado sus ojos, dos ascuas inagotables y aquellas manos… sus manos que buscan respuestas, recorren, descifran y en el aire toda la fragancia de palabras que nunca pronunciamos.
También ahora traigo los mismos gestos, removidas confidencias, todo aquello que después de entonces conozco más de las cosas, los seres y el tiempo, aunque todo el antes está intacto y afuera oigo ruidos, tal vez la lluvia que lava la corteza de este día que hoy muere, tal vez el viento arrastra desasosiegos, inclemencias. Escuchen, algo ocurre allá afuera. Yo no miento, ahí viene, golpea la puerta y aquí hace frío, mucho frío en los ojos, maldita niebla que me envuelve y se va conmigo. Responde, por favor, te suplico dime si la luz existe en alguna parte.



Irene García G.


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