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EL CUADRO



Todos deseamos tener una casa propia, Un lugar donde nadie te moleste ni mande, donde el silencio se de cuando quieras que se de, donde la familia no intervenga en tus acciones o costumbres, y en donde especialmente las paredes hablen mucho de ti. Yo empecé a trazarme esa meta desde que empecé a trabajar allá con mis 20 años a cuestas en el banco C de esta ciudad.

No puedo negar que eh sido un buen trabajador, siempre eh cumplido las ordenes de mis superiores y a cada consulta de estos, buscaba sorprenderlos con las mas grandes ideas que ah ellos no se les hubiera ocurrido en tiempo, así pues a mis cortos 28 años, ya tenia un buen cargo dentro de mi centro laboral. Esto me permitía tener un crédito financiero que haría cumplir con ese mi hermoso sueño del cual empecé el relato.

Buscando en el diario del domingo, logre encontrar una buena opción a mi requerimiento:

“vendo departamento acogedor. 120 m2, 2 cuartos, cocina, dos baños, sala, comedor, lavandería. Primer piso. Ubicado en Los Alelíes 215 Balconcillo La Victoria. Precio Aprox. Xx dólares.”

El precio se ajustaba a mi presupuesto. El lugar Mm. Bueno no era la fastuosidad de Lima. La Victoria siempre se caracterizo por ser un distrito desordenado, sucio, terreno de pillos, prostitutas, travestis y fumones; pero en estos últimos años mejoro bastante la zona donde esta ubicado el departamento. La llegada de Empresas a la zona y la seguridad impuesta por los vecinos alejo de a pocos a la gente de mal vivir.

Acorde una tarde para ir al lugar. Era un miércoles de abril. Allí quien me atendió era el dueño del lugar, un tal Nicolás Sarbelia. Este era un tipo de unos cuarentaicinco años aproximadamente, de cuerpo oscuro, contextura gruesa, tamaño pequeño, no mediría mas de 1.60 m. Se mostró respetuoso saludándome cordialmente para luego invitarme a pasar.

El lugar era como lo describió el comunicado: amplio para una o dos personas, con sus ambientes bien marcados uno de otros; no gozaba de mayores acabados: un parquet gastado por el trajín de sus habitantes, zócalo de madera, cocina enmayolicada a la mitad, el techo no gozaba de focos fastuosos ni nada por el estilo, bombillas de luz amarilla eran las que alumbraban. Al parecer a Nicolás no le gustaba o no podía tener mayores muebles o artefactos en su hogar. La sala tenia el clásico sillón de terciopelo color rojo extravagante, una mesa de centro de color negro con bordes dorados, de igual apariencia un esquinero en el otro extremo de la sala. En aquel esquinero se encontraban las fotos de Nicolás y su familia, la cual se componía de su esposa y su pequeña hija. La foto parecía actual, no había mucha diferencia entre ese Nicolás de la foto y este que me abrió la puerta. En fin, la casa de los Sarbelia no escapaba a la del común, provinciano radicado en la ciudad.

Mientras me mostraba el resto del lugar, tocaron a la puerta. Era su esposa con su hija. Me las presento inmediatamente. Shirley la madre, Sheyla la hija. La niña efectivamente no pasaba de los dos años. No se si ustedes se abran percatado de aquella travesura desquiciante de las niñas a los dos años. Suelen ser más desesperantes que los niños, en especial si son vestidos con esa gama de supercherías que los comerciantes oportunistas suelen ofrecer: Botas tipo vaquero a la altura de la rodilla, jeans de jovencitas adaptados al tamaño del infante, polos ceñidos como si las niñas tuvieran algo que mostrar y ¡válgame Dios! Otras cosas más que lejos de mostrar a una niña tierna, muestran a una niña malcriada.

La madre parece ser una dama de aquellas que se divirtieron bien en su soltería. Ya saben: fiestas, bailes, trasnochadas, alcohol, cigarro, sexo. Ella no pasaba de los 35 años, al parecer encontró un buen esposo en Nicolás.

Luego de una conversación breve y amical con la familia, quede en acuerdo con Nicolás: el monto, la forma de pago, todo. El me pidió un tiempo para retirar sus cosas del lugar. Me dijo que viajaba a los EEUU a radicar con su hermano que se encontraba ya un buen tiempo por allá. El trámite de la visa demoro, pero al fin se le fue dado. El y su familia ya estaban registrados fue lo que termino diciéndome.
Pasaron los días y yo estaba realizando lo pactado: Los depósitos, el registro de mis documentos, todo. El contrato se estaba realizando con toda normalidad. Ya e taba haciendo planes con aquel lugar. Compraba lo que me iba a ser falta y averiguaba cosas que luego iba a instalar.

Llegado el tiempo ya todo estaba dispuesto para la mudanza respectiva. Para esto Nicolás me citaba cada semana para supuestamente coordinar. Fueron alrededor de tres semanas seguidas que fui a su casa, allí se encontraban los tres. Charlamos muy cordialmente. Me daba la impresión de que Sarvelia quería caer muy bien conmigo eh incitaba un buen trato entre mi persona y su esposa, quien tampoco desechaba esta intención. Yo conversaba muy alegremente con los dos, entre copa y copa, terminábamos los tres entre risas que despertaban a la menor.

A la penúltima semana antes de la mudanza, me presente a loa que iba a ser mi casa, pero esta vez quien me atendió no fue el rechoncho amigo. Quien abrió fue su esposa. Ella después de saludarme me dejo pasar, para luego decirme que Nicolás no iba a poder venir. Se había olvidado de la cita, generándose otra a la cual ya le era difícil dejar de asistir. Luego pregunte por la menor, a lo que ella me dijo que de tanto juego se encontraba durmiendo tranquilamente en su cuarto.

A la conversación que íbamos teniendo le agregamos unas cuantas copas de licor, cosa que nos puso contentos. Después de una hora, notaba en ella una coquetería muy fresca y vivaz, yo me sentía tentado en besarla y ella no negaba ese deseo, el beso fue placentero y excitante, ella me devoraba con frenesí y yo recorría mi mano por todo su cuerpo. Pero es allí que a uno siempre se le es otorgado un momento de juicio, un instante de decisión fría, un lapso de conciencia que evite cometer una locura, eso ocurrió conmigo. Aparté a la señora, me levante y cogí mis cosas, raudo me fui hacia la puerta para irme sin voltear. Me encontraba mortificado por lo que había hecho. Engañar a una persona que me supo atender con mucha amabilidad.

La conciencia no me dejaba tranquilo y pasaba las noches en cama mirando el techo de mi cuarto buscando alguna respuesta a lo que ocurrió. La señora no era de mi tipo de mujer, menos fue mi intención o deseo de realizar lo que hice. Pero lo hice y renegaba de ello. Si Sarbelia se enteraba podría ser capaz de matarme, conozco a los de su tipo, los eh oído en las noticias, ciegos de ira mataban a su esposa, su hija y al amante de la infiel, luego, presos de la desolación se ahorquen, envenenen o salten al vació de algún puente que los invita al suicidio.

Llego la última semana y con ello mi mudanza, lleve mis cosas al lugar, cuando llegue, Sarvelia todavía se encontraba. Me saludo efusivamente como si yo fuera un viejo amigo; de aquellos de infancia con quien jugaba fútbol o paseaba en bicicleta. Me ayudo a bajar las cosas, una vez hecha esta tarea descansamos en la sala, la que ya era mía, con mi sillón y mis cosas alborotadas alrededor. En la charla amical que llevábamos, el no dejaba de ver mi sala, como preguntándose “¿Qué estilo nuevo tendrá esta sala ahora que ya no es mía?”. Entre palabras me confiesa que en el poco tiempo que me llevaba conociendo, logro llenarse de mucha estima hacia mi persona y que producto de ello se le ocurrió entregarme un obsequio. Se paro y fue a lo que era su habitación y de un rincón de esta, saco un cuadro. Su medida era un metro y medio de largo y uno de ancho. Era puro cuero, todo marrón oscuro con un rostro de Jesús disimulado entre pequeños escarificaciones al cuero. A vista simple lucía muy disimulado, casi imperceptible; observado bien era muy bellísimo. El rostro de Jesús era triste, melancólico, penumbroso, lastimero, era la imagen del salvador crucificado, amante de quienes lo mataban y torturaban.

Me lo entrego y posteriormente me abrazo muy fuertemente.

No sabia que hacer o sentir, el hombre que casi engaño, me regalaba un obsequio como este y encima me decía que me apreciaba mucho, para culminar con un fuerte abrazo. No sabía donde colocar mi rostro y no sabía como culminar mi crisis.

Nos despedimos deseandonos muchos éxitos, el viajaría esa misma día. Solo se quedo para recibirme y llevarse algunos objetos que aun le quedaban pendientes.

Los días transcurrieron con normalidad. Pinte todo de nuevo, amoblé mi sala, mi cocina y mi cuarto, cambie las cañerías y por su puesto dentro de este proceso de acoplacion, instale el cuadro en la sala. Invite a familiares y amigos y a todos los recibía por la sala. Nos sentábamos y charlábamos, ellos al igual que yo, se impresionaban bastante al ver el cuadro, pero a diferencia mía, les producía pavor y desprecio. Alababan la calidad del arte, pero criticaban su dureza, no era para un lugar vivo y dinámico, tampoco se adaptaba a mi persona.

A tanta crítica decidí retirar el cuadro. Busque un mejor lugar donde yo lo pueda apreciar, y que mejor que el, de mi propio cuarto. Ahora ese cuadro se encuentra allí; cuando despierto, cuando duermo. Medito con el, lo miro y converso. Pareciera que el me quita mis culpas y me obsequia la vida. Su espacio se convirtió en un altar, tanto así que no solía tener sexo ni siquiera masturbaciones en aquel lugar, ante ello me dirigía al otro cuarto donde instale otra cama, es mas pequeño pero ideal para esos quehaceres no muy santos.

Esa imagen me decía mucho: Sé más amable, sé más tierno, ayuda al desvalido, comprende al apartado, no juzgues sin conocer. Era esa mirada tierna que me fue transformando de un chico frió eh indiferente de la realidad a una persona sensible, amante de la humanidad.

Pasaron 6 meses de mi mudanza, ya el recuerdo de Sarvelia era el de un hombre amable que me abrió su hogar, su esposa… una cualquiera que no lo merecía, su hija una malcriada.

Una mañana llego a mi hogar una carta de Sarvelia. Era impresionante que ese hombre me allá agarrado tal afecto como para enviarme una carta. Yo que solo era un simple comprador de su domicilio. Era lógico que el carácter de Sarvelia le permitía tener muchos amigos, ser respetado y hasta admirado por su calidad de gente. Y yo que prácticamente llegue a su vida por necesidad, termine siendo un amigo que recibiera una carta de saludos fraterno.

Cuando empecé a leer me fui llenando de pavor, esa misiva era desconcertante, abominable, desquiciante. Al acabar de leer, se me escurre dentro de las manos hasta caer al piso, yo solo me quede mirando el cuadro, con un rostro enloquecido, desencajado, con una leve sonrisa de esas que llevan aquellos que pierden la razón, me fui acercando hacia ese Cristo, y levantándolo levemente lo saque de su lugar.

Y aun con ese rostro que me dejo la misiva, aumente la sonrisa maquiavélica, lo lleve a su antiguo lugar. A partir de ese momento todos debían mirarlo, impactarse con el, fuera cual fuera su comentario, no debían de retirarse de mi casa sin verlo. Era el quien debía hacer volver a la realidad humana a todos nosotros. Ignorantes insensibles.











18 de abril de 19xx

Querido amigo A:

Han pasado seis meses desde la última vez que nos vimos y en este tiempo no eh hecho más que pensar en usted. No ah habido día en el que no me eh preguntado que tan acogedor le fue el departamento otorgado, cuan agradable le a de ser su sala, que tan practica su cocina, cuan caluroso su cuarto, cuan limpio su baño. Busque entregárselo en las mejores condiciones que se me fue permitido y a bien espero que mi esfuerzo le halla parecido favorable.

Soy un hombre como comprenderá muy ansioso de caerle bien a quien se le topa en el camino. Como observo, los vecinos eran muy amigables conmigo y siempre me saludaban al pasar. “Cultiva un amigo que no sabes cuando necesitaras de el “, era un dicho que recordaba siempre, es por ello que a pesar que nuestra relación no debió de pasar de simple vendedor a comprador, yo hice que esta vaya mas allá, hacia los cauces de una buena y reconfortante amistad.

Es por ello que por medio de esta misiva quiero entregarle una verdad que no le di en su momento. Por motivos de seguridad decidí callar. Espero y me entienda.

Empezare comentando de mi matrimonio.

Shirley y yo nos casamos hace poco más de tres años. La ilusión que tenia por entonces era incontrolable, melodiosa, sublime, sideral. Para mi el rozarle era alcanzar el paraíso, el que ella me dirigiera la palabra era el Dios mismo que me extendía su mano. Soy muy creyente y a esto agrego mi palpitar hacia el amor. Shirley lo era todo para mí. El amor enceguece y no me daba cuenta cuan equivocado estaba con respecto a los sentimientos de ella hacia mi persona. Creía que era el mismo sentir que yo tenia, por lo menos más que la mitad de lo que yo sentía por ella. Estaba equivocado.

El transcurrir del tiempo me fue diciendo que ella era muy libertina. No respetaba nuestro matrimonio y a la primera oportunidad que se le presentaba de salir a la calle leo hacia sin remordimiento. Esta por demás decir que mis amigos cercanos me comentaban de sus engaños eh infidelidades, cuando nació Sheyla sabia que no era mi hija, no se parecía a mi. Te imaginaras mi sufrimiento, mi profunda tristeza. Y aun así no podía dejarla, no era bien visto, no merecía recibir una manutención siendo como era. La separación no estaba dentro de mis planes. Sheyla no merecía deambular por la vida con una madre como la que tenía. Es así como en mi mente se fue generando un plan que hasta el momento parece perfecto.

Como te había mencionado antes, mi ocupación de artesano en cuero me valió mucho para mi plan. OH si, el hombre que trabaja y vive de la muerte, no diferencia de que especie provenga la materia prima con que trabaja. Creo haber sufrido mas matando un ser sin culpas que uno que cometió muchas.

Seguro ya te darás cuenta a donde voy. El cuadro, el precioso regalo que te done, tiene los cuerpos de Shirley y Sheyla. Tal vez ahora te pares y quieras dirigirte a la policía. Pero quiero que entiendas el grado de amor que esa mujer boto como agua sucia. Ella era joven y hubiera seguido engañándome en la vida. Su hija, era un ser que difícilmente hubiera podido amar, sin madre que la guíe, mal fin tendría al andar.

Contarte el proceso será llenarte de morbo y ello no es lo que quiero, tampoco el hacerte sentir mal aunque parece que esto es inevitable. Te considero un muy buen amigo, que por cuestiones de la vida, tuvo el papel que lleva en este crimen. Te diré que nadie mas sabe de esto, la policía ni enterada esta de la desaparición de los cuerpos. Supuestamente mi esposa eh hija han viajado conjuntamente conmigo, eso era parte del plan. Ahora si en algún momento la policía duda la existencia de ellas, quisiera que me ayudaras a disipar esos presentimientos. Has como si todo hubiera sido normal y que inclusive fuiste testigo de la partida de esas dos féminas. Has que revisen el departamento, se fijen que no hay cuerpo OH indicios de sangre o violencia, que no ah habido entierro de cuerpo, olores raros ni nada por el estilo. Felizmente los familiares de Shirley no desean saber nada de ella, por ello no les importa si esta viva o muerta, cuando pase el tiempo, sentirán que el viaje hizo que la presencia de ella desapareciera.

No me queda más que decir, espero y entiendas mi posición. Eres mi amigo y en algún momento regresare para conversar directamente contigo, ojalá y no me juzgues y de verdad siente mis sentimientos hacia tu persona. Agradezco tu amistad de todo corazón.

Tu amigo

Nicolás Sarvelia

Texto agregado el 06-02-2008, y leído por 154 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
10-12-2008 Es cierto a mi tambien me sorprendio,esta muy bien descripto cada detalle,casi te diria que he estado en cada lugar buenisimo ****** shosha
15-02-2008 ¡Vaya, amigo! Me he sorprendido en "El cuadro". Tienes un estilo detallista, quizá más propio de novelas que de cuentos; por la forma como describes a los personajes, además del cambio de escenario a lo largo de éste. Leyéndote se puede también apreciar tu personalidad y carácter, tu espiritualidad y de hecho tu manera de mostrarte al mundo. Tu literatura promete mucho. FENIXABSOLUTO
 
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