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GRAFITIS SIN FIN




Por la tarde Ignacio se recostaba de la pared. Miraba la hora de su reloj imaginario de su muñeca izquierda, para después enfocar los grafitis que manchaban el concreto. Su hombro izquierdo le servía de almohadón, mientras su pierna derecha lo sostenía como una estatua. No se inmutaba ante los peatones que se veían obligados a desviarse hacia la orilla da la calzada, mirando fijamente la puerta de Lía: de los pocos hogares que todavía existían en el viejo barrio.

Encendió un cigarrillo y la puerta se perdía entre los carros que pasaban al frente; chupó humo, descansando su mano derecha en su cabeza; el sol de media tarde quemaba su frente y achinaban sus ojos, mientras de una forma áspera se rascaba la parte de atrás de su cuello. Sabía que no era hora, sin embargo permanecía enfocado, perdido en una niebla espesa que lo hacía volver a ese mismo punto día tras día.

La esperanza lo sostenía, las memorias le acariciaban el corazón. Casi a las cuatro, como siempre, Lía salió acompañada de la puerta; con ternura ambos se besaron y después lo vieron, propensos, en el muro gris, entre el ruido y el movimiento de la vida. Su pareja amagó con cruzar la calle e ir por él; sin embargo ella lo detuvo, conjurada, protegiéndolo.

Ignacio, embelezado, disfrutaba de esos pocos minutos que las tardes le brindaban para verla, como si no existiera nada en este mundo, sólo ella. Su rostro ostentaba una alegría triste cuando, de pronto ella empezó a caminar lentamente hacia él… Los carros la dejaron cruzar, vestida como una flor, llamando toda la atención.

Ya no podían hablarse en el silencio, con sus ojos, como se comunican dos almas frente a frente.

_Hola, Ignacio.

Él sólo la miraba con un rubor de un largo tiempo desesperanzado.

_Tienes que dejarme en paz, Ignacio. Respeta mi vida. Búscate a una mujer, o busca ayuda. Tu comportamiento…, estás mal, muy mal… y no quiero problemas, no quiero que te pase nada malo.

_Pero, tú y …
_Eso fue hace mucho tiempo, Ignacio. _Dijo mirando el sendero de concreto_. Yo era otra persona, eran otros tiempos.

Ignacio también miraba hacia el suelo, y lentamente subió la mirada.

_Te amo.
_No sigas y vete para tu casa. ¡Déjame en paz! ¬¬_Volteó la mirada hacia su pareja, quien observaba desde el otro lado de la calle.
_Por favor, Ignacio. _Bajó los ojos y se marchó.

Enfrente, del otro lado de la calle, en un restaurante sellado por ventanas de cristal, dos se deleitaban en una conversación.

_Todo lo que pasa por fuego es comida muerta, ¿no? Los nutrientes están muertos. Tienes que comer comida viva.
_Quieres decir la dieta cruda.

_Sí sí sí. Tiene sentido. ¿No crees?
_Si crees en algo, cualquier cosa puede tener sentido.
_¿Acaso no lees?
_Sí, leo el periódico.
_Bueno, allá tú. Sigue comiendo, saco de grasa. Después no estés quejándote de que pareces una nevera.
_Excúseme, señorita guitarra. Cuando tengas un largo tiempo en tu nueva dieta caníbal, un par de semanas, y muestres algún tipo de resultado entonces te permito ponerme un espejo. De lo contra….
_¡Mira!
_¿A quién?
_El loco de Ignacio Slavinsky. El pobre. Dios mío perdóname.
_No se por qué le tienes tanta pena a ese tipo.
_Porque es un ser humano.
_¿Eso Crees?
_Sí, eso creo. La gente comete errores pero también hay gente con problemas, enfermedades, condiciones mentales... Quizás él sólo necesita ayuda.
_¡Oh!, la doctora. Pero tienes razón, Ignacio es un ser humano y hay errores irreversibles.

_No entiendo.
_Nosotros los humanos tenemos la suerte de poseer un espíritu que nos hace brillar.
_¿De qué estás hablando ahora?
_¿No entiendes?
_No.
_Bueno, no soy un experto. Conocemos el caso de Ignacio, por ejemplo. Lo conocemos desde que éramos niños. Una vez estuvimos juntos en el colegio, después lo echaron y lo veíamos los fines de semana en el cine. Qué carajo, esto siempre fue una ciudad pequeña, todo el mundo se conoce, ¿eh? ¿Y qué le pasó?
_¿Qué?
_Lo vez de aquel lado de la calle; recostado del muro. No parece tener noción de que coño esta pasando a su alrededor.
_Anjá.
_Por eso quizás pensamos que está loco, ¿no?
_No me digas. Todos sabemos de sus vicios y su vida desenfrenada... Todos los chismes.
_Escúchame. Cuando dormimos el espíritu sale de nuestro cuerpo y viaja a otra dimensión, a la misma que vamos cuando morimos.
_¡¿Qué?!
_¡Escúchame! Soñamos, y nuestra alma sale unida al cuerpo mediante el hilo de la vida. El cuerpo descansa y, básicamente mientras dormimos, el espíritu sale a jugar y curiosear.
_¿E Ignacio?
_Ignacio decidió vivir cada segundo de su vida y nunca descansar. Entonces su espíritu lo abandonó. Y ahí lo vez.


Ignacio todavía permanecía cerca del muro. Estaba nervioso y su cara parecía una tormenta. Se rascaba el cuello aún más fuerte. Caminó unos metros y alcanzó ver su antigua casa donde creció. Todavía estaba intacta pero ahora no era un hogar sino una institución. Metió su mano por la verja de hierro y tomó unas cuantas florcitas blancas del hermoso paisaje del patio. Volvió al muro y las dejó sobre el concreto con una piedra encima para que les sirvieran de guardia, y se marchó corriendo.


_El pobre. ¿Qué será lo que no lo deja vivir? Y lo que ha sufrido su pobre familia. Tú sabes que una vez leí, en uno de esos libros que de verdad te hacen creer en Dios, que la razón por la cual la muerte anda tan cerca de la vida no es por necesidad biológica, sino por envidia. _Dijo la mujer.
_¿Sí?
_Sí. Y decía que la vida es tan bella que la muerte se enamoró de ella; un amor posesivo, celoso, que agarra todo lo que puede.
_Vámonos ya, ¿quieres?

Pagaron y se pusieron de pie; caminaron hacia la puerta de salida, dando de nuevo las gracias al personal del restaurante. Una vez en la acera comenzaron a caminar hacia el automóvil. Él sacó las llaves del bolsillo, empezó a abrir la puerta pero se dio cuenta de que ella se había quedado atrás; volvió a guardar las llaves, acelerando sus pasos hacia el muro.

La alcanzó.
_¿Explícame?
_Sólo quiero ver.

La piedra encima de un montón de flores y hojas verdes descompuestas sobre el pavimento.
_¿De verdad crees que es buena idea ponerle las manos a esa porquería?

Ella se agachó y lentamente apartó la piedra viendo unas líneas rojas que salían por debajo de los ramilletes. Con delicadeza tomó las flores y al tomarlas revelaba un corazón que adentro decía:
“Para Ignacio, la persona más importante en mi vida. Te amo. Lía”





Texto agregado el 04-02-2008, y leído por 579 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
22-11-2008 muy bueno luis, enloquecer de amor, que fuerte!! peor es negarse al amor, como la pobre LIA abulorio
23-09-2008 Enloquecer por amor, ese es el tema para mí. Rico en detalles el relato. Muy bueno. Saludos. ggg
04-09-2008 muy bello ese amor sufriente, ***** rociio
01-09-2008 Un mundo magico, donde todos podemos ser lo que queramos. Linda construccion de personajes. Muy intrincado y reflexivo. Muy bueno metzada
17-03-2008 Debo ser un boludo total, porque por más que leo el final no logro entender. Hasta ahí todo iba re-bien, pero el final... demasiado hermético para mí. zumm
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