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AMANDA


Y podrás conocerte recordando
del pasado soñar los turbios lienzos,
en este día triste en que caminas
con los ojos abiertos.
De toda la memoria, sólo vale
el don preclaro de evocar los sueños.

Y podrás conocerte recordando…
Antonio Machado.



El cansancio acumulado la retuvo en cama más tiempo de lo previsible. Las noches de insomnio, el exceso de trabajo y los compromisos sociales la sustraían de sí misma. Siempre retrocede, siempre llega al mismo punto de partida: movimiento pendular de la realidad al sueño, y retorno de la melancólica toma de conciencia de su pérdida irremediable.


***
Llega a la estación del metro Ciudad Universitaria, espera el tren que la trasladará a su destino. Cuatro horas de viaje diarias y el aburrimiento reflejado en su rostro. Sube al vagón y, sin importarle los otros, Amanda toma el primer asiento pues el recorrido es largo. A su lado, un hombre desconocido roza su pierna. Es un roce sutil, Amanda no se aleja, desea sentir ese roce como suele suceder cuando se dan acercamientos accidentales. Siente cómo la pierna de él se aproxima más a la suya. “No te detengas, explora”, piensa ella. Lo ve de reojo mientras saca los libros que la acompañan en el viaje. Recarga su cabeza en la ventana. Lee las primeras páginas del libro. Nuevamente el roce y esa sensación extraña. El vaivén del carro la arrulla. Gira su cabeza, mira el exterior y ve el vertiginoso correr de los muros de concreto, las luminarias, los carteles, las vías y los túneles que se agostan y se ensanchan sin sentido. Está decidida a recobrar el sueño perdido de noches anteriores. Desparrama su cuerpo en el asiento y empieza a cabecear como el resto de los pasajeros. Ronronea antes de dormir.


***
Amanda sale del escript para apostarse nuevamente en la estación de salida. El reloj cuelga sobre su cabeza señalando las 9:33 AM de un día cualquiera. El tren anuncia su llegada con un silbido que lacera sus oídos. Se abren las compuertas frente a ella. Da un paso y otro más, y sin embargo, su sombra intenta detenerla pero ella no la percibe.

Las puertas del vagón están tapiadas por un cristal y al tratar de cruzar el umbral, Amanda se estampa contra ese muro transparente que le impide llegar al otro lado. Allá, adentro, una mujer anciana, con abrigo, guantes y sombrero, sostiene en mano a una niña también con abrigo y sombrero. Ambas, Amanda y la pequeña, se miran y se reconocen. La chiquilla descompone su rostro a punto del llanto y extiende su mano en dirección de ella convertida en mujer adulta como pidiéndole que no la deje ir. Amanda cae en la cuenta, es ella muchos años atrás y en un acto desesperado golpea el vidrio para derribarlo y encontrarse consigo misma sin lograrlo. Después de un silbido, el tren arranca y se pierde por los túneles.


***
Amanda despierta sobresaltada. Recuerda el sueño. Baja en la siguiente estación y se prepara para regresar al primer paradero. Cruza el largo pasillo en dirección a la salida. En la calle, mira el sol y rompe en llanto.


Lady López., 2008.

Texto agregado el 14-01-2008, y leído por 234 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
08-02-2008 Buen relato. angelguardian
14-01-2008 La grandeza de este cuento, es la destreza de quien cuenta, en intercalar un sueño que burla la consciencia del lector. Te felicito. peco
14-01-2008 Ahhh que AManda se encuentra estresada, pobrecita!! habrá que darle vacaciones. Por lo demás, pues sólo me queda enviarte un saludo marxtuein
 
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