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VII. Gelos

Hoy me anticipé al gallo. Con algo más de temperatura y repuesto totalmente de agujetas y cansancio del trayecto a caballo, tampoco es de extrañar que me despertara a las 5 de la madrugada, a pesar del silencio. Sentía calor, miré el reloj y sin motivo aparente, me desvelé pendiente del gallo. Es puntual y antes de media hora, con su desgañitado canto, puso a todos en funcionamiento. Con él, se desperezó hasta el bosque, que emitió el primer murmullo acompañando una suave y aromática brisa, que invadió todo el cuarto. Su frescor e inconfundible aroma salvaje, también acompasaron el primer baile de vaivenes de las cortinas con ondulaciones y un lento pero continuo toqueteo de las ventanas.

Ya no quedan galletas ni pan y hace una semana que no pruebo la fruta. Tanto plástico y las bolsas de los envoltorios de la comida, casi no dejan sitio para la leña, pero servirán para garantizar el fuego y harán suficiente humo para que se entere todo el pueblo de que aquí, también hay vida. Supongo que, esta gente, no reciclará residuos como nosotros. Salvo el cristal y las cenizas que deja la lumbre, el fuego puede con todo. Lo que acabo de meter en la cocina, me hubiera obligado a más de dos viajes al contenedor que hay junto a mi casa.

Salí de casa y caminé hasta la Iglesia, pero solo encontré perros. El primero, casi me hace volver; ladraba erizado y amenazante para asustar, pero opté por quedar quieto unos instantes y enseguida relajó su pelo y dejó de ladrar, al tiempo de acercarse moviendo el rabo para olerme. Debió quedar tan convencido de mi escasa maldad, que desde ese momento, actuó de guardián y acompañante frente a nuevos peligros. Los siguientes perros, si bien se desperezaban en lentos movimientos para echar un vistazo a la comitiva, ninguno llegó siquiera a ladrar y a levantarse. Caminé despacio, parándome en observaciones sin otro interés que ser visto y ni siquiera aprecié movimiento de algún cortinaje, como creía que pasaba en los pueblos pequeños.

Volví a casa sin conseguir las patatas y un repollo, que pensaba adquirir para hacer un cocido con carne de la despensa y a pesar de la necesidad de reponer pan y otros alimentos, no vi ningún cartel, ni local donde poderlos comprar; ni siquiera un bar.

Ya en la puerta, noté un algo diferente de la cerradura, como si se hubiera atascado o alguien hubiera cerrado por dentro. No fui capaz de introducir la llave, a pesar de todos los esfuerzos y posturas con que lo intenté. Incluso di toda una vuelta alrededor de la casa, por si podía colarme por alguna ventana. Había algunas medio abiertas, pero de imposible acceso sin la ayuda de una escalera. Èsta…, ¡sí que era gorda!

Medio me senté sobre un pequeño promontorio campero muy cercano y estuve acariciando la cabeza de mi guardián, durante unos minutos hasta que, sin una razón aparente, volví a la puerta, pulsé el timbre y acerqué el oído. Empezaba a retirarme cuando me pareció oír algún movimiento en el interior y de nuevo, volví a timbrar y empecé a preguntar en voz alta: que si me oían, que por favor abrieran, que había dejado las llaves dentro. Alguien abría con llave desde dentro y al abrir la puerta, vi por primera vez a Gelos, tal como se presentó a los pocos minutos.

Contó, que se ocupaba de abrir las ventanas y que cada dos o tres días, solía acercarse para echar un vistazo y comprobar que todo seguía en orden, aunque en aquel pueblo, con tan poca gente, nunca pasaba nada. No tenía parentesco con Doña Paula, pero desde siempre, mantenían una buena amistad y para ella, era un placer tenerla al tanto de todo. Desde lo del marido, hacía más de dos años, no había vuelto pero, como siempre, de vez en cuando telefoneaba para darle las novedades; además en la casa, también se aislaba como en un espacio propio para leer o reflexionar, con lo que, quedaba compensado cualquier esfuerzo que pudiera suponer aquello.

Bien parecida y de estatura media, Gelos es una mujer recia pero atractiva, a pesar de la prominencia de sus colorados pómulos, su pelo rubio estropajo y unas poderosas caderas de mujer de campo. Tiene un mirar dulce e inocente que acentúa con su hablar suave y melodioso. Con una edad, no muy distante de la mía, sorprenden dos tersos y bien formados senos, que aunque tapados hasta en la raíz de su nacimiento, simulan una apariencia más propia de adolescente que de una mujer de mediana edad. Demasiado altos o nunca sueltos, ni para dormir, salvo algún retoque realizado por un cirujano sin experiencia.

Siguió contando que, efectivamente, el pueblo no tiene bar ni tienda y que viene un panadero cada 3 días, que reparte, previo encargo y que a veces, se reciben visitas de algún pescadero de congelados y comidas preparadas, aunque sin itinerario fijo. Aquí, se arreglan con lo que cultivan de la huerta y para las compras del mes, se acercan a las tiendas y supermercados que hay en la Capital del Concejo. Solo están habitadas 6 casas, la mitad con gente mayor ya jubilada y el resto, como la suya, con el marido trabajando en la mina y algo de ganado que pasta y vive en el monte, casi todo el año.

Casi se le escapa la risa cuando dije que llevaba 3 días en el pueblo. Oyeron el coche cuando llegamos la primera noche, pero al día siguiente, después del encuentro con su marido y otro vecino, todos pensaron que nos habíamos largado, más que nada, por los problemas de uno, que estaba recién operado y perdía sangre a través del pantalón. No supieron de que estaba operado, pero debía ser serio, por la gran mancha de sangre que dejó en la silla de montar y que ella misma había limpiado.

Dentro de su aparente timidez, me pareció una mujer franca y como deseosa de aires más frescos que los que podía proporcionar aquel ambiente. Dejó caer, que su marido estaba muy centrado en el trabajo y el ganado y que, con una existencia sin demasiadas apreturas en lo económico, no era el mejor y más feliz de los mundos.

Prometió ocuparse de las verduras para el cocido y el pan y la fruta y sabiendo de la manera de ser del marido, mejor no hacer comentarios del encuentro, si surgía cualquier oportunidad.

Texto agregado el 09-01-2008, y leído por 525 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
12-01-2008 Bien parece que va siendo un guión de una película.Interesante.Sin ocurrir nada excitante de momento,crea interés absoluto.Sigo.Te sigo. australi-a
 
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