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El vecino aquel, se declaró en rebeldía –no exenta de flojera- y nunca más arrió la bandera que, con tanto trabajo, había instalado en el frontispicio de su casa, con motivo de Fiestas Patrias. Y allí permaneció ese pabellón, inmutable, flameando durante meses y meses. El sol lo decoloró y el viento le produjo serios desgarrones. Pronto, la bandera, por causa del deterioro y la decoloración, ya no fue representante ni de su país, ni de ningún otro.

Navidad irrumpió en medio de un calor abrumante y después, los hombres despidieron el año y recibieron el siguiente, en medio de festejos y luminarias. La bandera continuó al tope, perdida su identidad y con ello, todo lo que la hacía digna.

Y desaliñada, sin significación alguna, flameaba sin asunto bajo los cielos irresolutos de aquel otoño, mientras los creyentes desfilaban silenciosos con algún icono religioso delante de sus narices. Era Semana Santa y el alma de la mayoría se sobrecogía con el eterno mensaje de concordia.

El invierno, arreció con su furia incontenible y desgarró aquel pabellón, transformándolo en múltiples ascuas de color ceniciento. Ningún pecho se habría inflamado, al contemplar aquella pañoleta sucia.

Y cuando, una vez más, llegó el mes de la Patria, aquel vecino estimó conveniente reemplazar aquel guiñapo informe y trepó al tejado con una bandera nueva, flamante y con sus colores reglamentarios. Pero no pudo llegar a su destino, puesto que una de las tejas cedió y el pobre hombre, perdido el equilibrio, se desplomó aparatosamente y allí quedó todo contuso.

Por lo tanto, el pedazo de tela, sucio y grisáceo, continuó flameando sobre ese frontispicio, y fue, por muchos años, el pabellón de gatos y pájaros cansados que se reunían a recoger semillitas perdidas, sobre esta nueva patria que les había tocado en suerte representar...












Texto agregado el 05-01-2008, y leído por 9951 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
24-01-2008 Tu ironía y tu pluma se llevan perfectamente. Creo que muchas banderas decoloridas flamean en oscuros tejados dónde una mano por más que pueda no logra alcanzarlas y renovarlas. Me ha encantado. Besos y estrellas. Magda gmmagdalena
13-01-2008 No soy muy amigo de las moralejas, pero debo reconocer que la dejaste picando con una delicadeza tal que no hay nada para objetar. Excelente y muy fina ironía la tuya. En poquitas líneas ponés sobre el tapete el debate entre cultura y naturaleza. El resultado está a la vista. Es uno de esos textos que se agradecen. Mis* estephario
07-01-2008 Has dicho tanto en tan pocos renglones... Tienes capacidad de síntesis y una visión más que actual sobre las banderas patrias. Un divino cuento. Lo de las banderas, digo. jejeje Enhorabuena.***** graju
06-01-2008 jejejej, tienes una ironía esquisita, inherente a que la quieras tener o no, te sale así natural y tan bien escrito todo mi amigo, cada detalle puesto ahí acertivamente, es como ver un cuadro en vivo, gracias por entretenerme.5 on-line
05-01-2008 Qué buena narración; es un placer siempre leer textos tan bien desarrollados. Me ha encantado ese inesperado final que le da el toque mágico de maestría y a la vez de moraleja. Perfecto. GRINCHE_JOVEN_
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