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6-LLUVIA

Cuando miré el lugar dónde nos encontrábamos quedé impresionado. Era una especie de torre de cristal que se elevaba sobre nuestras cabezas hasta el dónde alcanzaba la vista. Se podía mirar hacia fuera, a el cielo de un gris que parecía resplandecer a pesar de su obscuridad. Al otro lado, atrás de nosotros, se alzaba el colosal edificio que era igualmente alto. Tenía una apariencia realmente diabólica. Nos dirigíamos flotando hacia una puerta en la base de la torre de cristal. Afuera se podían ver algunas llamas, de hecho en el piso de la torre que me suponía era un enorme hall, había varias marcas de explosiones y algunos cuerpos esparcidos por allí (éstos vestidos con trajes parecidos a los que nosotros llevábamos).
—Habrá que tener mucho cuidado —dijo Marcel, hablando en inglés, con un acento muy francés —Sea quien sea que atacó o esté atacando no estará muy feliz de vernos salir de aquí. Además, por ser «resucitados» ya tenemos una pena capital sobre nosotros en este lugar. Debemos salir de aquí a como de lugar. —La plancha sobre la que viajábamos se detuvo y Marcel bajó de ella, se acercó a un par de cuerpos que vestían un traje plateado y levantó unas cosas que inmediatamente reconocí como armas de asalto. —tome una usted, yo tendré la otra. Estas cosas son muy fáciles de usar, solo apunte y presione éste gatillo —Me dijo, mientras me entregaba el arma y señalaba el gatillo; el arma era muy similar a una arma de mis tiempos —Nunca he usado un arma en contra de una persona, jamás he matado a alguien —Le dije —¡Hombre! en éste caso son ellos o usted. No se preocupe por las repercusiones legales, actualmente las leyes varían según el grupo social y el «país» dónde usted se encuentre. Ellos tienen el mismo derecho de matarlo a usted que usted a ellos, y eso que no estamos en guerra. Ahora las cosas funcionan de diferente manera.
...Por cierto... ¿A que se dedicaba usted? —Soy músico compositor, y en mis ratos libres dibujaba —le respondí —Oh ya veo. Un artista... Actualmente eso hace falta. Casi todo es «colodeanción» y automatización... Aunque claro que hay artistas, pero que yo sepa aquí, por ejemplo no los hay. Y dudo que existan academias o gremios siquiera. —¿Y usted cómo sabe tanto sobre el futu... Perdón, presente? —Oh pues, en dos días se puede aprender mucho, además, la última vez que me descongelaron me enteré de muchas cosas, incluido, hacia dónde iba la humanidad, así que con todo eso, y la información que alcancé a obtener de un trabajador de los laboratorios y la computadora... ya sé la básico para poder seguir adelante.
—La plataforma flotante se detuvo. Yo me preguntaba, si es que Marcel llevaba dos días congelados ¿por que apenas había recogido sus cosas? ¿por qué estaba desnudo cuando lo encontré? Pero preferí no preguntar nada. Quizás después me enteraría de todo eso.
Bajamos de la plataforma con las armas preparadas, nos acercamos lentamente a la puerta y comencé a escuchar los latidos de mi corazón en mi cabeza. Traté de calmarme pero me resultaba imposible. No había previsto que salir implicaría esto. era cómo una escena de película de guerra de ciencia ficción.
—¿Es de noche o de día? —Pregunté. Marcel miró el cielo mientras salíamos por una de las puertas, pasando a través de lo que parecía ser un detector de metales destruido. —En realidad no lo sé, parece de noche. Según sé, había problemas con eso de los rayos del sol, como casi ya no hay capa de ozono y hubo un cambio del campo magnético de la tierra, llenaron el cielo de algo para protegerse y la humanidad comenzó a vivir por la noche, el día era para ocultarse del sol. Pero las cosas pudieron haber cambiado para ahora. —Eso del cambio magnético, ¿significa que ahora el norte está en el sur? Escuché alguna vez algo así en un podcast —Eso me temo mi querido artista, no sé con certeza, cuando me descongelaron ya había sucedido, y no pude enterarme mucho del tema, pero también yo ya me había enterado que algo así sucedería en algún momento. Ahora, debemos guardar silencio. Ocultemonos tras ese automóvil volteado, desde ahí me cubrirá usted y yo avanzaré hasta ese obelisco de allá.
—Afuera se sentía un terrible calor. Todo estaba iluminado cómo si hubiese luna llena, pero no había nada en el cielo más que nubes negras. El suelo estaba cubierto de un material esponjoso de color rojo ladrillo, y se sentía muy poca presión de aire. Había un olor a quemado y a grasa.
A lo lejos se podían ver enormes edificios, la mayor parte de ellos tenía una torre de cristal cómo en la que nos encontrábamos antes.
Corrimos hasta una especie de media esfera metálica, que estaba volteada boca arriba, seguramente era el automóvil que me mencionó Marcel. Me asomé por un costado, no pude ver nada, había un gran robot en llamas a unos cincuenta metros de distancia, al otro lado habían tres obeliscos grises, de unos treinta metros de alto, uno de ellos estaba a la mitad. Al enderezarme y mirar a Marcel todo daba vueltas, aparecieron unas bolitas blancas que volaban al rededor mío. Sentí débiles las piernas y me senté de golpe, cerré los ojos y tuve la sensación de que estaba cayendo, lo que me hizo abrir los ojos de golpe y alejarme un poco para vomitar. Con esto recordé que no había comido nada desde que desperté la primera vez.
—¡Oh diablos! es usted muy sensible. ¿No ha comido nada verdad? A ver, quédese quieto y déme la espalda. —Me voltee como me indicó Marcel, seguía viendo las bolitas que flotaban por allí. Macel metió la mano en mi mochila y me dio un bloque blanco de una pasta que parecía plastilina. —Cómalo, eso le ayudará. Y mire, en la parte de atrás del cuello de su traje hay un casco, es como un gorro —Llevó sus manos hacia su nuca y desenvolvió lo que parecía una capucha de un rompevientos, pero cuando ésta cubrió su cabeza, me resultó difícil mirar su rostro, estaba como atrás de un cristal obscurecido. Miré la barra blanca, quité la envoltura que tenía y le di una mordida. Tenía un agradable sabor, cómo de galleta dulce y se disolvía en la boca cómo si fuese chocolate. A la segunda mordida me sentía satisfecho —es un gel nutricional, cuando llega al estómago quintuplica su tamaño, y bueno, tiene carbohidratos, vitaminas, proteínas y minerales. Realmente no es necesario comer nada más. Además, hidrata; en éstos tiempos el agua es algo muy valioso —Me explicó, mientras se asomaba por un costado del automóvil apuntando con su arma. Guarde como pude la barra en mi mochila y me coloqué la capucha-casco, que se desplegó de una agradable manera desde e cuello posterior del traje. Cuando hubo cubierto toda mi cabeza sentí un aire fresco y comenzaron a aparecer una serie de numeros, cuadros, lineas y círculos de color verde frente a mi. —estoy viendo algo extraño Marcel —dije —Oh si. No sé que sea, yo también lo veo. Seguramente son datos que proporciona el traje, pero no sé leerlos. Debe haber manera de apagarlos o adaptarlos a nuestro entendimiento, pero no me pondré a averiguarlo ahora. ¡Cubreme ahora!
—Marcel dio un salto y corrió rápidamente hacia los obeliscos. Yo me puse de pie demasiado rápido y la vista se me nubló. Cuando pude ver bien, había unos rayos amarillos rozando a mi compañero que corria desesperado hacia los obeliscos. Miré hacia dónde provenían los rayos pero no pude ver nada. Sin darme cuenta estaba disparando como loco con mi arma. Sin mirar a dónde apuntaba. No se veía que era lo que yo estaba disparando, pero había un sonido sordo muy grave y luego hacia dónde había disparado todo salía volando destrozado. Cómo una explosión invisible. Los rayos amarillos comenzaron a volar hacia mi. Así que me agaché y quedé en posición de ovillo, temblando en el piso. El automóvil que me cubría recibió los impactos de los rayos amarillos y el metal resonó como una enorme campana. A lo lejos escuché risas y gritos.
Me arrastré hasta un extremo del automóvil cuando el sonido cesó. Me asomé y pude ver a Marcel con la espalda pegada al obelisco que miraba hacia dónde yo estaba. Hice una señal con el pulgar y él alzó la mano. Busqué a nuestros atacantes arrastrándome un poco más hacia afuera del vehículo, pero me sentía demasiado expuesto y no podía ver nada. Luego los vi; Un grupo de hombres vestidos de azul. Algunos con algo que parecía fuego azul en las manos. Estaban detrás de una montaña de escombros. En ese momento otra ráfaga de rayos amarillos me sorprendió por otra parte. No eran los mismos hombres que había visto, había más. retrocedí, pero no perdí de vista a los hombres de azul, que ahora estaban apuntando hacia mi. Tomé el arma y traté de apuntarla, entonces hubo un ruido seco y el grupo de hombres salió despedido por los aires, junto con un montón de escombros y pedazos del suelo esponjoso. Algunos de ellos volaron hechos pedazos. Marcel había disparado y acertado.
Quedé bastante impresionado con esto; no pensé mucho; cuando me percaté, estaba corriendo frenéticamente hacia los obeliscos. Afortunadamente llegué al lado de Marcel. Y después una serie de rayos cayó a nuestro rededor. Pero el obelisco nos cubría.
—Debemos ir hacia allá, pero ésta vez será mejor que yo te cubra y luego tu a mi, es más lejos, será más peligroso. Habrá que disparar un poco antes Con suerte llegamos hasta ese gran cubo de piedra. Eso debe llevarnos hacia el subsuelo. —¿Cuantos dispros tenemos? ¿y que carajos dispara ésta cosa? —le pregunté, mi voz sonaba bastante chillona y temblorosa —No sé cuanta energía tengan éstas cosas. Pero supongo que funcionaran por mucho tiempo. Y creo que disparan alguna clase de onda sonora. Ya habían prototipos de éstas para cuando me congelaron la primera vez.
—Marcel se asomó y comenzó a disparar varias veces, haciendo volar un gran montón de suelo y escombros. Yo hice lo mismo pero haca otro punto. Los metales retorcidos brincaban del suelo y luego con el siguiente disparo volvían a brincar pero en el aire. Realmente era algo divertido, además más sencillo de lo que parecía.
—¡Corre! —me gritó. Y yo salí lo más rápido que pude hacia el cubo de piedra. Mirando de vez en cuando hacia atrás, a Marcel y hacia dónde él disparaba, pero no había ningún rayo amarillo. Luego me pareció que había pasado ya mucho tiempo. El Cubo estaba a unos doscientos metros, en un terreno que no era plano.
Me caí y rodé, pero traté de seguir corriendo. Entonces vi a un hombre azul que salía de atrás de cubo al que me dirigía. Disparé de inmediato y el hombre voló varios metros hacia atrás y fue a dar contra un poste metálico. Entonces sentí como si me hubiese caído agua fría desde la cabeza. Llegué bofando al cubo y me senté. Miré al hombre estrellado contra el poste. Afortunadamente no podía mirar su rostro.
La adrenalina me hizo recordar a Marcel, así que me asomé y lo vi a lo lejos levantando una mano. Yo miré hacia dónde habíamos estado disparando y pude ver aun par de hombres de azul agachados, moviéndose. Entonces volví a disparar. Se elevó un montón de material rojo esponjoso y escombros sobre los hombres y Marcel hecho a correr. Pero ésta vez de entre la nube de polvo salieron los rayos amarillos. Volví a disparar un par de veces pero los rayos seguían saliendo de entre la nube de polvo y escombros. Luego algo resplandeció allí y una esfera verde cruzo la distancia desde la nube y fue a explotar a unos metros detrás de Marcel, quién salió despedido hacia el frente y su arma voló lejos. Cayó a unos veinte metros de mi y parecía que estaba muerto. En ese momento volví a sentir adrenalina y mi sangre hervía.
Corrí mientras disparaba frenéticamente hacía dónde había visto salir aquella esfera verde. Se escucharon unos gritos y con eso me conformé. Llegué hasta Marcel y lo arrastré lo más rápido que pude tras el cubo. La adrenalina sin duda me ayudó. Marcel era mucho más alto que yo, en ese momento me pareció que pesaba menos de un kilo.
Llegue tras el cubo con un Marcel inerte. A lo lejos había un grito de agonía. Tomé su pulso y se me salió una sonrisa al notar que allí estaba.
Traté de despertarlo pero no funcionaba. Entonces recordé a Phillip. Quizás le había sucedido lo mismo.
El cielo dejó escuchar un tronido y comenzó a caer lluvia. Los hombres de azul que quedaban gritaron y los vi correr hacia el edificio. Yo miré hacia arriba y noté que no tenía protección contra lo que pensé era agua. Luego comencé a ver que salía humo de mi traje y sentí una picazón en las manos. Era lluvia ácida, pero cómo jamás hubiera imaginado que podía ser. Salía humo de muchos lugares. y eso incluía mis manos y mi traje, así como el de Marcel.
Arrastré el cuerpo hacia el final del cubo, esperando encontrar la entrada al subsuelo que mencionó Marcel pero no vi nada. Sentí un horror terrible. Seguí dando la vuelta pero de nuevo era un muro de piedra alto y liso. Jamás había pensado que moriría bajo la lluvia. La idea me repugnaba y horrorizaba. Pero a cada segundo parecía ser la única opción.

Texto agregado el 03-01-2008, y leído por 195 visitantes. (0 votos)


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