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Inicio / Cuenteros Locales / La_Columna_del_Miercoles / El último de los globeros de Cancún

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Han transcurrido cosa de tres años desde que subí la siguiente reflexión al nick La Columna, proyecto que algún día brilló con gran fuerza en esta comunidad literaria, espacio para la reflexión que fuera creado por dos grandes de loscuentos.net: Hache y Blanquita. La Columna, cuna de La Columna del Miércoles.

Pareciera que fue ayer cuando conocí a Don Juan, personaje que me motivó para escribir aquel texto que hoy reproduzco aquí, porque de él deriva la columna de esta semana:


Entre las tradiciones que mejor quedaron grabadas en mi mente desde los tiempos de la infancia está la imagen del vendedor de globos; modesto personaje de lento caminar que anunciaba su llegada con un flautín, y como el flautista de Hamelin, hacía salir niños de todas partes, algunos para comprar una de las esferas flotantes, multicolores, brillantes, que aquel hombre liberaba del racimo de mágicos resplandores; los más sólo salíamos para mirar, para alimentar nuestras ilusiones a la vista de aquel espectáculo.

Caminaba por las calles, se estacionaba en las plazas para secar el sudor de su frente o beber un sorbo del agua que llevaba en una botella, recorría los parques, siempre en busca de los niños, siempre sostenido de ondulante ensalada de arcoiris meciéndose en el cielo.

Entre todos los pregoneros, ni duda cabe, el globero era el vendedor más popular, y no sólo para los niños, sino también para los adultos que disfrutaban doblemente: con la vista de aquel chispeante generador de ilusiones, pero también gozaban con las sonrisas de los pequeños; y no pocos se motivaron de esa manera para comprar a sus hijos uno de los globos, y el afortunado vástago desbordaba felicidad al momento de tomar en sus manitas el hilo que impedía la escapada del simpático objeto.

Y qué decir del enamorado que obsequiaba un globo en forma de corazón a su pretendida, corazón púrpura que ella tomaba con alegría y enseguida correspondía con fugaz beso.

Los había redondos, ovoides, corazones, decorados con caras alegres, destacaban los pulpos de largos y ondulantes brazos, simpáticos gusanos, grandes, pequeños, azules, verdes, amarillos, rojos...
Con el tiempo, los globos se convirtieron en los mejores vehículo para hacer llegar una cartita a Santa Claus, a los Reyes Magos, al hermano, a la madre o al padre que estaban allí arriba, más allá de las nubes... sólo así se tenía la certeza de que la carta sería recibida.

Pero hoy en día el oficio de globero prácticamente ha desaparecido, y con este personaje se han ido también todas las ilusiones que despertaba en los niños.

Ayer me tope con un globero, quizá uno de los últimos que persisten en mantener la tradición. Se trata de un anciano que apenas sostiene unos cuantos globos a diferencia de los enormes racimos de antaño. --Es que los niños ya no los compran como antes --me dijo con la mirada puesta en el pasado. Su rostro refleja cansancio, profundos surcos en su rostro hablan de los años vividos, pero no se rinde, lucha porque en las calles permanezca la imagen del globero.

--A los niños de ahora ya no les atraen los globos como era antes, los niños de ahora juegan con otras cosas --dice melancólico mientras se quita el sombrero para secar su frente. Deja ver exigua cabellera blanca. Pero su mente se mantiene ágil, su pensamiento es claro --Es que yo no veo televisión --me explicó --a mí me gusta leer; yo casi no fui a la escuela, pero aprendí a leer, y leo los periódicos, y por eso sé que hay otros países, y aunque no los he visitado sé que los conozco.

Conversé largamente con Don Juan, y me confesó que su mayor desilusión es que sus hijos no hayan querido seguir la tradición, ni sus nietos haya querido conservar el oficio que él aprendió de su padre, y su padre de su abuelo --Ahora prefieren ganar dinero --dijo con tristeza.

Y al término de nuestra conversación compré uno de sus globos, uno grande, rojo brillante, decorado con grecas amarillas y blancas, y al recibirlo en mis manos una sonrisa escapó de mis entrañas, una sonrisa que llevaba muchos años atrapada. Observé que el viejo sonrió contagiado por la alegría que sentí al recibir mi globo, mi hermoso globo. Y después de un rato no pude evitar la tentación de compartirlo con las nubes, y me quedé mirándolo ¡qué espectáculo tan hermoso! verlo elevarse al cielo fue como remontarme yo mismo. Y allí permanecí, mirando hasta que se perdió de mi vista.


Años después

Por esas circunstancias que depara la vida, hace unos días conocí a una hija del viejo Don Juan. Auxiliar contable de profesión, porque como decía el viejo globero, ninguno de sus hijos siguió esa tradición que con él cumplió tres generaciones. Me parece mirarlo cuando contaba con su sombrero en mano y mientras secaba el sudor de su frente: "Los chamacos de hoy sólo quieren ganar dinero, a ninguno le interesa un oficio que no deja para vivir bien".

Después de nuestro primer encuentro, a Don Juan lo volví a ver un par de veces después de aquella tarde en que lo conocí en un parque de esta ciudad de Cancún. Recuerdo sus palabras cuando lo saludé al paso.

--Cómo va el negocio Don Juan...
--Ya lo ve, vendiendo menos cada día.

Son las últimas palabras que le escuché hará poco más de un año. Al conocer a Sofía, la menor de sus hijas, me enteré que Don Juan nos dejó en mayo pasado, hace siete meses. Hasta el último día de su vida salió a recorrer las calles para vender sus globos. Aquella tarde -cosa rara-, regresó a su humilde hogar sin uno solo de sus globos, del pequeño racimo que en sus últimos días llevaba para ofrecer a los niños que aún se maravillaban con sus multicolores esferas de ilusiones. Tomó su café con un pan y se acostó a dormir. Jamás despertó. Una pregunta me queda: ¿Habrá vendido todos sus globos aquella última jornada, o sabiendo que no habría otra los habrá liberado para mirarlos subir al cielo?

Réquiem para el último de los globeros tradicionales de Cancún.



*En Cancún, costa mexicana del Caribe.

Texto agregado el 19-12-2007, y leído por 701 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
23-12-2007 Qué lindo relato amigo! ¡Bellísimo, excepcional! Todos los que hemos tenido la suerte de ser niños y vivir, en verdad, la fantasía de ser niños, desde lo más profundo de nuestra esencia humana y de nuestro nivel de ser, debemos agradecerte tremendo regalo que nos has obsequiado. Has hecho revivir recuerdos que quizás para muchos estaban en lo más profundo de nuestras entrañas como estaba esa sonrisa que se te escapó cuando compraste uno de los últimos globos de Don Juan. Amigo, te pregunto: ¿te diste cuenta del regalo tan lindo que tuviste la suerte de darle a Don Juan antes de partir al infinito? El viejo Don Juan sonrió con tu alegría, ésta que salió de tus fibras cuando sentiste el globo en tus manos. Lo más probable es que el viejo Don Juan aún te esté contemplando - desde el cielo - porque en su corazón se quedó grabado, como una fotografía, el bello espectáculo de verte a ti mirando al firmamento hasta que el globo que él hizo, pero que tu arrullaste en tus manos remontó hasta alcanzar otra dimensión. Un beso y todas las estrellas de ese hermoso cielo donde se perdió el globo tuyo y de Don Juan. Sofiama
23-12-2007 Me emociona pensar en ese globero de tu país.Me he retrotraido,recordando mi infancia, cuando pasaba por casa, y si no me compraban uno era pataleta segura,(eso significa,saltar llorar y dar patadas al aire). Me gustaba tener no solo uno.Y al recibirlo en mis pequeñisimas manos, era una sensación deliciosa, aún está en mi recuerdo.Aunque duraba poco pues el globo se escapaba, el hilo se me soltaba elevabandose y volvía a mi estado de pataletas.Pero mamá me decía que lo mirara, que iba muy lejos hasta el cielo a llevar todos mis deseos. Eran tiempos bellos en que la inocencia era nuestra mejor compañera.Ese vivir de las cosas simples que nos hacen tan felices. En cambio ahora, se ve uno que otro en el parque y cuando lo haces te sonrie el alma,y sientes un poquitito de esa sensación. Uyyyyy, como me he puesto de nostalgica. Me encantó volver a recordar.Besos Victoria*********** 6236013
20-12-2007 Los globos coloridos, las ilusiones, la alegría tirando del piolín. La constancia del hombre hasta su último día entreverndo los globos con sus sueños. Buena reflexión. Feliz Navidad lilianazwe
19-12-2007 vaya!, su texto señor, me trae tantas reflexiones, que como siempre atravancada y atropellada pa hablar se que no me saldrà ni la mitad de lo que siento con estas imàgenes...pero bueno intentarè decirle que su texto me recuerda la nociòn de ciclo, sì, su texto expuesto en un lugar, en una situaciòn distinta, cierra hoy con esta reflexiòn sobre la vida y la huella que dejan las personas...Don Juan, al margen de ser el ultimo globero, que ya tu texto puntualiza a la perfecciòn de la profesiòn con la capacidad de mantener las ilusiones y ser felices con poco; al màrgen de ello, veo a un padre que a travès de un oficio humilde seguramente con muchas privaciones, pero pudo apoyar a su hija (seguramente ella obtuvo becas y tal, pero bueno tu entiendes) que hoy en dìa es una profesionista herramienta para hacer frente a este mundo moderno. quizas los oficios varian...la posiblidad de dar felicidad, no...esa la podemos ejercer desde la trinchera en la que estemos, todo està en querer hacerlo...bello texto, tanto como ud. aliacanitidia
19-12-2007 ¡Hay una explosión de globos, Borarje, de todos los colores en el Cielo! De niña me gustaban tanto los globos, como de adulta los sueños. Y tenemos que soñar, soñar y soñar, que el viejo Juan está ahora conversando con mi padre, riéndose al saber cómo me engañaba diciéndome: no tengo dinero, Ali. Si quieres un globo, no hay dinero para el autobús de vuelta a casa. Un globo, papá - le decía - .Pero un cigarro encendido me reventó el globo, y mi padre terminó por buscar en su bolsillo algunas monedas para volver en autobús a casa, pero sin globo ¿Se han fijado alguna vez en la cara de felicidad que tienen los niños cuando miran los globos de colores? Todos los niños quieren tocarlos, y no deja de ser una manera simbólica de tocar los sueños. Pues un placer, Borarje, recordar de nuevo... maravillas
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