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3-PRIMER DESPERTAR

No estoy seguro de cuál es el primer recuerdo que tengo. Quizá mi terror en un liquido espeso y frío, o un blanco terrible, o un alarma. Quizá, las lámparas del techo del cuarto de los congeladores, o los gritos de una muchedumbre furiosa.
Luego quizás, sentir el frío y el aire. Miraba las lámparas blancas en el techo de la sala de congelación. Me puse de pie como pude, sobre los cristales rotos. Yo estaba desnudo y cubierto de una substancia resbalosa y espesa igual que todo el piso. Era difícil caminar y me resbalé varias veces sobre los cristales rotos del piso, pero continuaba caminando hasta que me tropecé con un cuerpo humano. Entonces traté de entender dónde me encontraba, y quién era yo; Por que hasta ese momento eso no me había preocupado. De hecho, estaba en una especie de trance.
Recordé entonces los últimos momentos antes de ser congelado: Estaba yo sobre una mesa y un doctor me hablaba, el doctor Bag, si no mal recuerdo; luego una inyección, y luego sentir el frío. Mucho frío, y mucho tiempo.
Una serie de recuerdos que no sé si son reales me invadieron, y poco a poco recordé cómo llegué a los laboratorios, recordé el cáncer, a Magda y a mi familia.
Miré a mi rededor, estaba sentado junto al cuerpo, aparentemente sin vida, una mujer desnuda y muy blanca. Todo el piso estaba lleno de una substancia resbaladiza y espesa que me recordó a la clara de un huevo. Además de esto, había muchos cristales rotos por todos lados, miré los congeladores. De alguna manera se habían roto, dejando salir a sus viajeros del tiempo. Estaban los grandes cilindros metálicos todos abollados, todos tenían el cristal frontal estrellado, algunos tenían a alguien aún dentro, flotando en una pequeña piscina de liquido viscoso. Las lámparas blancas del techo zumbaban, y un par de luces rojas de alarma fluctuaban a lo lejos.
Volteé boca arriba a la mujer que tenía junto a mi. Su color era extremadamente blanco. Revisé su pulso, era casi imperceptible, además estaba terriblemente fría. Y me di cuenta que yo estaba casi igual. Fue entonces cuando comenzó a darme un fuerte dolor de cabeza. Busqué con la mirada algo con que cubrirme para evitar una hipotermia o por lo menos para no estar desnudo pero no había nada cerca.
Traté de ponerme de pié una vez más pero no tenía fuerzas, además, mis pies sangraban gracias a los cristales. Traté de arrastrarme a hacia una de las puertas, cuando un hombre desnudo, también pálido se me acercó. Cómo no lo había visto acercarse, grité del susto. y con esto me salió un montón de liquido viscoso de los pulmones, algo asqueroso – Tranquilo amigo– me dijo el hombre, y me dio unos golpecitos en la espalda –Yo también salí de esos congeladores, hace ya unos minutos que desperté y estaba buscando algo para cubrirme, cuando lo vi a usted arrastrándose, no debería hacerlo hombre, todo el piso está lleno de cristales. Mire, ya está usted todo sangrando.–Me ayudó a ponerme de pié. El hombre era mucho más alto que yo, y parecía ser norteamericano, aunque hablaba en español y muy claramente. –Me llamo Phillip Norton – dijo –Me congelaron por que tenía un problema en el sistema nervioso. Pero bueno, según veo, de alguna manera se curó; antes no podía estar mucho tiempo de pie – y señalo sus rodillas.
Salimos por la puerta a una habitación pequeña, dónde todo estaba revuelto, parecía que un huracán hubiese pasado por allí. Ahí encontramos unos pedazos de tela que parecía ser plástica, pero al menos cubría un poco del frío.
Phillip me preguntó por mi nombre y por mi historia. Y cuando estaba a punto de terminar de contarle sobre mis últimos confusos recuerdos con el doctor Bag, las lámparas se apagaron.
Quedamos en silencio durante un rato. escuchando con atención. Solo se podían ver de vez en cuando un resplandor de las luces rojas de las alarmas que iluminaban el lugar y a mi compañero. Poco a poco comenzamos a escuchar una serie de gritos en alguna parte del edificio, lejos, pero se acercaban, y acompañando a los gritos se escuchaban también ruidos de explosiones y objetos grandes cayendo. El piso retumbaba bajo nuestros pies.
Cuando me había acostumbrado a la obscuridad, pude ver de a poco el rostro de Phillip. Que parecía asustado al igual que yo, y parecía que trataba de escuchar los ruidos con atención.
Traté de levantarme pero Phillip me tomó del brazo y me dijo que no nos moviéramos. –Al parecer no nos tocaba salir de los congeladores aún, si no que alguien o algo no sacó de allí. Y no sé si fue de buena gana que lo hicieron– me dijo. Luego hizo un gesto de silencio, poniendo su dedo indice frente a su boca y señalo el escritorio que estaba volcado cerca de nosotros, en dónde fuimos a escondernos, ya que el ruido de la muchedumbre estaba cada vez más cerca.
Quedamos en silencio un rato, y mi dolor de cabeza, que hasta ese momento había disminuido un poco, empezó a crecer de nuevo. Cuando cerraba los ojos todo me daba vueltas, y los sonidos parecían ser agujas que entraban directo en mi cerebro. Traté de mantenerme en cuclillas pero el dolor me obligó a caer al piso y sujetarme la cabeza; Phillip se me acercó y comenzó a hablarme, pero ésta vez en inglés o algún otro idioma que no podía, ni quería entender. Solamente quería desaparecer, quería terminar con el dolor que crecía rápidamente, era como si una prensa oprimiera mi cráneo. Miré a Phillip, quien parecía muy preocupado, luego escuche una explosión y todo se iluminó de verde por un segundo. Los sonidos parecían alejarse de mi, cada vez escuchaba menos. la habitación seguía dando vueltas hasta que todo se fue apagando poco a poco, lo último que alcance a ver fue a Phillip preocupado que miraba hacia afuera y algunas personas que irrumpieron en la sala de congelación con una especie de fuego verde en las manos, parecía que flotaban. Luego todo se volvió negro y quedé inconsciente.

Texto agregado el 17-12-2007, y leído por 231 visitantes. (1 voto)


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