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Cuando se desató la discusión entre la mujer y su marido los alaridos de ambos se sintieron fuertes y retumbantes en todo el edificio. De pronto las radios de los demás departamentos bajaron su volumen abruptamente, muchas cortinas se cerraron y convertidos en sombras los vecinos tomaron palco en el escándalo Con sus insultos la mujer acusaba a su cónyuge de borracho y dilapidador. El hombre se defendía negando todo como siempre, jurando con los dedos cruzados entre eructos y sesos en agua avinagrada. Ella contragolpeaba reprochándole su olor a maracas y a vómito; mientras él se arreglaba con dificultad para marchar trasnochado y con retraso al trabajo en la vaporosa fundición.

Era la hora de escuela y los niños no tardarían en volver, las ollas a presión sudaban con frenesí el almuerzo. Aquella mañana tras el portazo del dueño de casa no hubo golpes ni rasguños ni mechones de pelo arrancados con la ira de los celos. Tras su partida quedó el llanto ahogado de ella tragándose la rabia y el candor hiriente de la frustración. En la cocina el arroz comenzaba a quemarse en el olvido de la insignificancia.

Sobre la cama sin hacer la acalorada mujer babeó las sábanas con su llanto hasta que sintió que tocaban con fuerza la puerta. El golpeteo seco le hizo presumir la presencia de carabineros, ya era costumbre tenerlos por el edificio después de cada pelea doméstica que se armaba, que no eran pocas en los suburbios del campamento.

Ella apenas tuvo tiempo de correr al baño para disimular su dolor con los cosméticos, luego corrió a abrir.

Tras el umbral la figura charqueada de la vecina del segundo piso, su paño de lágrimas desde que el vecino, un chofer de la mina, la había dejado por otra más joven que ella. Sus hijos también ya estaban grandes. Ya dentro en el comedor ambas se trenzaron en un imantado abrazo callado de apoyo y solidaridad.

Mientras una lloraba sus penas hundida en un hombro moldeado con el rostro, la otra cumplía con recitar la liturgia para el caso, al tiempo que no cesaba de acariciar el pelo de la pobre desdichada. Ambas se conocían de muy jóvenes, desde que juntas fueron a parir al hospital del campamento. Ya desde aquellos tiempos se daban fuerzas para resistir el dolor de los puntos en la barriga tras las sendas cesáreas en la maternidad fría de los pobres.

Cada cual conocía la historia profunda de la otra con la precisión de un diario de vida escrito con tinta sangre. Sin embrago aquella vez mientras se daban aliento entre abrazos y cariños. Tras la puerta ambas sintieron por primera vez esa inédita sensación que de ahí en adelante las acompañaría entre las sombras de la mañana y el sopor de la tarde.

El jadeante respirar de la ama de casa lentamente comenzó a erizar la piel de la visita. Entre los enormes bolsones caídos que eran los pechos un par de pezones violetas se erectaron como dos aceitunas hacia las nubes de la ventana cubiertos por un par de raídas manos que exudaban el aroma del lava losas y se expresaban con la textura de la crema lechuga a la hora de recorrer los caminos de la piel.

Con violencia un feroz golpe eléctrico se asentó en el pubis de la otra. Mientras una se dejaba caer de espaldas sobre el sillón; la otra entre tiritones se hundió en una liberadora expedición por la superficie corrugada de la piel de su hermana, su amiga, su sostén.

Aquel día los gemidos precedieron la caída del telón que dejó en evidencia el majestuoso estallido geotérmico del nuevo continente, parecido al estallido del pito de la olla que anunciaba en aquel instante que los porotos ya estaban cocidos y listos para armar.

Tras vestirse las vecinas no tardaron en ponerse a picar las papas y el zapallo sintiendo el gusto de la otra entre sus labios y el olor del orégano a flor de piel.

Texto agregado el 31-03-2004, y leído por 510 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
27-05-2004 Me has dejado en otro paradero! Como es eso de sorprender así al lector jajaja. Hablando más en serio, que vuelco le has dado a esta historia que empezaba como cualquier relato triste de la cotidianidad matrimonial. El tema de "recibir lo que no se tiene", "buscar otras formas", "descubrir nuevos amantes" es fuerte en parejas del mismo sexo y así imagínate! En especial me quedaron unas frases tuyas como "Con violencia un feroz golpe eléctrico se asentó en el pubis de la otra" y muchas más que no cabe citar ahora. Ya estoy volviendo a donde tomé la micro. Genial, como tú. Mis cariños. carolinaeme
27-05-2004 sencillamente magnífico, posee usted una fluides formidable. Aramis
12-04-2004 que te puedo decir que no sea dicho ya! no puedo dejar de leer tus escritos, este en especial me llamó la atencion puesto que abordas el tema de "el necesario consuelo entre almas desoladas" sin caer en la vulgaridad ni etiquetando a tus personajes, y siendo fuerte en imagenes puesto que son realidades muy crudas a las cuales te refieres. te felicito. janine
05-04-2004 Este trabajo muestra su calidad en el esfuerzo puesto por quienes lo han comentado por abarcarlo y dejar líneas de pensamiento que reflejen el placer por su lectura. Aunque en una primera lectura parezca lo contrario: es, a mi juicio, un texto sexista. La única salida a una situación de disvalor del protagonista que el autor le da, es la búsqueda de su propio espejo. En un esquema maniqueo de buenos buenísimos y malos malísimos, descompone el personaje femenino en apariencia victimizado en una situación orgásmica sólo alcanzada a manos de alguien de su mismo sexo. Por lo demás es una historia muy bien contada, que bucea en la profundidad del entorno y con la veteranía de siempre monta el escenario con crudeza magistral. Un abrazo Gracias por compartirlo hache
02-04-2004 Compadre, usted a dibujado con su acostumbrada maestría... una vez mas las condiciones humanas, en este caso encerradas en la vida cotidiana de un campamento minero --- con un roto que le gusta el vino --- de dos vecinas que se ayudan mutuamente a cumplir con su destino. Todas mis estrellas. ElTigre
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