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Una vez más, me embarga esa sensación desoladora que me hace pensar que soy invisible para el resto de los mortales. Es algo que me incomoda, porque tengo claro que mi cuerpo no se ha desvaído, que soy un ser concreto, de carne y hueso y son los perros quienes se encargan de aseverarlo al ladrarme con evidente furia, desmedida para mi gusto, ya que los amo, tanto como los amó el mismísimo San Francisco de Asís. Aunque un rotundo escalofrío me recorre el cuerpo al recordar que estos simpáticos animalitos tienen aguzado el instinto y se dice que captan el sigiloso andar de las almas en pena.

Pero, a cada trecho surgen señales que me indican que, o bien, yo me estoy borrando paulatinamente del escenario de la vida cotidiana, o es la gente la que se ve acometida de una generalizada piticeguez. Vamos por parte. Las niñas que reparten volantes de cualquier cosa, entregan sus mamotretos a todo el mundo, sin distinción de credo, pelaje o envergadura, pero basta que sea yo el que pase por su lado, para que ellas me omitan míseramente y, mirando al infinito con persistencia, me dejen sumido en el más profundo de los desconsuelos. Tanto me angustia aquello, que, me devuelvo a propósito para volver a enfrentarlas. Y una vez más, esa terrible mirada al infinito, sinónimo de la más profunda indiferencia y yo, que desfilo de nuevo como un fantasma de carne y hueso que por una extraña razón continúa creyendo que está vivo.

Pero, no se crea, en los bancos, cuando tengo que hacer un depósito o debo pagar una cuenta, la fila se va acortando con lentitud y llegado mi turno, el cajero, recibe el dinero y lo guarda en sus alforjas. Allí, mi invisibilidad es relativa, porque, claro, las deudas son las deudas y ni muerto me las perdonarán.

Pero hoy ha ocurrido algo que me ha dejado patitieso. Un grupo de evangélicos, de esos que golpean hasta la puerta de la casilla de correos, se repartió a su vez en dos grupos, en la esquina de mi calle y unos cruzaron la vereda para buscar clientes en las casas del frente. El otro grupo se aproximó con esa entereza que se adivina en sus ojos y casa a casa se aproximaron a mi puerta. Yo los esperé a pie firme, relamiéndome ante la expectativa de contactarme con ellos. Les diría que yo no profeso ninguna religión, que fui bautizado en la Iglesia Católica, antes que aprendiera a decir Agú, lo que he considerado desde siempre como un abuso de autoridad. Preparaba, entretanto, un discurso aleccionador, de esos que hacen decir a aquellas señoras: -¡Que lindas palabras las suyas! Después les diría que no estoy disponible para ningún credo, sin ser para nada crítico con su postura. Tantas cosas les diría, que hasta era posible que les hiciera tambalear su fe.

Como la casa de mi vecino está desocupada, los evangélicos golpearon durante un par de minutos y después se dirigieron a mi casa. Yo, enhiesto, gallardo en mi postura y pronto a discursear y a rebatirles sus palabras, seguí sus movimientos parsimoniosos con la sonrisa del que se sabe vencedor. Con el mismo paso, se acercaron a mí, comentaron algo entre ellos, sonrieron y...continuaron de largo.

Corrí a mirarme al espejo. Me palpé por todos lados. –Esta no es la consistencia de un fantasma- me dije, justo en el instante preciso en que alguien llamó a mi teléfono. Acudí a atender, con la esperanza cierta de intercambiar aunque fuese un par de palabras. -¿Aló?- dije y nadie contestó.

Hoy escribo desolado porque, como sé que nadie me va a leer, continuaré con esta angustiante idea de que la invisibilidad se ha apoderado para siempre de mi existencia toda...












Texto agregado el 06-12-2007, y leído por 311 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
15-12-2007 jajajajajaj, lo que sucede mi querido es que eres puro sentimiento y pa decirte la verdad la gente no está ni ahí hoy. Al contrario, si vas por la vida con cara de rottweiler te pescan altiro y sin objeción, pero a los que tienen cara de nobleza y bondad los pasan por un tubo. Yo veo el alma, soy a la antigua y es por eso que te pesco con todo cariño, hombre no invisible. ************ on-line
09-12-2007 Yo supe una vez de la "invisibilidad"... eran los años en los que estudiaba filosofía y nos abanderábamos con el filósofo de turno... en esa ocasión le tocó al gran Berkeley con su famoso "Esse est percipi", es decir, "ser es ser percibido"… nos fuimos creyendo el cuento y nos daba gusto pensar que quienes estaban a nuestras espaldas o lejos de nuestros sentidos, no eran, o peor, no existían (interpretación, por lo demás, bastante antojadiza de nuestra parte). Pero llegó ese día en el que también quedamos "patitiesas": quienes pasaban a nuestro lado no respondían nuestro saludo, solo miraban y seguían de largo, levantábamos la mano para refrendar el saludo, pero nada... fue entonces que, con mi amiga, nos miramos horrorizadas y echamos a correr como si el diablo nos quisiera agarrar... Gracias por este texto que me hizo recordar este pasaje de mi vida en el que también viví la invisibilidad. anua
08-12-2007 je je, muy bueno. Mi estimadísimo gui, el problema es que los estas esperando, tu debes hacerte el interesante y tratarlos con indiferencia. Aunque lo que para tí es hoy un problema para otros sería la odisea. Intenta pues usar tus superpoderes para robar enormes bancos y repartir el botín entre los que lo necesitan más. Ups, de repente me vino la inspiración. Gracias por tu magnífico arte y tu facilidad descriptiva, para variar 5 aplausos. kuroq
07-12-2007 Me gustó tu reflexión, Gui...probablemente sea un sentimiento universal. Está magnificametne expresado. Un abrazo. galadrielle
06-12-2007 Si me lo permites, yo me pongo en tu fila de fantasmas invisibles, de seguro que podrán unirse muchos fantasmas santiaguinos, aquellos que circulan en el metro, por ejemplo, con una expresión de ausencia y de "¡no estoy ni ahí!", (pase lo que pase), también los otros fantasmas, los que caminan apresurados por las calles, sujetando, muy concentrados. sus bolsos, ¡obvio!, de un manotazo se los roban, los fantasmas vecinos, que solo sabes que los tienes cuando "agarran" taladro y no lo sueltan ni por piedad, los fantasmas solidarios que solo aparecen en las "27 horas de amor de la Teletón", los fantasmas blancos de los servicios médicos, éstos últimos, además, neutros zombies que no ven, no escuchan y no sienten, excelente denuncia, excelente escrito (5* S) ... y ya estoy en la fila de fantasmas invisibles. bonjour_tristezze
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