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Vivió en la sexta calle 2-98 de la zona uno, Guatemala, Guatemala.. Murió, un día de abril de hace mucho tiempo, cuando aquí entraba la primavera y allá, en su tierra natal, el invierno se venia encima. Sombrero a estilo Gardel, deshuesado y con calzado de punta color rojo. Vivió como todo un honorable tanguista, lloraba tango, reía tango y recordaba en su soledad a la imagen de una época dorada de su padre.

Exactamente, a media cuadra de nuestra casa paterna, en un local de una pieza con un baño, este señor se instalo y ahí puso su peluquería. El vaho recuerdo de una época gloriosa pegaba solo en su frente y, si no hubiera sido por el mismo, creo que nadie hubiera reparado en su descendencia. Tenía ocho años cuando esperaba enfrente de su estancia, el bus del colegio y envidiaba su TV en blanco y negro, estilo portátil con dos grandes antenas saliendo por encima del aparato y un gran bulbo negro por detrás, ( era marca Phillips )

En un almuerzo con mis padres me entere de que era hijo de Gardel, me interese con una vehemencia extraña por el tipo, y desde entonces, me percate de él y siempre que pasaba me honraba con su sonrisa Argentina. Nunca dude que era el hijo legitimo, él, creo, era el único que lo pregonaba y hasta le hicieron una entrevista, y salio en los diarios del país como el ‘Hijo de Gardel’

Un día en una oportunidad, cuando me vio, presto dibujo un arco con su brazo y coloco la aguja del tocadiscos de long play de 33 revoluciones, sobre el borde todo rayado del disco en cuestión, y exquisitamente cuado comenzaron a salir los sonidos me brindo su sonrisa.

En un día también, con su sombrero puesto lo vi sumirse en una tristeza honda.

Y en los días que pasaba y no me miraba, cuando no tenía clientes, el eco del gramófono habitaba con pasos invisibles, su ‘tacuche’ blanco acompañado por la magia de estar en un país olvidado. Creo que se sentía más hijo del tango, que de su propio país. Y recuerdo que cuando con mis padres pasaba por la noche, encontrábamos baja a mitad la persiana metalica, y en vasos pequeños de cantina, parlaba con dos, tres amigos sin faltar el chasquido de la aguja del tocadiscos, implorar la época gloriosa del Tango.

También en los días en que no le veía, sabia que aunque su rutina no variaba: el era feliz. Nunca le conocí mujer y pura típica peluquería lo galardonaban a la entrada dos pilares pintados en rosetas de colores. En particular le gustaba tocar; y mucho mas tarde supe lo que tanto le oía interpretar: “Luces de Buenos Aires.”

También nunca supe su nombre.

Y también en un día cualquiera salio en la prensa: “de un balazo matan al hijo de Gardel.”

Carlos Gardel padre, tiene el honor de estar en los diccionarios enciclopédicos, pero no mencionan nada del hijo que estuvo viviendo casi a mi vecindad.

Después de mi padre, fue a la primera persona que admire en secreto. Tampoco supe mas, y aparentemente nunca se valió de su legitimidad hereditaria para ocupar un puesto de pompa en la sociedad. Y se conformaba recordando una época que siempre llevo en sus venas Aunque las únicas veces que escuche un tango, fue mientras esperara el bus, frente a la peluquería, el eterno local matizado por retratos de Carlitos, su padre. No tenia pinta de que sus ojos se humedecieran por la lejanía y soledad de su vivencia, pero como todo hombre, seguro que lloraba dentro del destierro de una fama de fantasía.

Apenas hace unos días antes de escribir esta carta, estuve cenando con un grupo de amigos en cuatro grados norte, pequeña ciudad de imitación del estilo francés en mi país y con retratos por doquier de cantantes y artistas de diferentes épocas y países; le dije a mi compañero contiguo (teniendo frente a la expresión de ‘Tango y bar’): -“Sabes?, ese hombre es Carlos Gardel, nunca lo conocí en persona, pero me queda en mi vida, el haber conocido personalmente a su hijo.”

Creo que fue la primera lágrima que guardo y nunca derrame pues le llegue a tener un cariño especial. Pues si yo estoy orgulloso de mi padre, el tiene todo el derecho también de pregonarlo y aunque no estuve ahí cuando se escucho el disparo en la sien, definitivamente se que con sus ojos quiso decir, sin tiempo a pestañar:

‘SOY EL HIJO DE GARDEL’

Texto agregado el 31-03-2004, y leído por 387 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
11-04-2004 Me marcho Adrianu, gracias por todo. Soy encontrable si se me busca, y además volveré. Ceboncita
03-04-2004 Gracias por recordar a mi amado y desconocido hijo. Yr agradezco que le hayas hechoes e honor. gardel
02-04-2004 muy buen texto, lleno de nostalgia y recuerdos de barrio, bien descrito. El tango, melodías tristes, me imagino la escena con el tocadiscos y la música de gardel de fondo inundando el hambiente de la peluquería y la tristeza colmándolo todo al extremo de no resistir más y darse un tiro. un beso y no te daré más que cinco estrellas jajaja. LaPatineta
31-03-2004 Muy bien descripto, ahora creo que no tenía hjos, Gardel jeje, un besito AnaCecilia
 
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