De pronto enmudeció

la habitación estaba silenciosa
contagiada con el suspiro que él había guardado
para esa ocasión
era silencio a pesar de la desesperación de la madre y los hermanos
luego de esa última bendición y el padre nuestro que pronunciara

(muy pronto, muy pronto dijimos todos al unísono)

la habitación era un idioma triste
que hizo callar las montañas
de las que no pudo despegarse para sentirse protegido
porque la modernización no lo agarro, no le llego
pero si la ingenuidad del silencio campesino

la casa enmudeció
pero no los rincones que ahora miraban otro mundo
no-virtual, no-masificado, no-consumista, no-politizado
si-efímero
nadie sabía esto y el mundo aparentemente seguía

lo abrigaban lágrimas maternas

(quisimos que la razón hablara
pero fue en vano seguir así ese día)

mientras que él en su sueño decía a los más cercanos
lo que callamos en vida, el olvido ese;
lo decía escapándose
haciendo trampa
dejándonos con su recuerdo
volviéndonos mortales con su aliento ausente
con su nueva eternidad

estremecidos
con manos tristes unimos cuerpo y alma
y nos miramos como cómplice
escuchando lo que decía su silencio
y fuimos camino alterno
una vez que él se durmió y acostó la vida,
se escondió detrás de su adiós
y su partida se observa en estos recuerdos sobre él.

(A Nelson Rojas, en memoria 1980-2007)