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Quizá esta vez la noche es demasiado fría como para confiar en que la temperatura pueda subir, la seriedad del camino es envolvente, el tráfico es persistente, las cornetas de los autos ensucian la ciudad y alteran a todo el gentío, el autobús, ha dispuesto tomar otra ruta, necesito bajar, doy un grito movido por la falla del timbre que en esta ocasión como en otras no funciona.
La calle esta pasiva, el tiempo se ha detenido es momento para lo celestial o para lo humano, la vía es hielo, a la lejanía sombras de personas esperando turno, han tomado su pase y la ruleta no deja de girar, de un segundo a otro estas sombras se congregan frente a un cuerpo inerte.
Sangre, perturbación, dolencia, pensamientos internos, autoanálisis o tal vez todo lo contrario; olvido, indolencia en el corazón (Gaspar Hauser), en el piso yace un hombre, un charco de sangre forma un río en el que se inundan todas estas ideas, el hombre ha muerto; la sangre empieza a coagular, sí; el cuerpo no tiene vida, quisiera saber su nombre por lo menos, éste hombre merece que el día de su muerte se le conozca por su nombre.
Un paramédico junto a un policía, se acerca y observa detenidamente, el paramédico posa si mano sobre la yugular y como si fuese dios determina que este hombre ha muerto, la gente no se pasma sólo observa, un hombre ubicado a mi izquierda no es capaz de retirara la mirada de la sangre y la pregunta se vuelve inaplazable
-¿demasiada sangre, verdad? Una redundancia podría asegurar.
El no responde, no es que no lo halla notado, sino que ahora platica con la muerte, el tiempo se revoluciona como en una de esas películas posmodernas; tecnología, magia y sueño mezcladas en la mente, el hombre fija la mirada tanto que parece que es uno solo con la sangre, la muerte lo seduce, él tiene miedo sus ojos lagrimean y su piel es un erizo de expectaciones, su saliva un lago que se seca en un centenario sin lluvia, finalmente regresa a esté mundo y asiente con la cabeza para volver dormir. Ya no hay aire, ahora la gente se hunde en el más puro silencio, en el ambiente hay una presencia algo extraña, pareciera que con esta muerte todo la vida se ha extinguid, una a una la gente despierta de su letargo y sólo despierta para volver a soñar.
Poco a poco, hay más gente, algunos los llamarían mirones otros más sólo perseguidores, camino a mi vivienda, en una esquina, escasos metros al accidente tropiezo con una libreta, más bien un álbum fotográfico, con la leve leyenda “Mi familia”, con espacio para quince fotos, con la indescriptible rareza de que sólo hay una foto, una familia pequeña, compuesta por un padre, madre e hijo, alrededor de cuatro años tiene el pequeño, el hombre vestido muy elegante en un saco negro, la mujer con un largo vestido de noche al parecer gris muy sombrío, el crío en un saco igualito al de su padre y un sombrerito que hace juego con los tirantes negros en un pantalón que al igual que a su padre le queda corto y resalta las botas de minero que el abuelo pudo haber regalado a ambos en una fecha especial. En la foto, el tiempo que ansioso espera una respuesta, características ocasionadas por las pastas desgastadas y el excesivo uso, además del campo reservado para las fotos imperan veinte páginas con un largo relato no menos extraño que la única foto, el relato es algo semejante a un diario, cómo si en veinte páginas se pudiese reducir la vida de un individuo.
Al llegar a mi casa tomo un trago como todas las tardes y entre tanto ocurre esto, me voy convenciendo de no asistir al trabajo, pero la necesidad resulta más cabrona y nuevamente asistiré al trabajo.
Es horrendo ver a mis clientes, que a gritos exigen facturas, éste día me la he pasado pensando en el álbum fotográfico, miles de dudas han cubierto mi cabeza, me he dado cuenta de que la curiosidad es grande, generalmente no acostumbro a leer este tipo de cosas de hecho ni siquiera lo había pensado, pero en ésta ocasión destinare lo que queda de esta tarde, para darle lectura al breve escrito.

Junio 1990

Llegué de mi trabajo a eso de las once de la opaca noche, una vez más con exceso de cansancio, cosa de todos lo días, descomunalmente asediado, una vez más el gerente exige documentación en orden perfectamente geométrico, tradicionalmente otra llamada de atención por no quitarme la corbata a la hora de la comida, una ultimátum de retiro de bono de producción por llegar tarde, sucedidamente aguantar la cara de Jerónimo quien parece excitarse con una simple mirada de algún administrador, he pensado en veces que este tipo tiene el anhelo o podría ser ambición de servir como mano derecha de la administración, ese que cubra las demagógicas palabras de alivio que la empresa tiene enlistadas para todos los empleos de rango medio, medio-bajo, bajo-regular, bajo-bajo y bajo más bajo incluyéndome a mi en todos estos..
Aquí en casa me sorprende que no tenga más palabras que decir y empiezo a describir mi cuarto, en el muro que da a la ventana de la calle se encuentra suspendido un reloj que en algún tiempo lo imagine de color azul, con galas doradas, manecillas fuertes, vigorosas, vibrantes y brillantes, con una seguridad infalible, con el tiempo en sus manos, y así se mantuvo mucho tiempo, contrario ahora se mira aquejado por éste mismo, a la vez infortunado por el dolor que causa el paso de los días.
Veinte minutos para las doce de la noche, la casa más fría que antes, la puerta en el mismo lugar, nunca se moverá, al igual que yo, esta gran puerta café con grandes contornos tan desgastados como vacíos y chapas en la manija que se ofrecen para ilustrar el contenido que ansioso espera como una antesala para esa tragedia al ser acariciadas.
Empezaba la mañana o tal vez la noche, me levante y quería beber algo, tal vez una cerveza o quizá un poco de ron, después de tomar un bocadillo, antes de salir de casa, esta que no tiene nada de fantástico sino al contrario es repugnante, donde una puerta color blanco da la bienvenida, con un buzón de correo que jamás ha sido utilizado, ni será, las paredes color durazno, con una indicación de número oficial veintidós, oficial para quién, para mi, todo el tiempo lo olvido, con hostigante calma el sitio susurra a los vecinos que todo sigue igual, en el interior o en ya casi la salida un tambo oxidado junto a la vivienda del vecino, que solo nos deja ver una puerta de madera carcomida por el apolillado camino que ha recorrido, tan carcomida como el anciano que vive ahí, en ocasiones me daba por pensar; si en algún rincón había o existía algo para mí o para él, lo dudo mucho, el mundo esta hecho para los que saben reír y han olvidado como llorar, yo al contrario aprendí a llorar y me especialice en amargura y margine la risa, recordaba también que a menudo mi cama me hacía evocar o pensar este tipo de cosas, mi cama aquella en la que noche con noche, se revuelcan recuerdos extraviados en mis ojos, las sabanas blancas como deben ser, las colchas lucen colores un poco opacos pero al fin de recuentos son colores, además de esta grotesca compañera una gran marco vacío esperando a hallarse ocupado, ha, olvidaba que también hay una mesa que forma parte de la cocinasalaestudiobiblioteca y también dormitorio en donde desde hace días reposa este escrito que por las noches redacto, esta integrado a éste álbum fotográfico que obsequio el gerente o me parece que fue por concepto de utilidades de la empresa, no importa de hecho ni lo recuerdo bien.
En esta libretita o mini álbum fotográfico con hojas para escribir, con pastas negras enmohecidas, alquitranadas por el humo de todas las noches con el centro de la carátula forrado por una tela aterciopelada color rojo, recargado disimuladamente hacía la izquierda un bello apunte con letra manuscrita, en tinta negra casi medieval “Mi Familia”, al abrirlo podrás notar que no hay foto alguna, el álbum esta vacío, el silencio me envuelve en una gris atmósfera, de mis ojos casi sin querer corrió una lagrima, que dio origen a muchas mas, que llego hasta mi barbilla, recorriendo un largo trayecto como si fuesen ciudades de distancia ocupando mi cara, dejando marcas difíciles de borrar como sellos y señales de que estoy vivo, algunas se acercan a mis labios me abrazan me indican que se hace tarde, que es hora de salir, algunas otras al caer congelan el tiempo este último fue el factor que me hizo dejar de escribir, para salir a buscarme a mí, o por lo menos un lugar donde perder esta sombra que no es más que un retrato de mi.
Ya en la calle encuentro en el ambiente un olor familiar esta desierta como desierto ha estado mi camino, emprendo mi andar rumbo al centro de esta enorme ciudad abordo el metro, al parecer ya es el último viaje, la lentitud es más que una muestra de ello, llegando a Hidalgo me deslizo a la salida sur y agarro rumbo hacia la calle de Cuba en la que en los últimos días he caído en un barcillo llamado “La región más transparente”, justo una cuadra antes de llegar me encuentro con un tipo bastante golpeado que me pide un par de pasos para llegar a su casa aquella que desde hace años a olvidado donde encontrarla, con toda franqueza el tipo no se ve tan mal, después de darle unos pesos se va tambaleándose por la acera contraría quizá venía huyendo, al igual que yo, y al igual que él, yo trato de escapar o quizá existía exiliado o acaso cansado y así mismo se pasara recorriendo su ruta como yo.
Pasos antes de entrar al bar me topo con un mendigo, que dice haber nacido ciego que el sabe que nunca llegara a ver y si lo hace no estará seguro de que eso sea ver, con su mano alcanza mi brazo término que supongo el no entenderá de la misma forma, con sus labios me pide alivianar su resignación que a mi entendimiento no es más que la resignación mía, con sus oídos escucha caer en sus manos mi ayuda y con sus labios que jamás se entero que son pequeños me agradece, un par de monedas una de cinco pesos y otra de dos pesos bastaron para poder darme cuenta de que el único que en esta sitio podía ver, era él, me entere de que mi ceguera no era el final sino sólo un incontenible principio.
No había notado que la estructura de edificios que rodean al bar esta plagada de bellezas como ese edificio que esta enfrente una bella vecindad del siglo pasado que aún conserva la enorme puerta de madera o ese hotel de un par de ancianos exiliados de la guerra civil española que tiene en su fachada un fuerte aire colonial o aquella marquesina de esa tienda de telas que tiene grabado caras de ángeles o aquella cabeza de víbora que con gran sentido del humor el arquitecto dejo que se quedara en la esquina del edificio o que me dicen de ese edifico que ocupa una manzana entera y que en su interior tiene adornos bañados en oro y plata, vaya que si es real esta arquitectura o el hotel habana que esta a cuadra y media del hotel cuba, quienes se pelean todas las noches a los espectros que llenan los cuartos y hacen girar, reír, llorar y bailar a todo el hotel.
En este bar, al que me he acostumbrado a venir donde un chico no muy alto con el cabello corto tipo militar, sirve las bebidas, este chico es un tanto serio y posiblemente en ello esta lo que lo hace agradable, consumo un par de cubas con tehuacan poco hielo, poca cola, bien cargadas ya cuando en el reloj marcan las dos de la mañana o de la noche regreso a casa y me voy recordando acaso la platica más larga que he tenido en estos días.
¿Qué le sirvo hoy señor?
-no me llames señor, háblame por Demetrio
-muy bien señor Demetrio
-nada más Demetrio
-bien Demetrio beberá lo mismo de ayer
-así es joven
-no me llame joven, mi nombre es Beto, así me conocen todos
-bien amigo Beto sírveme lo mismo y dime como va la noche
-enajenada como todos los días
- y el día como estuvo
-enajenado como todas las noches.


Primera mitad de Agosto

Una vez más estoy en mi cuarto, aquel que con anterioridad describí superficialmente vacío, ahora me parece al igual que ayer, anteayer y hace un mes embarrado de gran soledad. Cerca de un mes tiene que no voy a la región más transparente a visitar al amigo Beto, el día de mañana me daré una vuelta después de la faena en la oficina.
Fui al bar como lo predispuse y al caminar hacia éste, me llamo la atención una casa que antes fuese una fabrica y ahora estaban vendiendo todo como antigüedades, no me sentí con ánimos para entrar, seguí avanzando en una esquina donde tuve que doblar a la izquierda, que raro en este país la mayoría camina hacia a la derecha, claro creo yo, sin darse cuenta, en el suelo justo afuera de un restaurante de reconocido nivel culinario culenario culeriano, una mujer que no acaba de estirar el brazo para pedir unos pesos, mientras que con la otra mano llama a su pequeño hijo que descalzo recorre la apestosa urbe, el chamaco lleva la cara manchada, grasosa no tanto como la madre, ella vuelve estirar el brazo al momento que paso junto a ella y casi gimiendo alcanza a decir algunas palabras que servirán para olvidar que es lo que esta haciendo, para ser franco nunca me ha gustado dar limosnas, por un asunto que tiene que ver con la superioridad quizá en algún momento tenga tiempo para explicarlo, muy pocas veces lo he hecho y esta no fue la excepción, me quede pensando un tiempo en la mujer del escuincle descalzo pero al rato se me olvido, igual que el ciego, pero esto dio pauta para otra consideración, me interrogo por que aquella gente acomodada de pudiente, que dona dinero a grandes fundaciones de ayuda o como dicen ellos de bene- fi-ciencia o bene-fi-cienciapública por que no ayudan a reducir éste tipo de problemas, o por qué no ofrecen empleo, cada cual su respuesta, además de que en estos tiempos muchos términos confunden tanto, no se difiere entre lo público y lo no público, por qué además no es igual que privado, por ejemplo lo que ayer era gratuito y beneficiaba a la sociedad se decía público, hoy lo que no es gratuito es público por que basta que lo usa la gente, la televisión y sus programas son públicos pero las ganancias se protegen en la cortina de lo privado, bien volviendo a los tipos de los donativos me cuestionaba sí sería mejor que vinieran a lavar sus conciencias a las calles de esta forma lo verían en carne propia y podrían presumir en sus grandes recepciones de haber visto la pobreza y ayudarla en toda su magnitud, pero lo dudo ya que el polvo de la ciudad puede ocasionar daños en los mercedes benz.
En el bar bebí lo mismo de todos los días, esta vez había un par de chicas que tenían una gran figura, trasero, senos y cara casi perfectos, les invite un par de copas, creo que me empieza hacer falta un poco de sexo y odio estarlo pagando, empezaba a entrar en confianza la bebida me estaba ayudando pero al instante llegaron un par de tipos de cuerpo atlético y se olvidaron de sus copas y de mí, a diferencia de mi que por la noche no pude olvidar sus copas y decidí regalarles una mano. Me parece que ni los tipos ni ellas pertenecían a éste mundo. Salí del bar, volvía a casa en metro y me tire a dormir.

Segunda mitad de Agosto 1990

El día de hoy al finalizar la amable rutina del trabajo me arroje al bar y bebí un par de rones y un tequila, he considerado que desde hace días mi neurosis esta volviéndose algo imposible, en las calles todo es igual, el metro, el hombre que bolea los zapatos, la mujer que pide limosnas, los jóvenes que talonean al personal, la prostituta que me sonríe y me habla con voz amable, el dueño del bar que lleva puesta una chaqueta café, pantalón bombacho en unos zapatos dos colores de charol, la canción 1513 de la rocola que nos traslada al mundo estrambótico de José Alfredo Jiménez, sólo esa casa que antes fuese fabrica y ahora remata antigüedades es capaz de romper con la uniformidad de esta gigantesca urbe, ya habiendo visto y aprendido de memoria muchos edificios me encamino a la aparente tiende de antigüedades, luego de cruzar por una iglesia que acompañada de criaturas angelicales grandes ojos, boca pequeña y sonriente, nariz pequeña y redonda, cabello quebrado y largo, hechas en cantera situadas en las esquinas superiores, con una puerta de madera colosal con cruces de bronce que simulaban ser oro en cada mango de entrada, un par de campanas gigantes en bronce con grabados en la parte superior algunos para indicar la fecha otros más sólo para adornar las de por si adornadas campanas.
Ya en la casa de antigüedades me entere de que se producían chocolates y caramelos en forma de chupirul, en ocasiones también funcionaba como almacén de cigarrillos, y que por razones de necesidad se estaban rematando las antigüedades pertenecientes a los dueños y algunos trabajadores, el señor que me atendía al mismo tiempo de contarme como vinieron a parar aquí todas estas cosas al mismo tiempo que caminamos rumbo al fondo del lugar, y así continuaba con su larga platica que ya para rato después era como todo un esbozo de la historia del lugar; en esta casa ha vivido mucha gente desde los empleados que se quedaban en los cuartos del segundo piso, hasta los dueños que de vez en cuando se quedaban a cuidar de la producción, entre muchas otras cosas contaba el anciano que vestía un overol azul al parecer uniforme de la fabrica, le pregunte por qué había cerrado la fabrica, y empezó de nuevo la charla, entre todos los trabajadores que vivían aquí, había una pareja en aquel entonces de jóvenes, estamos hablando de los finales de los 50s, no más bien ya eran los 60s, con un pequeño niño que era uno de los pocos entusiasmos de la productora, dice en el anciano rascándose la cabeza y concentrándose para no olvidar detalles tal pareja relata el anciano era muy querida por los dueños eso sorprendía a la gran mayoría de los trabajadores que no trabajaban en las mejores condiciones que se quisieran, no apreciaban a nadie o por lo menos eso hacían creer, esta pareja vivió bastantes tiempo aquí, pero obligados por una desdicha tuvieron que irse, que tragedia pudo ocasionar que se fueran pregunta de inmediato ya envestido por la duda, en ese momento entraron un par de turistas americanos y comenzaron una incesante lluvia de preguntas en relación a precios de algunas maquinas y cuadros.
En esta pequeña ciudad que podríamos llamar casafabricantigüedades, desde la puerta hasta el último rincón del segundo nivel, son totalmente viejos, al entrar lo primero que te sorprende es un largo pasillo deteriorado por la humedad donde los muros parecen estar apunto de caerse, a la izquierda sobre una mesa, cartas que en el timbre fechan 1961 aparte de, hay una caja de acartonada de color café, un color inaudito debido a la incertidumbre de que en alguna ocasión pudo haber sido de color negro, en ella un par de puros y varios carretes de hilos y agujas. En el pasillo que atraviesa el patio llegando a un pequeño cuarto que se semiluminan muy poco por un par de veladoras que matizado entre fisuras se distingue la figura de un santo tal vez san judas o cualquier otro de muchos que hay. Busco al viejo para preguntar acerca de éste cuarto, con una cara larga y un poco de nostalgia en sus palabras subraya no muy seguro de sus palabras o acaso sí, pero con un cierto temblor; los dueños lo mandaron a construir para el chiquillo de la joven pareja, pero desafortunadamente un día en el niño quedo atrapado entre las maquina y minutos después se dice que murió, los patrones dejaron todo, asimismo los jóvenes también se fueron, algunos dicen que los patrones amenazaron a la pareja y estos indefensos no hicieron nada. Ahora entenderá la tragedia a la que me refería, termina diciendo con un nudo en la garganta aquel ahora responsable del lugar y a mi juicio extrabajador de este lugar.
Entre todas las curiosidades con las que choque, una cámara fotográfica con un rollo sin revelar, zapatos antiguos y un poco chistosos, carteles en papel estraza con tinta roja y amarilla, un ropero sin luna con al menos cinco trajes, un espejo ovalado de metro y medio, una televisión de bulbos, un fonógrafo barnizado de café sobre una consola negra ya con tornamesa, un largo librero con un par de grandes enciclopedias y libros de variada temática, un reloj alto con vitrina donde las campanas suenan enérgicas aún.
En el segundo nivel o piso, logré entrar a dos recamaras, una cocina, un baño éste último bastante elegante taza, tanque y lavabo en color negro accesorios chapa de oro, demasiado extravagante, posiblemente este cuarto estaba reservado para los dueños, aunque ahora las paredes eran grises empolvadas y llenas de telarañas. En lo que podría ser una recepción, una guitarra que a juzgar por su apariencia nunca se uso, sobre una pequeña mesita un par de libro; ambos de la primaría uno de español el otro de matemáticas, en el muro que se ubica frente a la guitarra un calendario donde se remarca una fecha viernes 8 de Septiembre de 1967, no me había dado cuenta se había hecho muy tarde y me prometí en otro día visitar este lugar.
De nuevo en el trabajo, hoy estuve horas sobre el escritorio, los codos sobre una estúpida libreta de operaciones que sirve como anuario, mis manos entre mi cabello, mis dedos uno a uno se trepan en mi cabellera y deambulan como zombis, mis ojos se cierran al sentirse tapados por mis muñecas articuladas débilmente, el jefe entra hablando en tono grave, que nos demos prisa, por todo aquello de las excesivas norma de calidad, trabajo y eficiencia. Yo no hago caso, estoy demasiado cansado como para poner una mínima atención, sólo aseguro con la cabeza sin perder mi posición anterior.
Después de nueve largas horas de llenar papeles y requisitos, transportar archivos, revisar documentos, aguantar frases alegadas, compañeras maniáticas por comentar asuntos sobrantes, jefes con cara de malanoche, sonido de tecleo, voces alternadas sin entendimiento, después de aguantar todo esto y algunas cosas más que no quiero ni puedo recordar ahora, pensé en visitar la casafabrica pero el día de hoy termine agotadísimo.
Esta noche antes de dormir y continuar escribiendo, ideé en que había ocurrido con mi infancia, dónde había quedado, en aquella tarde en que me desperté en ese feo hospital sin recordar nada, o al igual mis padres quiénes fueron o quién les dio el derecho de acobardar esta situación, al igual me discutía si yo había huido o ellos habían huido de mi, muchas cosas resbalaban en mi casa antes de poder echarme a dormir.
Recordé a la secretaría que cada vez que me requiere un documento acerca sus senos lo más cerca posible de mis brazos casi descansándolos allí, pero también recuerdo su larga cara al ver que mi indiferencia la hace casi invisible, no es que la rechace tajantemente sino que evito las relaciones en el trabajo, como si necesitara más problemas.
Ya me siento muy cansado mis ojos están casi cerrados, mi cuerpo poco a poco va cayendo es hora de que duerma no sin antes proponerme visitar aquellas antigüedades, ansiosos estoy de saber que recuerdos esconde este lugar.



Septiembre 1990

Olvidé que el día de hoy iniciaba septiembre, por presentimientos extraños e inexplicables he tenido durante años la certeza de que nací en algún día de septiembre, de manera que llevando un calculo aproximado y nada claro debo de estar cumpliendo veintisiete años, por cada año que transcurre mi fecha de aniversario avanza, es decir cuando cumplí dieciocho, los celebré el dieciocho cuando veinte el correspondiente veinte de esta manera por cada sucesivo año.
El día no es por poco diferente a todos los anteriores, la señorita insistencia, el jefe sin importancia pero desagradable y el idiota de Jerónimo que como siempre lo miro por poco hincado esperando al gerente, veo en el reloj una y otra vez esperando la salid, la secre se me acerca y pide en su clásica manera que archive un documento, el jefe pregunta, afirmando que me quedare dos horas más, ya que el día de hoy vendrá un alto ejecutivo de baja ética, se suponía que desde hace dos horas tenía que haber llegado, pero con eso de las agendas llenas y los compromisos con otros de la especie miserosocial; se retardará sólo un poco, haa, pero para gran fortuna personal, el ha avisado que ya esta muy cerca de aquí, dice el pendejo de Jerónimo; es muy importante que estemos presentes por qué vendrá a darnos una gran noticia, vuelve a replicar Jeronimillo. A quién le importa eso, me viene a la mente, que más da lo tengo que esperar, pero enseguida llegue, nos divierta con su muy humana visita y se largue, huiré lo más pronto posible.
Bien, el tipo no llegó dos horas después, sino dos y media, su aspecto era como de un muñeco de esos que hacen para las barbies, alto, rubio, vestía elegante, pero elegantemente se veía ingenuo y también elegantemente lucía su estúpida sonrisa de aparador, camino con unos pasos brincaditos y largos hasta colocarse frente a nosotros, luego de que el jefe a manera de bailable nos acomodara en fila y dijo el ya afamado ejecutivo de incuenta; compañeros, esta tarde, es una de esas para festejar, el día de hoy es para enmarcarlo en la historia de esta compañía, sé nos acaba de autorizar una ampliación de la empresa que dará crecimiento para todos, ahora contaremos con otra dependencia para lo cual necesitaremos un supervisor, de modo que ustedes saben lo que significa esto, termino de ladrar el ejecutivo. En la cara de Jerónimo observe tal sonrisa que parecía gritar a nudos silenciosos de felicidad, parecía tener un orgasmo inimaginable, era tan patético ver eso, que hasta llegue a sentir lastima por él, incluso sentí más lastima por él, que la que últimamente había estado sintiendo por mí.
Finalmente la noticia fue buena al menos para algunos de nosotros, como lo pensé, salí huyendo de este sordo lugar y me dirige a la casa de antigüedades que para ese entonces ya había cerrado, toque la puerta hasta el cansancio y no paso nada, me moví hacía el bar, bebí solo un refresco, salude a Beto y escape a casa. Aquí sólo consigo escribir estas líneas y me voy a dormir.
Pues el día de hoy decidí no ir al trabajo, quien lo iba a notar todos estaban entretenidos con la fiesta, desde muy temprano sin asearme tanto me encaminé directo a la fabrica de antigüedades, estando ahí recorrí nuevamente todo como si hubiese olvidado cada rincón. Esta vez dedique exhaustivo tiempo al pequeño cuarto, al del hijo de la pareja que murió en las maquinas, el cuarto era tal como perduraba en mi mente, oscuro, un par de velas sobre un mantelito que recubría de extremo a extremo una mesita que se ladeaba por que una pata esta ya un poco carcomida, en esta pieza había también un pequeño mueble, donde en unos de los cajones había ropa de niño, y en otra documentos de cuentas ahora sin importancia, pero sobre el mueble existía una foto, al parecer de una pequeña familia, un padre, una madre y un niño acaso entre tres o cuatro años, la foto enmarcada sobre una cubierta de cartulina gris que era atravesada por una franja negra, por cierto bastante vieja y roída, la foto en blanco y negro, el padre vestía un traje abultado de elegancia para esos tiempos claro, la madre era bella, sus ojos resaltaban aún en blanco y negro, ella vestía un vestido gris y el niño al igual que el padre en un saco negro.
En el momento que la vi, me incitó a comprarla y eso hice, el precio no fue muy alto, al parecer de las cosas más baratas del lugar, me enfilé hacia casa no sin antes comprar una botella de ron y un refresco de cola.
Últimamente había dejado de escribir, llegaba del trabajo, me servia un café con ron, me sentaba y miraba la foto, la pensaba, la imaginaba, la soñaba, con esta actitud estuve durante días, una tarde que llegue del trabajo, me senté y la tome, empecé a observarla meticulosamente, como un relojero que busca la solución a la falta de una manecilla, quite el recuadro que servía de cubierta, me dispuse a colocarla en el marco que desde hace años se encontraba abandonado en el muro cerca del reloj, pero en el momento que la levantaba advertí una inscripción era una fecha 8 de septiembre de 1971 la anote en un cuaderno y acomode la foto en el marco sobre el muro.
Durante el intervalo que tarde en dormir, supuse que edad tendría yo por esa fecha, supuse entre tres y cuatro años, mire la foto desde mi cama una vez más, y me vino la absurda idea de que yo podría ser aquel niño, el tema enseguida desapareció de mi cabeza ya que me encontraba exhausto y no lo retomaría hasta el otro día.
Durante días el tema me robo un poco de tiempo y pensaba absurdamente en él, me preguntaba una y otra vez, que ocurrió con esta familia, al igual que con la mía, su hijo se dice había muerto y yo ni idea de mis padres o por lo menos no recordaba nada.
Una tarde poco antes de marcharme del trabajo, la secretaria me insistía que la invitará a beber un par de copa, me negaba una y otra vez, hasta que me anime fuimos al bar y bebimos un par de tequilas, el lugar comenzaba a resultar incomodo, ella me pidió que la invitara a casa, accedí de manera voluntaria, además me establecí que la necesitaba.
En casa más preciso sobre la cama en el cuarto de las ocurrencias materiales e ideales, ella dio un examen introspectivo al lugar y no dejaba de preguntar por todo.
.¿El reloj es muy antiguo?
-¿Hace falta hacer limpieza?
-¿Cuánto llevas viviendo aquí?
Yo respondí con frases breves; si, un poco, no mucho, pero cuando su mirada se clavo en la foto se sorprendió tanto y dijo:
-Creí que vivías solo.
De hecho si vivo solo, contesté, ella cuestiono quiénes son los de la foto. Me quede pensando unos segundos e indiqué; mis padres, murieron cuando yo tenía cuatro años y el único recuerdo que tengo de ellos es esa foto, ella automáticamente mostró una cara de tristeza.
- cuanto lo siento
Dijo con palabras secas y angustiosa levedad, no te preocupes no importa, además de que no los recuerdo en lo más mínimo eso paso hace mucho tiempo, pero quieres seguir bebiendo le dije ofreciéndole una copa, asintió bebimos y follamos como adolescentes, toda la noche gozamos de calor, era la primer noche desde hace mucho tiempo que dormía sumamente caliente.
Al otro día llegue tarde al trabajo, ella ya estaba ahí al entrar sentí la mirada de todo el mundo, pensé, esta mujer debió haberles contado todo, no le di importancia salí rápido como de costumbre directo a la casafabrica, el encargado parecía estarme esperando, me saludo y me pregunto por la foto, aún la tiene con voz preocupada me dijo en dos ocasiones, aseveré y pregunte por qué.
- Lo que ocurre, es que los antiguos, los padres del niño, vinieron el día de ayer y preguntaron por la foto, yo les conté, que usted se había interesado mucho en ella, pero que no lo había visto desde dos días, entonces ellos me dejaron esta dirección para si usted podía les llevara la foto o me la diera a mi para dárselas.
Ellos alegaban que esta foto era demasiado importante para ellos me dijo el vigilante, que era el único recuerdo que tenían de su hijo el cuál los patrones les dijeron que murió.
Bien, le dije al vigilante, yo la iré a dejar personalmente, la dirección Av. Gladiolas número 30 colonia El Tiempo, al escuchar la dirección note que era a escasas cuadras de mi vivienda. Mientras caminaba a casa, sentía un extraño sentido, me conmovía la idea de conocer esa pareja, saber cómo eran, cómo vivían, que habían hecho tantos años sin su hijo, por qué hasta hoy iban por la foto, entre miles de preguntas más, claro sin olvidar cómo se llamó su hijo, pregunta que ni el encargado les pudo contestar.
Hoy por la noche mientras escribo esto, pienso en la foto, en lo difícil que es deshacerse de ella, pero por otro lado, en que la foto es de esos ahora supongo ancianos y ellos tienen el derecho de tenerla, ahora ya la he guardado en éste álbum y con este pequeño escrito. Aquí en la primer página para fotos se las entregare.
El tiempo ha sido testigo fiel de mi encuentro ritual en este presente sin futuro, dispuesto y seguro dirigiré mis pasos para entregar esta foto y olvidarme de todo.
Páginas en blanco
Páginas en blanco
Páginas en blanco
Páginas en blanco


El relato de las páginas en el álbum termina aquí, lo demás son hojas en blanco. La foto no ha llegado a sus dueños, me levanto y salgo de la casa, ya cerca de la dirección, recuerdo que justo a una cuadra antes donde el hombre murió, se ubica la dirección, encamino hacia aquella dirección, fuera del número treinta donde la puerta ésta que es de madera y las paredes sin pintar y maltratadas dan la bienvenida, tocó en múltiples ocasiones y no sale nadie, de la casa de a lado, sale una anciana que alegar vivir muchos años en esta colonia; explica que en esta casa vivieron hace muchos años una pareja de jóvenes que huían de un pasado muy triste, al parecer en el lugar donde trabajan el patrón les quito a su hijo y los obligo a huir, ellos buscaron la manera de recuperarlo pero fue inútil ya que después de unos días ellos murieron en un accidente automovilístico, y nunca volvieron a ver al pequeño Demetrio, tema de interminables platicas que ellos tuvieron conmigo y por ahora pues la casa se encuentra vacía y abandonada, nunca ha vuelta a vivir alguien aquí.

Texto agregado el 31-03-2004, y leído por 136 visitantes. (0 votos)


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