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La bebé llora a gritos. La madre la sujeta desesperadamente para que no caiga, pero ya está en el suelo. La levanta, la toma entre sus brazos y lo lleva rápido a la cocina.
-¿Dónde te pegaste, dónde? No llores, no llores, tranquilita...
El padre se levanta de enfrente de la televisión y golpea la mesa, gritando.
- ¡Ya se te cayó la niña, por la cresta!! ¡¿Cuándo vas a tener cuidado?! ¡Se le va a romper la cabeza, tú no haces nada! - patea la silla, que se rompe. Los hijos mayores se levantan, asustados, enojados.
- ¡Tranquilízate!
- ¡¿Cómo voy a tranquilizarme, si tu mamá no cuida a la guagua?! - grita demasiado fuerte, la niña llora aún más fuerte y los hijos no saben qué hacer, la madre lleva al bebé a la otra pieza.
- ¡Contrólate, queri’!! ¡Contrólate! ¡¿Cuando nos has visto pegándole a una silla?! ¡Córtala! - Hay palabras que no se dicen, pero que son evidentes: tranquilízate, imbécil; yo nunca he pateado una silla, hijo de perra!
- ¡Ustedes no hacen nada! ¡A su mamá se le pasa cayendo la guagua, anda sucia, apenas le da comida, y yo soy el culpable?!!
- ¡Nadie dice que seas culpable, pero aquí las cosas se hablan, no se gritan! ¡¿Cuantas veces me has visto gritando como...? - ¿..Como tú, como un desquiciado? - ¡Córtala, córtala!
- ¡¿Y si no qué, y si no la corto qué me vai’ a hacer?! - Muchas palabras que no se pueden decir. ¿Qué crees que te puedo hacer? Si no te gusta, te vas; ya te has ido muchas veces, ya sabes cómo hacerlo y dónde está la puerta, ya no me afectaría que te fueras de nuevo, me acostumbré a vivir sin ti, nos acostumbramos a tus mentiras...
- ¿Qué te voy a hacer? ¿Qué te podría hacer yo a ti? Nada. – dice tranquilamente la hija.
- ¡¿Entonces, poh?!
- Entonces nada. En esta casa no se grita, en esta casa no se le pega a la mesa y en esta casa no se patea la silla. – Parece que todo el tiempo que viviste en otra casa, con otra familia, olvidaste cómo se vivía aquí.
- ¡Claro, no se hace eso, pero tú te vas a esconder al computador, dando un portazo! - ¿Y acaso te importa?... - ¡Pero yo me preocupo de mi hija, y ustedes lo único que hacen es terminar discutiendo conmigo! ¡a nadie le importa, nadie hace nada!
- ¿Cómo no nos va a importar?! Es verdad lo que dices, pero no grites, es todo. Aquí nadie patea la silla. – Dice el hijo. Se sientan nuevamente en silencio, siguen viendo la televisión con los labios fruncidos, los ojos entrecerrados por la rabia.
Como si no hubiera pasado nada.

Me levanto del sillón, no quiero ser tan asquerosamente hipócrita. Voy donde mi hermanita y le pregunto dónde se pegó y si le duele mucho. Con sus tres añitos ha vivido mucho peor que como he vivido yo, y no se lo merece, pero tiene el don de poder olvidar, y lo agradezco.
Me abraza, se queda dormida, la acuesto y llega mi mamá a darle la mamadera.
Me gustaría pensar que mi padre nos quiere pedir perdón, pero no estaría tan seguro.
Salgo, me siento en frente del computador. Mi padre tose, mi hermano estudia, yo quiero salir a caminar bajo las estrellas que no observan sólo iluminan; quiero esconderme en la oscuridad para que nadie me vea sufrir; quiero sentir frío, mucho frío; quiero poder llorar, pero mi rostro es inconmovible.
Pero no hago nada, sólo comienzo a escribir.

Texto agregado el 30-11-2007, y leído por 253 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
02-12-2007 sin palabras crosti
01-12-2007 Para que decir como la realidad si esta la es. Sus 5* lovecraft
 
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