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Los relámpagos rasgaban las tinieblas de San Carlos de Bariloche. Junto al gran ventanal de su bungalow, Isolda Martínez observaba el furor de la naturaleza que se asemejaba a la violenta cólera que la embargaba. Acababa de ser víctima de un desengaño amoroso. Estaba comprometida con Juan Troncoso y tenían comprados los muebles para su futura vida marital cuando él desistió del matrimonio.
Una nueva mujer había hecho irrupción en su vida. La modelo Dolores Del Río había dado fin a la esperanza matrimonial de Isolda.
La furia de los elementos desencadenados hacía un adecuado marco a la mujer despechada que rumiaba su venganza. En su mente había surgido la idea de un homicidio y de utilizar para este objetivo a un hombre de bajo perfil, un obrero de la construcción llamado Jerónimo Montes. No se resignaba a la simple aceptación de los hechos consumados.
El iter criminis, el camino del crimen, comenzó a hacerse presente en la mente de Isolda. En ese momento de eclosión de la naturaleza, entró a considerar que el ejecutor material del crimen, un antiguo conocido suyo, de costumbres pendencieras, muy dado a las bebidas alcohólicas y sin escrúpulos morales, podría además chantajear a su víctima.
Maquinó obtener filmaciones de la intimidad sexual de su ex novio con su amada, mediante la instalación de una cámara oculta. Ella después lo amenazaría con exhibir esos videos clandestinos para conseguir el pago de una considerable suma de dinero.
Resolvió poner a su socio al tanto de sus proyectos.
- Jerónimo -comenzó diciéndole- quiero vengarme de la cochinada que me hizo Juan al dejarme plantada para nuestro matrimonio y necesito tu ayuda.
- La tendrá, Isolda, dígame qué quiere que haga. -Él estaba secretamente enamorado de ella y a eso se debía su obsecuencia.
- Quiero mandarlo al otro mundo pero antes deseo sacarle el dinero; para ello se me ha ocurrido una idea.
- Lo amasijaré, pero desembuche antes qué quiere que haga.
- Deberás ganarte su confianza ofreciéndole tus servicios, si él necesita algún trabajo de albañilería. Una vez que hayas logrado esto, tratarás de instalar en la casa una cámara para obtener filmaciones de la intimidad sexual de ambos. Luego pensaré en el modo de matarlo. Serás recompensado.
Siguiendo las instrucciones de Isolda, Jerónimo se encaminó hacia la casa de Juan, un hermoso bungalow con techo a doble agua situado cerca del centro cívico de San Carlos de Bariloche. Se vistió del ropaje de la cordialidad para dirigirse a su futura víctima, a quién nunca había tratado.
Para suerte del albañil, en la casa de Juan era visible el desprendimiento de un trozo de mampostería. El alumbrar del sol era mortecino cuando el operario llegó a esa casa en una fría mañana del mes de julio. En el momento del arribo del albañil, Juan Troncoso se hallaba en la acera de su casa observando despreocupadamente el paisaje del lago Nahuel Huapi y las montañas circundantes.
- Buen día, don, ¿no necesitaría en su casa un trabajo de albañilería?
- Efectivamente se ha producido un desprendimiento de mampostería y quiero hacer las reparaciones necesarias.
- Estoy en la lona y quiero hacer una changa.
- Lo tomaré para el trabajo. Lo espero la semana que viene.
- Gracias patrón, hasta luego.
Una vez que hubo concluido su coloquio, Jerónimo se dirigió a casa de Isolda para informarle de lo ocurrido.
- Isolda –comenzó diciéndole- todo anduvo bien, Juan Troncoso me dio la changa que le pedí.
- Te felicito, haremos las cosas sin apuro y en dos tiempos. Primero quiero sacarle a Juan cualquier cantidad de guita, amenazándolo con exhibir videos íntimos. Luego pensaré en la forma que no esté más en el mundo de los vivos. Ve la semana próxima a su casa y oculta la cámara en un lugar recóndito de la vivienda.
El albañil tenía confianza en sí mismo pero en el tiempo que restaba hasta la iniciación de su relación laboral, buscó sumergirse en la embriaguez, para tomar coraje para la tarea que iba a realizar. En la obnubilación que le proporcionaba la bebida, a Jerónimo se le olvidaba la gravedad de los hechos que estaba próximo a cometer. Antes de dar comienzo a su relación laboral, concurrió a la casa de Isolda, para que ella le hiciera entrega de la cámara con la cual habría de obtener los videos.
- Se muy prudente al instalar la cámara, trata de pasar completamente inadvertido- díjole Isolda.
- Eso haré, no se preocupe.
El operario, una vez que hubo llegado la fecha del comienzo de su trabajo, se encaminó a la casa de Juan Troncoso para dar inicio al mismo y a su raid delictivo.
Las turbulentas aguas del lago Nahuel Huapi y algunas nubes amenazantes, ahora hacían de adecuado marco a la predisposición de Jerónimo. Sin embargo, muy distinta fue la disposición de ánimo del dueño de casa, al recibir a su asalariado.
- Buen día Jerónimo, mi expresión de deseo no condice con el estado del tiempo que no es tan bueno. Me gusta porque usted es puntual. Adelante y siéntase como en su casa.
Jerónimo se sintió confundido ante tan buen recibimiento que contrastaba con sus siniestras intenciones pero la imagen de Isolda se sobrepuso a la de Juan Troncoso.
- Muchas gracias patrón -se limitó a decir Jerónimo y se introdujo en la vivienda dispuesto a dar comienzo a su trabajo.
-No se apure para empezar su tarea Jerónimo, el día es desapacible y quiero convidarlo con whisky.
- Gracias patrón, la verdad es que hace mucho frío y me vendrá muy bien.
Juan sacó la botella del armario y prestamente la destapó.
- ¿Siempre vivió en Bariloche, Jerónimo?
- Sí, patrón, he nacido acá y creo que también moriré en Bariloche. Pienso que soy de esas personas que nacen y mueren en un mismo lugar.
- Yo nací en Cipoleti, pero me vine a vivir a Bariloche atraído por sus bellezas naturales.
La charla entre Juan y Jerónimo llegó a su fin y éste se dispuso a dar comienzo a su labor. Llevaba oculta, en su bolsillo interior de su campera, la cámara con la cual habría de obtener los videos clandestinos. En el desempeño de su trabajo, Jerónimo demostró lo que siempre había sido: un buen operario. Quedó a la espera de la ocasión propicia de poder ocultar la cámara en un lugar recóndito del dormitorio de Juan. La oportunidad se presentó finalmente cuando vislumbró unas luces dicroicas en el techo de dicha habitación. Sigilosamente la instaló, pasando completamente inadvertido para Juan, que en ese momento se hallaba tomando mate en la cocina. Las filmaciones sexuales deseadas fueron obtenidas.
Durante algunos días las relaciones entre Juan y Jerónimo transcurrieron normalmente como así lo quería este último, que hacía ostentación de una falsa cordialidad. Ambos cambiaban a veces impresiones sobre las bellezas arquitectónicas del lugar y Juan ponderaba el estilo gótico de la iglesia de Bariloche.
- El famoso arquitecto de los años veinte, Alejandro Bustillo que fue el artífice del edificio en el cual nació el Ché Guevara, ha sido también el autor de esa hermosa construcción.
- Lo escuché nombrar, patrón y conozco sus referencias de profesional valiosísimo.
La armonía que reinaba en esa relación de dependencia no habría sin embargo, de tardar en romperse. En la soledad de su dormitorio conyugal, una noche que Dolores Del Río no había concurrido a hacerle compañía, mirando hacia el techo se percató de la presencia de un objeto extraño en la luz dicroica. Durante un largo rato Juan quedó intrigado sobre lo que podía ser aquello, pero luego fue vencido por la fatiga y se durmió profundamente, pensando en que aclararía el misterio al día siguiente.
Cuando despuntó la nueva aurora, Juan fue en busca de la escalera que se hallaba en el galpón de su patio y se dispuso a examinar cuidadosamente el objeto desconocido.
- Es una cámara oculta, no puede haberla puesto aquí más que Jerónimo, el muy taimado- murmuró Juan cuando la hubo examinado detenidamente. Acto seguido quiso ver lo que había obtenido y sintió una gran indignación.
“No le perdonaré esta invasión a mi vida privada, no hay duda que quiere chantajearme”- pensó Juan.
Al reintegrarse a su labor, Jerónimo se extrañó al ver el gesto adusto de su patrón que contrastaba con la manera afable y cordial con que siempre lo recibía.
- Jerónimo quiero hablar muy seriamente con usted- le dijo secamente.
Sintió una gran turbación al presentir la tormenta que se avecinaba, pero trató de sobreponerse y mantenerse sereno, aunque poniéndose en guardia.
- Como quiera, patrón- contestó con aparente sumisión.
-Has traicionado mi buena fe y la confianza que te dispenso, hijo de perra.
- No sé de qué me habla, patrón.
- Sí que lo sabes- replicó Juan presa de violenta cólera.- Me estoy refiriendo a tu invasión de mi intimidad valiéndote de ese medio artero.
Jerónimo se sintió embargado por una violenta emoción al percibir que sus intenciones habían sido descubiertas, su presión sanguínea subió al máximo y sin decir palabra echó mano al pico, el cual en una fulminante parábola, penetró en el pecho de Juan. La sangre comenzó a manar abundantemente de la víctima y unos pocos segundos más tarde, expiró. No dio por terminado su accionar con la muerte de Juan y decidió continuar su raid delictivo robando cuanto podía. Sin tener ningún remordimiento de conciencia, palpa los bolsillos del muerto en busca del juego de llaves que le permitiría abrir el ropero del dormitorio de su patrón en dónde se hallaba el dinero. Consiguió su objetivo abrió el ropero y posteriormente, el secreter. Su hallazgo lo dejó mas que satisfecho, encontró una chequera, diez mil pesos y un alhajero con una cantidad de joyas, algunas de las cuales tenían un valor mas afectivo que patrimonial.
De pronto un sonoro timbrazo sobresaltó a Jerónimo.
Acudió a ver quien era el inoportuno visitante, pero obviamente no abrió la puerta de calle sino que espió a través de la rendija de la ventana. Con gran sorpresa se encontró con la visión de una hermosa mujer que no le era desconocida: se trataba de la modelo Dolores Del Río.
“De ninguna manera le abriré la puerta y esperaré aquí a que se vaya” pensó Jerónimo. El timbre sonó a intervalos un par de veces más y luego Dolores Del Río se marchó.
Pasada esa difícil situación, Jerónimo se dispuso a comenzar a robar. Sustrajo la chequera, los diez mil pesos y la mayor cantidad de joyas que contenía el alhajero. Cumplida su siniestra faena, Jerónimo echó llave y se retiró de esa casa en la cual reinaba la muerte. Luego arrojó la llave de la casa de Juan en un desagüe.
Jerónimo se dirigió a la casa de Isolda para ponerla en conocimiento de su raid delictivo.
- Se han acelerado los tiempos Jerónimo. Estoy satisfecha porque Juan ya no está en el mundo de los vivos y que le hayas hecho un agujero en su patrimonio. Quiero que tengas tu parte en lo que has robado. Serán para vos, cinco mil pesos y algunas de las joyas. Debemos asegurarnos que no quede ningún vestigio de huellas digitales, ni de indicios que puedan proporcionarle pistas a la policía. Para ello deberás cumplir con otra misión, ir nuevamente a casa del finado e incendiarla aprovechando el manto de la noche. De esta forma el cadáver de Juan quedará también incinerado y se creerá que su muerte fue accidental y una consecuencia lógica del incendio.
En cumplimiento del mandato de Isolda, Jerónimo acudió durante la noche a la casa de su víctima provisto de material inflamable oculto entre sus ropas. Con una ganzúa abrió la puerta de calle y luego cumplió su pirómana tarea. La casa envuelta en llamas, pasó inadvertida momentáneamente para los vecinos entregados al sueño dado lo avanzado de la hora, las dos de la mañana.
Jerónimo se alejó del lugar, en el cual quedaría el cuerpo carbonizado de su víctima. Juan no se había atrevido a hacer la denuncia por chantaje porque lo había embargado un sentimiento de vergüenza por la posibilidad de ser conocida su intimidad sexual.
Juan Troncoso, hombre muy acaudalado de San Carlos de Bariloche, había beneficiado a la modelo Dolores Del Río con un testamento, según el cual, en caso de producirse su fallecimiento ella heredaría toda su fortuna. Al tener conocimiento del incendio de la casa y la desaparición física de su novio, la modelo sintió que las sospechas podrían recaer sobre ella ya que se desconfiaría que pudiera tener interés en quedarse con la fortuna de Juan como una heredera apresurada.
En la mente diabólica de Isolda surgió la idea de eliminar físicamente a Jerónimo ya que éste en lo sucesivo podría ser sometido a un interrogatorio policial y tal vez a apremios ilegales y decir la verdad, respecto a que Isolda era la instigadora y la autora intelectual del crimen.
“Dentro de muy poco, Jerónimo no será un estorbo para mí”, pensó Isolda. El envenenamiento fue el método elegido para terminar con la vida de su eventual aliado. En la relación que siguió con éste, trató que todo siguiera su curso natural como si nada extraordinario hubiera acontecido. Consiguió cianuro, el cual disolvería en una taza llena de té.
- Quiero invitarte a que tomes té con limón, Jerónimo, es estimulante y te hará bien.
- Gracias Isolda.
Acudió a la cocina para preparar la infusión y vertió en la misma unas gotas de cianuro de un frasco que había depositado previamente en un aparador. Luego de haberle proporcionado la bebida se detuvo a contemplar el efecto que se produciría. Al cabo de pocos minutos, Jerónimo fue presa de una convulsión e interrogó a Isolda:
- ¿Qué me has dado?
Una sonrisa satánica fue toda la respuesta de ésta, a los pocos segundos, su víctima se desplomó sin vida en el suelo.
- Mi obra está cumplida. Éste ya no será un obstáculo para mí. Aguardaré a que llegue la noche para arrojar su cadáver al lago Nahuel Huapi - murmuró Isolda. Llegado el momento esperado, envolvió el cadáver en una manta negra y lo depositó en su camioneta Fargo que se hallaba en el garage. Se dirigió a un lugar convenientemente apartado del Lago y, fuera de la vista de la gente, arrojó el cadáver a sus aguas turbulentas.
Días después un catamarán con turistas a su bordo surcaba las aguas del Lago. La mujer que se desempeñaba como guía turística dijo al timonel:
-Me parece ver un bulto flotando a unos cien metros a nuestra derecha. Creo conveniente que nos acerquemos.
–No hay problema Florencia, así lo haremos.
La embarcación recorrió el corto tramo que la separaba del objeto desconocido.
- Es evidente que se trata de un envoltorio, Jacinto. Mirá esa manta ha sido arrollada en torno a algo que ignoramos. Subámoslo a bordo para ver de qué se trata.
- ¡Santo Dios! Es un cadáver Florencia. Podría tratarse de un homicidio.
- Es conveniente que regresemos. Daremos la noticia a los pasajeros, diciéndoles que presuntamente se trata de un ahogado, para no alarmarlos.
Los pasajeros del catamarán recibieron la noticia no sin inquietud.
El humo del cigarrillo de José Machado, jefe de división homicidios de la policía de San Carlos de Bariloche, llenaba el ambiente de su oficina. Absorto en dolorosos problemas familiares, Machado tenía una hija sordomuda que asistía a la escuela Señas, escuchó un sonoro golpe en la puerta de su despacho que lo sacó de su abstracción. Florencia fue la portavoz de la noticia del hecho delictuoso ante el comisario inspector Machado:
- Se trata de un presunto homicidio, inspector, ya que el cadáver estaba envuelto en una manta negra.
Machado no dudo de cuál sería su primera línea investigativa; haría una autopsia al cadáver. El cuerpo inerte de Jerónimo fue depositado en la morgue y la autopsia confirmó la muerte por envenenamiento.
La segunda línea de investigación en el crimen de Jerónimo, fue averiguar cuáles fueron sus últimos movimientos y la persona que lo vio por última vez. Se pudo recabar informes que la víctima había sido en vida, un buen operario, pero de una vida licenciosa y muy dado a las bebidas alcohólicas. Las pesquisas se orientaron luego a averiguar dónde trabajó por última vez. Varios testigos oculares proporcionaron a Machado el dato que Jerónimo Montes se había desempeñado como albañil en la incendiada casa de Juan Troncoso. Este indicio exacerbó aún más la suspicacia de Machado.
- Es necesario que el Juez autorice una inspección ocular y la intervención de los peritos, sospecho que este incendio no ha sido accidental - dijo el jefe de la División Homicidios a sus subordinados.
El Juez en lo criminal y correccional, Dionisio De La Vega, autorizó la inspección ocular y las pericias solicitadas por Machado. Los peritos pudieron verificar que en la casa se había producido un escape de gas intencional, que después había entrado en contacto con materias inflamables y que la muerte de Juan Troncoso se había producido por una herida en el pecho.
Entretanto Isolda Martínez tuvo conocimiento del accionar policial, debido a la conmoción que se había producido en la ciudad. No quería despertar sospechas. Comprendió que su situación peligraba si permanecía en Bariloche.
Otra línea de investigación trató de averiguar cuales eran las personas que frecuentaban la casa de Juan Troncoso. Fue así cómo se supo, por dichos de los vecinos, que una asidua concurrente era Dolores Del Río.
Un prolongado timbrazo interrumpió la quietud que reinaba en la casa de la novia del asesinado Juan. Embargada por cierta turbación, la modelo acudió al llamado.
- Buen día señorita, somos de la División Homicidios y queremos hacerle algunas preguntas.
- Estoy a su disposición. ¿Desean tomar una taza de café?
- Agradecemos su atención. ¿Conocía usted a Juan Troncoso?
- Así es. Tuve con él una relación sentimental que duró hasta su muerte.
- ¿Su relación transcurrió siempre en buenos términos o hubo alguna discusión fuerte o altercado que la interrumpiera?
- Fue completamente normal, si bien es cierto que como en toda relación humana, dos personas no son completamente iguales, disentíamos en algunas cuestiones.
-¿Qué estaba haciendo usted la mañana del 7 de agosto en la que Juan Troncoso fue asesinado?
-Esa mañana me dirigí a la casa de Juan pero nadie acudió a mi llamado y nunca más me contestó al teléfono, eso fue aproximadamente a las 10:30 hs, luego tuve una cita con mi representante.
- Bien señorita, gracias por su colaboración, sólo le quiero hacer una última pregunta: ¿Sabe si usted fue la única mujer a la que amó Juan Troncoso o tiene conocimiento de algún romance anterior?
-Él alguna vez me habló de una tal Isolda Martínez, creo que la dejó porque yo la superaba en atractivo físico.
- Esto es todo por ahora, si la volvemos a necesitar recurriremos nuevamente a usted.
- Estaré a vuestra disposición, inspector.
Los representantes de la ley se alejaron del lugar y Machado comentó a sus subordinados:
- Creo que nos vamos acercando a la punta del ovillo, falta confirmar la coartada de Dolores del Río pero Isolda Martínez debió haber estado completamente resentida.
El Fiscal Alberto Capuano, representando los derechos de la sociedad de San Carlos de Bariloche, ofendida por el acto criminal, comenzó a ejercer su papel de vendetta pública. Creyó conveniente citar a declarar, en base a lo investigado hasta ese momento, a Isolda Martínez. Aconsejó asimismo al juez que prohibiera la salida del país de los principales sospechosos Isolda Martínez y Dolores Del Río. El juez Dionisio De La Vega accedió al pedido del fiscal. Isolda fue notificada en su domicilio de la citación del fiscal. Compareció ante él, simulando tener el aplomo de una persona que tiene la conciencia perfectamente tranquila. El hombre que asumía la defensa de la sociedad comenzó a interrogarla:
-Buen día señorita, deseo hacerle algunas preguntas en relación a las muertes de Juan Troncoso y Jerónimo Montes y al incendio en la vivienda del primero de los nombrados.
- Estoy a vuestra disposición, señor fiscal.
-¿Conocía usted a Juan Troncoso?
Así es. Yo fui su novia hasta que me plantó.
-Y usted, obviamente, quedó resentida.
- El resentimiento lógico que puede sentir una mujer despechada.
- ¿Que estaba haciendo usted el 7 de agosto?
- Me encontraba realizando la tareas que cotidianamente hago en mi casa.
- ¿Alguien la visito?
- No recibí la visita de nadie.
- Así que nadie podrá testificar que usted estuvo en su casa como acaba de decir.
- No, lamentablemente.
-¿Conocía además a Jerónimo Montes?
Sí. Aunque no mucho, se trataba de un hombre muy eficiente como obrero de la construcción y alguna vez requerí sus servicios como albañil.
- Y el 13 de agosto… ¿Que hizo?
- Mi vida es muy rutinaria y soy una mujer amante de la soledad, estuve en casa y no vi a nadie.
- Gracias, por su colaboración señorita, si la necesito nuevamente, la volveré a citar.
- Estaré dispuesta a satisfacer sus requerimientos, señor Fiscal.
Alberto Capuano decidió citar a Dolores del Río.
La modelo al ser notificada de la citación pensó que tal vez pudiera seducir al fiscal, a quién todavía no conocía, pero que probablemente, participara de la debilidad que tienen muchos hombres ante los encantos que posee una mujer hermosa. Para ello se puso un vestido escotado con una minifalda que realzaba la estética de sus piernas bien torneadas. Recurrió también a un perfume que despedía una deliciosa fragancia y luego se dirigió a la entrevista.
Al verla, el fiscal quedó encandilado ante tanta belleza, pero no pasó inadvertido para él, que la manera de vestir provocativa de Dolores, había sido elegida deliberadamente como así también la colonia que tenía tan hermoso aroma. Su interrogatorio coincidió con aquel realizado por el funcionario policial Machado y las respuestas fueron las mismas. Capuano, gracias a las pericias realizadas, ya estaba en conocimiento de que Juan Troncoso había sido asesinado con un pico. Como muchos abogados, Alberto Capuano era un hombre perspicaz. La manera llamativa de vestir de Dolores y su embriagador perfume le habían hecho pensar que la mujer quiso seducirlo. “Me parece que esta mujer tienen algo que esconder”. A partir de esta primera sospecha otra fue incubándose en su espíritu y es si Dolores pudo haber tenido algún interés patrimonial en el crimen de su novio.
Fue así como pidió autorización al Juez para recabar informes en las escribanías de San Carlos de Bariloche de si la víctima pudo haber dejado un testamento a favor de su ex novia. El juez autorizó dicha búsqueda que fue fructífera, ya que finalmente en la escribanía Mondino, fue encontrado el sospechado instrumento legal. Se trataba de un testamento ológrafo, es decir redactado de puño y letra, por el cual Juan Troncoso disponía que en caso de producirse su fallecimiento, Dolores Del Río heredara todos sus bienes. Esto confirmó la sospecha de que Dolores podría ser una heredera apresurada y por eso creyó conveniente requerir al juez un careo entre las dos principales sospechosas. El juez también accedió a este pedido del fiscal y dispuso una habilitación de día y hora para la realización del mismo. El juez y el fiscal pensaron que el careo arrojaría luz sobre los hechos acaecidos y cuando las dos mujeres se presentaron para satisfacer esta exigencia se miraron extrañamente. Isolda con el natural resentimiento de haber sido deslazada de su relación amorosa por Dolores pero también como si hubiera entre ellas una especie de pacto de sangre, o de extraña connivencia. El fiscal tomó a su cargo la realización del careo:
- El juez ha dispuesto un careo entre ustedes para esclarecer las muertes de Juan Troncoso y Jerónimo Montes.
- Esta mujer me ha robado a mi novio produciéndome un gran daño moral y un inmenso vacío afectivo.
- Bien sabes que yo no te lo robé, él dejó de quererte.
El fiscal terció en el careo de ambas mujeres:
- Ustedes dos son muy sospechosas en los recientes crímenes, usted Isolda pudo haber actuado como una mujer despechada y por su parte Dolores, como una heredera apresurada, ya que se ha descubierto que Juan Troncoso la había designado su heredera universal. Tengo una larga experiencia en mi función, que de algo me ha servido. A pesar de sus mutuas acusaciones, hay un nexo entre ustedes; cuando penetraron en nuestro despacho descubrí que las unía una mirada de complicidad.
Las dos mujeres sintieron que su connivencia había sido descubierta e Isolda se dispuso a revelarla:
- El testamento a favor de Dolores fue la pieza clave de nuestra relación. Yo fui quién utilizó a Jerónimo Montes para el asesinato de Juan. Una vez que éste hubo cumplido su cometido, le di muerte porque iba a ser un obstáculo en una ulterior investigación y arrojé su cadáver a las aguas del Nahuel Huapi. Sin embargo fue Dolores la instigadora de mi accionar delictivo. Un día nos encontramos ocasionalmente en el centro cívico, me pidió que dejara de lado mi resentimiento y sellamos un pacto de sangre. Me contó en primer lugar que había sido beneficiada por el testamento de Juan Troncoso que la nombraba heredera universal. Se comprometió Dolores a darme un cuarenta por ciento de los bienes de la disposición de última voluntad de Juan y como prueba de su buena fe, me dio un anticipo de su propio dinero. Yo acepté el acuerdo.
Dolores quedó aterrada ante la confesión de Isolda pero no tuvo otra alternativa que confirmar esa trama macabra. Un empleado judicial tomó copia dactilográfica de la confesión de Isolda. El Juez en asuntos penales dictó sentencia y la cárcel, como castigo social, fue la culminación del Iter Criminis de Isolda y Dolores.

Texto agregado el 20-11-2007, y leído por 377 visitantes. (0 votos)


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