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La sociedad parece estar anestesiada, ciega o acostumbrada. Como si aquellas personas que todos los días transitan las calles de las ciudades del país, no notaran la tristeza que las inunda. La pobreza ya es parte de los ecosistemas naturales.
El semáforo en rojo. Tres chicos, dos nenes y una nena se acercan con sus naranjas a la ventanilla de los autos que esperan la luz verde. Los malabares son una prueba de destreza, luego se acercan a los conductores y extienden sus manitas en busca de monedas. Algunos los miran, abren sus ventanas y les dan algunos centavos, otros ni siquiera giran para verlos.
Todo el día en aquella calle. Esperando, jugando, pidiendo, trabajando, aun cargados con la inocencia de la niñez. Sin embargo algo es diferente en las caras de esos chicos. Ellos conocen la calle y conocen la otra vida. Esa vida que muchos de nosotros, si no la mayoría ni siquiera es capaz de imaginar. La vida de la calle. Una vida cruda, sin anestesia que les pega directamente en la cara.
Dos de ellos son hermanos. Jesús tiene once, parece ser el menos inocente, el que más sabe lo que ocurre en sus vidas, y el que sabe que existe algo mejor. Una cicatriz le cruza desde arriba de la ceja izquierda hasta el cachete derecho. Sus ojos negros están tristes, constantemente mira el piso y habla bajito, casi como si sus palabras fueran tragadas por el aire que respira. La remera que tiene puesta ya perdió el color hace mucho tiempo, le queda larga y sus zapatillas están cubiertas de tierra y agujeros.
Al lado de Jesús se encuentra su hermanito Cristian. Tan sólo ocho años. Aunque por la calle siguen pasando los autos, él continua haciendo sus hábiles malabares. Es muy diferente a su hermano. Habla fuerte y se mueve constantemente. Unos rulos negros le cubren buena parte de su cara que esta un poco sucia. Él también tiene su ropa gastada y rota, pero parece no preocuparle. A él le gusta estar en la calle. Pero probablemente esa inocencia fresca se comience a esfumar a medida que pasen sus años.
Por último esta Florencia. La más seria de todos, aunque no es familiar de los otros dos nenes, los mira y se comporta con cierto aire de hermana mayor, casi a la defensiva del resto de las personas que pasan por la calle. Tiene el pelo muy largo, atado con una colita de caballo. En su cara, debajo de su nariz una marca mal cicatrizada denuncia que nació con labio leporino. Ella es más alta que los otros nenes y los pantalones no le llegan a tapar sus tobillos.
Los tres son amigos y comparten una historia similar. Familias numerosas, carenciadas y quebradas estructuralmente. Padres que no trabajan y paradójicamente mandan a buscar dinero a las calles a sus hijos. Chicos con espíritu de adultos porque no tienen otras alternativas, obligados a enfrentarse con la egoísta realidad, suprimidos de sus derechos, luchan para encontrar un lugar en el mundo.
La historia de estos chicos no es única, y mucho menos singular. Otras miles de familia viven bajo la línea de pobreza en Argentina, en Latino-América y alrededor de todo el mundo. La miseria es hoy en día uno de los cimientos y raíces del capitalismo. Los estratos sociales marcan las diferencias económicas en todas las sociedades, y nuestro sistema actual exige y requiere de aquellas personas que las sufren para poder continuar con la avaricia y el poderío de las clases más altas.
Este tipo de situaciones trae consigo otras variables que no hacen más que enviciar a nuestras sociedades. Actualmente la pobreza va de la mano de la resignación, y el Estado contribuye a ella. ¿Qué significado tiene que un hombre de familia, padre de once chicos no salga a trabajar, y aun peor, que el Estado Nacional lo mantenga resguardado en planes de carencia? Este funcionamiento, aceptado sin cuestionamientos por parte de la sociedad, ha creado un aparato circular que no promueve el emprendimiento ni la lucha por la dignidad que el trabajo otorga. Lo que se ha construido es una comunidad cada vez más perezosa que busca las salidas fáciles, donde el más vivo gana y el más trabajador se convierte en presa del sistema. Cada vez más los que están en los márgenes de la sociedad dejan de hacer, de buscar y luchar.
Este aparato de vicio genera, también, criminales, inseguridad y violencia en un torbellino que se retroalimenta de miedo y de odio y envidia al que más tiene.
Los más chicos, los inocentes son los más perjudicados. Bajo este nefasto contexto, están obligados a crecer en la incertidumbre y el desequilibrio. Basta con observar las calles y las plazas de cualquier ciudad para encontrarlos, y ver en ellos el reflejo del sufrimiento que en el azar de la vida les ha tocado.
Es necesario realizar una reflexión y revisión profunda de nuestra sociedad y de nuestro sistema. Sólo depende de nosotros, de nuestra capacidad intelectual y de nuestras acciones modificar los rumbos de la historia.

Texto agregado el 26-10-2007, y leído por 177 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
08-11-2007 Creo que el problema reside en que no tenemos un buen sistema de gobierno. Me refiero al mundo. He leído varios de tus escritos, quizás encontremos la solución uniendo algunos de tus cuentos con otros. La democracia hace rato que dejo de ser un sistema apto. El neoliberalismo ha acelerado el proceso de deterioro. El Socialismo parece ser una salida pero mezclado con el populismo no es buena medicina. Hay que inventar algo nuevo. Quizás podríamos aprovechar el desarrollo informático para crear un gobierno NO REPRESENTATIVO con un sistema de plebiscito permanente en donde con nuestros votos constantes guiemos el barco hacia el puerto de los MAS. Mis 5 ekirne
01-11-2007 Muy cierto lo que decís. Muy buena manera de introducirnos a tus reflecciones. Cuando leía el principio, cuando describías a los nenes, era el texto tan realista que sentí lo mismo que siento cuando paso junto a estos chicos en la calle, esas vergonzosas ganas de apartar la mirada. La sociedad es un entramado donde todo se relaciona; por eso, creo, que las personas más beneficiadas por el sistema les deben a los más perjudicados todas sus pocesiones, todos sus lujos, la oportunidad de ir al psicólogo porque no puede, por ejemplo, superar la muerte de su mascota y esas cosas; y por ende, yo también puedo vivir alienado, indiferente de todo lo que pasa a mi al rededor, pensando en poemas, en libros, en comunidades virtuales, en mis angustias que en nada se pueden comparar con las que pasan estos chicos que tienen que estar (acá en Asunción) bajo este calor inhumano todos los días, todo el día, tragándose, además del calor, la repulsión y la indiferencia de los demás. Tu conclución es muy cierta; hay que refleccionar de un modo sistemático y comprometido. Saludos!!! romquint
31-10-2007 Que verdad has dicho y mis estrellas para ti****** pero lamentablemente somos todos responsables de esto No sacamos nada con echarle la culpa a un sector especifico, si no en medida que nosotros nos hacemos parte del cambio, nuestra es la responsabilidad de el futuro de los nuestros, nosotros hemos dejado, de parar y mirar, no hacemos nada cuando se cometen infracciones a los derechos del ser humano, no hacemos nada cuando alguien comete un robo una violación un asesinato nosotros mismos somos los que marginamos a estas personas, de una u otra forma, les tememos, no nos acercamos por temor, Yo me hago responsable de mi parte de este pedazo de mundo, depende de mi si lo quiero bueno o lo quiero malo, está en mi poner mi grano de arena para que el futuro de mi hijo sea mejor. Nadie se preocupa de nadie eso es lo que hay que cambiar pero tengo que partir yo primero tari2552
31-10-2007 Umh... No se realmente que opinar a ese respecto. Existe mucha polemica. No entiendo a que te refieres con que solo depende de nosotros. Yo me pregunto si no dependera tambien de ellos. Sartre decia que de lo unico que no somos responsables es de nuestro nacimiento, pero que a partir de ahi, la evolucion de una vida tiene mucho que ver con uno mismo. Uno no puede pasarse la vida haciendop preocupandose eternamente por los demas, se pierde la esencia de la vida, ¿acaso ellos no deben tambien preocuparse? he vivido en lugares donde a los pobres no les importa ser pobres, solo buscan sobrevivir y asi les parece bien. Uno se frustra en algun momento pensando en porque no quieren mejorar su calidad de vida, y ellos responden que nada se llevaran cuando mueran, que que caso tiene, si el gobierno les da dinero por ser pobres. No se, me causa cierta confusion ese tema, No soy millonario, no soy pobre, pero si naci marginado, y el hecho de estar donde estoy es por busqueda de oportunidades. de mejorar, lo unico que yo puedo hacer por la gente es mi hacer bien mi trabajo. Medico... sensei_koala
30-10-2007 Tu texto es claro y contundente, pienso lo mismo, pero lamentablemente cada día somos menos los que queremos que esto cambie, nada mas mirar como votamos y eso te demuestra que no hay conciencia, tenemos que aprender, pero como se hace para cambiar las cosas cuando todo esta torcido.***** saludos lagunita
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