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Inicio / Cuenteros Locales / andeluz / Un amor real ... parte III

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- Dame la respuesta a la inexistencia de tu ser. Por favor dime que eres real, porque de no ser así, tendré que entregarme a la insuficiencia de la perdición mental.

Esos ojos que vi son reales, tú existes, estoy segura de eso... el problema radica en tu desaparición. Quiero dejar de pensar como todos y llegar a creer de verdad que estoy completamente loca. Te sentí, y eso no se crea, además eres lo primero que me ha impulsado a salir de este mundo esquizofrénico.

Pedir que aparezcas no es una sentencia de un futuro, ni que seas declarado el héroe que llegó para salvarme, sólo quiero que me ayudes a confirmar esta realidad.

Espero que leas esto... -

Con esta carta dejada en un árbol, ella se despidió y rogó porque su último intento por mantenerse en esta realidad, aceptada por todos, respondiera. Con esto lograría reafirmar su convicción de estar sana, además de hacer desaparecer de su cabeza la idea de que ese ser no era real, sino producto de los químicos actuando mal en su cuerpo.

Sus músculos se agarrotaron, se endurecieron, el exceso ya había marcado su fin. cada latido de su corazón se sentía más fuerte dentro de ella, las convulsiones erar espantosas, imposibles de parar, su lengua estaba seca, ni siquiera podía mover los labios para quejarse...ya todo había terminado. esa respuesta nunca llegó, todo cayó en frente de su ser, nada era real, nada era como ella pensaba, todo estaba mal, necesitaba salir y descansar de este cuerpo que ya no la estaba tolerando.

Lo buscó por mucho tiempo, después de eso, la cabaña, esa que estaba al fin del mundo, era el escenario de su muerte. antes de que ocurriera el último latido, ella lo vio entrar por la puerta, tomar su mano y besarla cálidamente. Así murió, sin conocer la verdad, sin saber realmente quién era ese ser.

Quince días después su cuerpo fue encontrado, la policía dijo a la familia que no habían registros de su salida a recorrer el lugar, que todo estaba intacto, tal como cuando llegó. nunca había salido de esa cabaña, en todo el tiempo, donde su familia la buscó incansablemente, donde nunca nadie la pudo encontrar.

Por fin la encontraron, con veinte kilos menos, rodeada de pastillas... y una sonrisa en su rostro, que reflejaba el descanso.

Al final de su mano, una cinta roja caía suavemente...como si hubiera sido un regalo. la idea era descabellada, nunca nadie entró a ese lugar. La sepultaron un día de lluvia, con la cinta amarrada en la muñeca izquierda, muestra de un suelo realizado, de un ciclo terminado, dejando de respirar antes de que las flores aparecieran en el fin del mundo, donde ahora las nubes tocarán la gamuza de su tumba aterciopelada de dulzura y locura.

Las flores nunca han dejado de crecer a su alrededor, la joven que murió sin saber distinguir entre lo real y lo que no era de este mundo estaba rodeada de una alfombra verde, llena de nubes y tranquilidad. Por fin su lucha había terminado.

Todos los lunes, de madrugada, un hombre de cabellos blancos visita esa tumba, en el fine del mundo, antes de que el sol aparezca, él también lo hace, para perderse en el bosque de alerces que está tras el puente.

Texto agregado el 25-10-2007, y leído por 69 visitantes. (0 votos)


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