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Inicio / Cuenteros Locales / mardion_isiaco / Cosas que uno escribe, las olvida, las encuentra y las exhibe.

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De la paz sin zeta, diré que es un bello artificio, una paz secreta, una paz incompleta y desperfecta, porque, claro, no tiene la zeta, y así se le extrae el absolutismo de paz, la naturalidad de aquél estado. La paz inquieta es esta “pas”: La Pas.
La destrucción sin decibeles augurando minúsculas ocasiones de certezas. No es preguntarse por siglos si existe de verdad el silencio, o la libertad; no intento saber si realmente somos seres sociables. Seres sociables que se condicionan acordando una paz sin zeta ni ese, una paz malhumorada, una paz irradiando estrellas desde la pantalla a su sillón.
No, no quiero hablarles de esa paz archiconocida en la que vivimos. Sin desviar mi rumbo me internaré un momento en la caverna de mi oreja; ahí madrugaré indefenso entre saltos del planeta y gritos estelares. Me ha costado llegar a la cima de mi abisal subterráneo, pero adentro, acostumbrando la vista, me di cuenta de que no tenía ojos... que nunca tuve ojos y nunca tendré.
Al principio aullaba, ávido de colores mamaba las plantas y piel de tus ojos, arañaba la madera, raspaba sus patas, mas no gritaban sino a través de mí, yo sangraba, caía y era observado por todos los muebles... sobre todo por tus uñas. Tus indefensas uñas desgarradas de mi vientre, tu palo de veinte por seis de diámetro derritiéndose en mis huesos, y el mantequillero sacándome el colesterol de mis adentros. Yo-ciego-indagaba-los-rincones-más-ocultos, añorando un aroma o sabor que penetrara lleno de imágenes a mi somnolienta-pasificada cabeza. Allá los gatos maullan calientes de tejados, y por una de mis rendijas consigo admirar unos dientes asomándose por una boquita vestida de rouge, más abajo, en su mentón, mis falanges advierten bellos, bellos de macho, y arriba una encantadora boquita pintada de rojo sonríe y muestra los labios de mujer. Chupé todos los fierros, todo el cemento frío y todo el sexo de la húmeda piel bañada de sangre, que cada vez sonreía con mayor bestialidad. En veintitrés minutos nadie me hará luto, porque yo no descanso en paz, ni quiero hacerlo. Me quedo sin queja en la pas.

Texto agregado el 22-10-2007, y leído por 157 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
22-10-2007 Los rincones más ocultos y desde ahí, sonreír con bestialidad, en veintitrés, minutos bañado de sangre. Bien, buen texto. Jazzista
 
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