Tristeza. Todo se encuentra cubierto por un manto de melancolía. El pálido rostro se asoma entre los barrotes, mientras en su diminuta celda la presencia del monstruo que. látigo en mano lo atormenta una y otra vez , se torna insoportable. Ya no siente hambre ni sed , sólo una infinita tristeza que se adueña de toda su vida, dejándolo a merced de ese ser malvado que no hace más que atormentarlo.Su cuerpo dolorido yace sobre el frío suelo de su prisión. Ya casi no siente nada. salvo el deseo incontenible de llorar.¿Hasta cuándo podrá resistir? ¿Es esto la vida? O tal vez está en otro lugar fuera de su celda interior, aquella que ladrillo a ladrillo fuera construyéndose para su propia desgracia , mientras al mismo tiempo ve pasar sin advertirlo, casi rozándolo, algo extraño y lejano,su propia existencia.Es la conciencia del tiempo perdido, de lo que no fue, de todo aquello que nunca se atreviera a hacer o decir. Piensa que ya es muy tarde para todo eso, siente más que nunca caer sobre sus espaldas el látigo desalmado , que volviéndose una y mil veces contra él. lo atormenta.Lágrimas de hartazgo inundan su rostro mientras las pesadas cadenas oprimen sus piernas.Alza su rostro y una vez más se encuentra con la bestia que, silenciosa e inconmovible, lo mira con ironía. sabiéndose infinitamente más fuerte que su triste víctima.
¿Hasta cuándo? Se pregunta de repente.Se siente inmensamente cansado como para intentar una respuesta aunque de algo está seguro, sólo desea estar en paz al tiempo que anhela vencer a la bestia que lo tortura. aunque ignora de qué modo.
La negra noche inunda de oscuridad la celda silenciosa.Cierra sus ojos y sueña. Ya no hay más dolor ni sufrimiento. Todo es paz.Y desea el sueño eterno, allí donde no hay más cadenas ni bestias que lo atormenten, en un lugar muy lejano donde yace la verdadera existencia, aquella en la que el transcurrir del tiempo sí tiene sentido.Y duerme...