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T R A N S I C I Ó N

¡Al fin!, Ya era hora de salir de allí, ya estaba harto de respirar los mismos resplandores y de absorber los mismos seculares rostros. Ahora estoy preparado, todo es nuevo y estoy dispuesto a no ser más el mismo.

Por largo tiempo sentí que era incapaz de salir de ese lugar, después de todo era lo único que poseía. Por muchos años para mí no hubo más horizontes que esos cerros y ese mar frente a mí ventana, no necesitaba más que mirar alrededor y sentirme parte de ese paisaje de fotografía que por más que pasase el tiempo seguía igual de inmóvil; Y esa inmovilidad, debo decir, por mucho tiempo me fue de gran comodidad. Todo estaba ahí, en donde mis pasos fácilmente lo podían alcanzar. Aunque claro, de eso me doy cuenta solo ahora…

Siempre he sido dependiente de aquello que me rodea, en especial de ciertas personas que por muchos años me han llevado de la mano por este frágil camino, proyectando las imágenes que necesito para no caer.
Mí vida transcurría así: lenta y dócil por el pavimento tantas veces transitado... pero un día todo sucumbió: yo seguía igual mientras la gente a mí alrededor se movía y se abría a nuevos horizontes y a nuevos juegos. Y eso, aquella petrificada figura que veía ante el espejo comenzó de a poco a consumirme. De pronto me sofoqué y odié aquella inmovilidad y esos horizontes tan limitados que me había trazado; sentí impulsos de escapar y de construir otros mundos, pero no era fácil, si decidía romper el estancamiento que se apoderaba de mi, era necesario cortar gran parte de los lazos que me sostenían, debía dejar atrás todo aquello que amaba, y eso, ¡eso me era muy, muy difícil!. De hecho, a pesar de que hoy me encuentro alejado, de que después de desbastadoras luchas internas, de haber absorbido esta extraña fuerza, y de haber logrado ¡al fin! encomendarme por algún tiempo a mis propios pasos; siento a cada instante, que ella y todo lo que amo aun esta impregnado en mí, y saber eso, al contrario de reconfortarme ante estos nuevos aires, me hace sentir totalmente desnudo y frío, desvalido y desesperado; como si la esencia de ese amor en mi cuerpo comenzara a pudrirse con la lejanía, fusionándose con mis venas y enfermándome de a poco de una insoportable nostalgia…

Yo, iluso y expectante de nuevas experiencias, me encomendé a esta nueva ciudad y a esta nueva vida. Aunque esto ahora me doy cuenta, en modo alguno significaba que este impulso de independencia en el que me encontraba fuese una liberación de mis debilidades como alguna vez creí... ¿Tal libertad es posible?...

La primera noche en este lugar fue un cúmulo de ansiedad e incertidumbre, y por supuesto, de ciertos residuos de añoranza por aquello que se diluía lejos….
Entré a la pequeña habitación que me extendía los brazos a modo de bienvenida con un cierto sarcasmo. Era un cuarto sofocante y mohoso, oscuro y desprovisto de lujos, pero ¡en fin! Era mi nuevo hogar. Pasé algunas horas en su interior, habituándome a él, llenándolo de mi esencia, presentándome a sus paredes, haciéndome de a poco su cómplice y así evitar que en un futuro llegase a consumirme.
Después del ritual me bañé de un aire fatuo y salí hacia esas calles desconocidas en busca de nuevos rostros y de nuevos lugares comunes... no sabía bien hacia donde dirigirme pues todo me era absolutamente extraño... recorrí sin rumbo, pero sin embargo, siempre atento a todos los rincones, a todos los bares y librerías, a todas las caras y a todos los pensamientos. Estuve largo rato caminando, pero ya se empezaba a oscurecer y no hallaba rumbo, me estaba cansando y no me atraía la idea de regresar nuevamente a mi pieza, al menos no aun. Pasos más tarde, por fortuna o desgracia se abalanzó hacia mis pies un antro que filtraba aires bohemios y música sucia y submundana; sí, me pareció que era justo lo que necesitaba para esa noche, para mi noche de solitaria bienvenida. Entré al lugar y alcé la vista alrededor: había gente oscura, o mejor dicho, con ropas oscuras, había un grupo de personajes tocando música rabiosa y paranoica, habían libros expuestos en unos estantes sucios y olvidados, había alcohol, mucho alcohol y miradas lúgubres... caminé hacia la barra y dije con voz seca (y con cierta ilusión) “¿absenta?”... hubo un silencio antes de la respuesta de quien atendía, de hecho, no dijo nada, solo me miró a los ojos, hizo una mueca y movió la cabeza en desaprobación a mi pedido... pues bien, no me quedó otra que recurrir a mi fiel cerveza... me senté en una mesa con la jarra ante mí, cerré los ojos y me volví invisible por un rato, escuche a los músicos que desgarraban mis tímpanos con unas letras que enseguida llamaron mi atención:
- “...El tiempo es tan largo...
El tiempo es tan doloroso...
Los sueños jamás se detienen...
El amor se congela hasta morir...
En una fría noche...
En esta fría noche...
La conciencia cae y se despedaza,
los recuerdos se esparcen hasta casi desaparecer...”.-
Mientras oía, llené mis venas de alcohol y me entregué a su efecto; a ese efecto que, por cierto, me llenó de sopor. Me hice visible nuevamente y noté que un par de tipos me observaban y, al parecer, tenían la intención de hablarme, yo les hablé con la mirada, ellos se acercaron a mi mesa y me ofrecieron cigarrillos que rechacé, aunque con cortesía. Eran 2 personajes jóvenes, tal vez unos años mayores que yo, pero con rostros demacrados por la noche. Uno era un estudiante llamado Johan, y el otro, un vago con aires de artista que se hacía llamar Dante. Conversamos largo rato, me contaron de sus andanzas por el submundo de la ciudad, yo, les conté sobre mi nuevo nacimiento. Les dije que esa misma noche era mi bautizo y que serían mis invitados. Ellos aceptaron.
- Esta noche es especial, quizás ustedes no lo comprendan pero... volveré a nacer. Esta noche celebro el término de una larga transición que forjaba desde hace años un nuevo curso de mi vida. Aun no puedo saber exactamente hacia donde va dirigida esta nueva dirección, ese es el gran enigma que por tanto tiempo me ha atormentado, pero ahora, desde ahora, estoy dispuesto a tejer este rumbo sin restricciones. Por mucho tiempo he sido cobarde, fui extremadamente débil y no me atrevía a avanzar, ni tampoco permitía que aquello que amo avanzase por su cuenta... -
(Hube de hacer una pequeña pausa)
- de hecho, pensar en ella y en todo lo que dejé aun me afecta incontrolablemente…-
Presentí que si continuaba hablando mi voz se quebraría junto a todas las imágenes.
- ...Perdón... -.
De pronto me llené nuevamente de nostalgia y arrepentimiento que casi inunda mis ojos de lagrimas, ¡que maldición!, por mas fuerte que pareciera este impulso de independencia que me había inducido a alejarme, habían sentimientos que no dejaban de ninguna forma de colmar y anular mi razón. Seguramente debí poner un rostro de idiota, pues los dos personajes sentados frente a mí intentaron en un acuerdo mudo (que por cierto agradezco), disimular la risa que daba mi patética disonancia entre lo que mis palabras quieren decir y lo que irremediablemente continuo sintiendo. Ellos simplemente guardaron silencio por un rato, tomándose el tiempo de aspirar con la mayor calma el veneno de sus cigarros y de pedir que llenaran nuevamente sus vasos. De pronto, uno de ellos habló con cierta ironía:
- ¡Lindo lugar elegiste para celebrar tu bautizo, nada más ni nada menos que “el gehena” - (así se llamaba el antro que absorbió mis pasos)
- ya me puedo imaginar a que clase de vida es a la que te abres!. -.
Sus palabras chocaron en mi mente; Tenía razón, esto no podía ser una buena señal... pero ya que...
- ¡sí, sí el infierno mi amigo, je, je...!!! - gritó entre carcajadas Dante que, al parecer, después de algunas copas ya me consideraba “su amigo”.
No me quedó otra que resignarme a sus palabras, aunque no pude evitar contristarme.
- No te pongas triste, no todo es tan malo acá abajo... -
Bueno, supuse que debía tener razón no todo habría de ser tan malo “aquí abajo”, después de todo, si mis pasos me habían arrastrado a construir tras estas puertas pues debía ser “por algo”. Continuamos bebiendo por largo rato balbuceando trivialidades referentes a la ciudad y a nuestras vidas, hasta que repentinamente Dante se paró de su asiento y caminó presuroso hacia la puerta, nos hizo unas señas y gritó:
- salgamos de este lugar –
Y nos fuimos, tambaleándonos de un lado a otro y escupiendo palabras sin sentido y carcajadas estúpidas. Después de un rato de andar llegamos, no se como, a la cima de un cerro en donde se podía observar gran parte de la ciudad; ya era avanzada la noche y no tenía la más mínima idea de donde me encontraba, ni menos aun de como regresar a mi pequeño cuarto. Mis acompañantes estaban sentados en silencio bajo unos árboles, con las miradas fijas en la luna, eso sí, sin dejar de sorber alcohol.
- Este es uno de nuestros lugares favoritos de encuentro – me susurró Dante. - Prácticamente nadie conoce este sitio, y como ya lo habrás notado, hay una vista impresionante, como para sentirse dueño del mundo, ¿lo vez?, de ese mundo allá abajo, tan dormido, tan insignificante... pero lo malo es que, en el fondo, por mas arriba que nos situemos siempre seguiremos siendo parte de este mundo, y siempre habrá algo de aquello “tan insignificante” desde esta altura, que nos ate y nos arrastre hacia abajo, hacia el subsuelo en el que nos movemos y nos perdemos... -.
- ¡siempre hay algo!- realzó a modo de coro Johan casi imperceptible en la penumbra.
Luego de decir aquello me pasó la botella y clavó nuevamente la mirada en pensamientos propios... yo hice lo mismo por un rato mientras ese “siempre hay algo” me resonaba como eco.
Es verdad, a pesar de que había sido capaz de abandonar todo aquello que me sostenía, mi casa, mis calles, y sobre todo, a ese rostro que por tanto tiempo me había acompañado, no podía evitar sentirme atado a ellos, pero atado tan hondamente que solo bastaba que jalasen con un poco de fuerza ese cordón umbilical que nos une, para que yo cayera nuevamente en sus vientres...
Sorbí el alcohol que tenía entre mis manos y lo sentí especialmente adecuado para el momento, tanto, que no pude evitar suspirar profundamente mientras intentaba acomodarme de espaldas en la hierba.
En el cielo se cernían más estrellas de las que habitualmente se suelen observar por las luces, me concentré en ellas perdiendo así la mirada, me parecía ver parpadear en el interior de los astros a ese rostro amado y lejano, tal vez ella también observaba la noche en busca de inspiración insomne (como lo solía hacer) y llegaba de esa forma a mis pensamientos, quien sabe...
- ¿te ha dado sueño? - me preguntó mecánicamente Dante. -
- ...no, nada de eso, es solo que he querido acomodarme para mirar las estrellas -
Sin casi escuchar mi respuesta prendió un cigarro desconocido y lo puso en mi boca, yo no pude rechazarlo. De pronto ambos se acercaron a mí y me miraron fijamente, como dando un aire de seriedad a lo que iban a decir, luego Johan me hablo:
- si te trajimos a este lugar, no ha sido por casualidad, al contrario, tú nos contaste que esta noche era tu bautizo ¿verdad?, pues bien, este es un lugar especial y nosotros hemos visto en ti algo curioso también ¿comprendes?, algo que podemos notar por la sombra que irradias, por eso te hemos invitado acá, y por eso queremos compartir contigo, bueno, ya lo veras... ahora estamos esperando a una amiga, ella traerá tu regalo de bienvenida...-.
Yo no lograba procesar completamente lo que escuchaba, aunque habían conseguido inquietarme y eso se podía notar en mi rostro, “¿de que regalo estaban hablando?”, a esas alturas podía imaginarme las más turbias psicopatías.
- Amigo, ¡calma! cuando te vimos sentado en el bar pudimos notar enseguida que perteneces a nuestra misma calaña, no por nada llegaste “al Gehena”, y no por nada cargas ese rostro eclipsado; cuando te vimos llegar no pudimos evitar decir “ese es un atormentado, igual que nosotros” jaja... solo eso, tal vez solo nos dio gusto encontrar a alguien que lleva nuestra misma marca... no nos solemos topar con muchos... tu lo debes saber, nuestro camino suele ser solitario y por mí parte, aun no logro lidiar con la soledad, ese siempre a sido mi gran terror: verme aislado en este que ya es un aislamiento en sí... ¿no crees? -
Me miró nuevamente a los ojos como esperando una respuesta, yo asentí.
- ...estoy casi seguro que tú, en el fondo, sientes ese mismo pánico. Sé bien por tú rostro que eres incapaz aun de pararte solo y firme frente al mundo, en especial en un mundo extraño como este, es por eso que tus pasos nos han buscado, y es por eso que nosotros hemos reparado en ti.
Lo siento, pero aun no estas listo para nacer realmente, aun se te hace inevitable una simbiosis de la cual aferrarte, tal vez por eso no logras dejar partir de tú mente los recuerdos, los sentimientos, las personas, los lugares y todo aquello que según tu propia razón a muerto... la debilidad y el llanto te consumen antes de que puedas dar media vuelta y soplar el sentido de las imágenes, y la única opción que tienes es pisotear, muchas veces, tu orgullo y regresar a los brazos que crees, te dan vida ¿verdad?... Sientes que no posees otra opción, que si no fuese así te trizarías y desplomarías pedazo por pedazo. Parece algo lamentable... pero aun así, es algo de lo cual no puedes escapar del todo pues te está poderosamente arraigado... es algo que te sobrepasa, tanto como la sombra que ayudaste a escribir en tu interior, esa cerrazón de la cual tantas veces te sientes sofocado y que extiende inevitablemente una tiniebla alrededor... sin embargo, este paso que has dado, este impulso de escribir tu realidad en esta distancia, este quiebre que tanto te a costado o que aun te cuesta afrontar, es algo plausible, es algo que desde hace mucho tiempo te era necesario, mas allá de que las experiencias que te traiga sean buenas o malas, es algo que debías hacer para no terminar como esclavo de lo que llamamos thanatos, tu sabes… por mas aparentemente dulce y reconfortante que pueda ser esa muerte a veces, solo a veces eso sí. Aunque siempre está la posibilidad de retroceder o de sucumbir en el camino, debes cuidarte de ello y debes quitarte de encima ese resplandor que grita susceptibilidad...-.

Yo no dije nada, tan solo pensé “¿como diablos es posible que un extraño me diga aquello que ni siquiera mi propia conciencia ha tenido la fuerza de escupirme...”.
Sus palabras ciertamente habían sido como un espejo en donde me reflejaba y esa imagen me era insoportable pues venía de un espejo que yo creía ajeno... me sentí pequeño... ¿es que acaso esas pocas palabras expuestas ¡por un extraño! eran el burdo resumen de mi “tormento”...?

- ¿Es mi dolor en el fondo, tan insignificante?... -
- Desde esta altura, mi amigo, todos los dolores se perciben insignificantes... –

Solo dijo eso, luego ambos sonrieron en una mezcla de soberbia y compasión... no dije nada más a pesar de la curiosidad que sentía por estos tipos. Comencé a sentirme un poco extraño; a parte de los efectos del alcohol que había tomado percibí otros efectos que no solo aturdían mis tripas y neuronas, sino que además, hacían del paisaje y de mí mismo algo distorsionado y ambiguo... “quizás fue ese cigarro que me dio Dante hace un rato”, pensé. O tal vez era el efecto que producía la realidad de aquellas palabras avanzando desde mis oídos hacia el interior de mi conciencia como una droga que mata de a poco el sentido del sentido…

Johan y Dante se habían apartado de mí sin que lo notara, y sin que supiera tampoco hacia donde se dirigían... luego de unos minutos apareció Dante desde atrás de unos arbustos:
- tú no lo has notado, pero la amiga que te mencionamos hace un rato acaba de aparecer, esta por allá, tras esos arbustos, y nosotros queremos compartirla contigo, creemos que te hará bien, que te gustará, ¿tú deseas probar de ella?... ¡sí, claro que lo deseas!, jaja... pero debes tener precaución, ¿comprendes?, ¡no debes excederte! -
Luego se apartó de mi lado nuevamente y caminó rumbo a una hilera de arbustos grises que se perdían en la oscuridad. Me pregunté el por qué Dante asumía de esa forma que yo deseaba a esa amiga que ni siquiera había visto, pero de inmediato pensé: “tal vez de verdad la deseo, después de todo, ellos parecen saber más de mi vida y de mis sentimientos que yo mismo”.
Seguí con la mirada su caminar flojo, hasta que allá, en el fondo y casi imperceptibles, pude notar a Johan y a una mujer que, aparentemente, hablaban sobre mí pues podía notar las señas que Johan dirigía hacia el sitio en el que yo estaba, mientras la mujer articulaba unas pequeñas botellas y otros artefactos que no podía identificar. Ver eso me incomodó bastante y si hubiese sabido cómo, de seguro me hubiese largado del lugar antes de que la mujer apareciera ante mí, pero como no tenía idea de que rumbo tomar y como mis sentidos estaban bastante idiotas no me quedó más que quedarme allí, a la espera de la mujer que poco a poco comenzaba a avanzar hacia mí. En un principio ella no era más que un bulto amorfo que avanzaba entre las sombras de la noche con un paso extremadamente lento y volátil, casi podía jurar que se elevaba unos centímetros de la tierra, pero a medida que se acercaba a mis pupilas y que el claro de luna la tocaba, la mujer adquiría forma, una forma extremadamente delgada y pequeña, con cabello largo y oscuro como las sombras que se cernían tras su paso. Entre más se acercaba y se distinguían sus rasgos se me hacía más bella y extraña, más etérea y fantasmal. Su rostro era delgado y pálido, delicado y como de niña, en el cual brillaban unos enormes ojos verdes que intimidaban y que la envolvían en un aura del mismo tono que yo podía ver a simple vista.
Cuando hubo llegado hasta mí, no dijo nada, solo abrió esos ojos verdes dejando que yo entrase en ellos, en la profundidad de su interior; en toda su voluptuosidad de hada danzante entre las verdes luces de su aura y de sus pupilas. ¡Sí, yo la deseaba!, Dante no se había equivocado. Mi cuerpo y mi espíritu me lo gritaban. Ella me extendió sus alas de hada, y yo, sin más, me fundí en sus labios y en su sangre de savia amarga y dulce a la vez. Esta mujer que en el fondo no era mujer, sino fantasma, y esa savia que bebía, que no era sangre, sino veneno amargo, dulcemente me dirigían hacia el éxtasis inspirador. Tomé de ella con pasión y me dejé llevar por todos los efectos que producía, hasta saciar la ávida sed por completo.
La luna en lo alto precipitó su luz en nuestros rostros, la observé fijamente, exploré sus rasgos esperando encontrar…no se que… tal vez un reflejo familiar detrás de esa fantasmal figura de hada… tal vez lo contrario, ahuyentar tales reflejos pasados enterrándolos bajo la dulce cubierta de su lindo rostro inspirador.
Tomé todas las imágenes y observé los ojos del hada; fui incapaz de soplarlas.
La magia se volvió efímera, la noche nuevamente me golpeó con los esbozos del pasado, como siempre… y creí que la inspiración y el hechizo se habían apagado, así como el verde resplandor que nos envolvía…

Dante apareció ante nosotros, tomó la mano del hada y la besó con una grotesca necesidad, detrás se precipitó Johan quien procedió de igual forma… Yo me mantuve en silencio. Los cuatro caímos en la hierba contemplando la calma de la madrugada, el hada estaba junto a mí, observándome con ojos curiosos…
- ¿vez la luna?, esta cada vez más distante y ya falta muy poco para que aclare, ¿Cuánto tiempo más esperas para nacer realmente…? -.
Me voltee hacia ella y la besé… en el fondo no tenía respuesta… Johan y Dante rieron; entre sus risas me quedé dormido. Siempre de mano del hada me fundí en el sueño; transportado a mis más profundas debilidades me vi envuelto en la cálida placenta materna, la madre tenía rostro de amada y el vientre tenía paredes que traslucían el mar de mi puerto, las calles con todos mis pasos y el sol. Mis pequeñas manos se aferraban con fuerza al cordón que me unía a ella, pero con la ingenuidad de una criatura presentía que aquello, cómodo y confortante, no sería eterno. ¿Cómo soportarlo sin ser herido por la ansiedad y la desesperación de quien se precipita a la nada, de cabeza al vacío?. Mi pequeño mundo me arrojaba lentamente hacia afuera y yo no podía soportar tal soledad, tal desesperación… mis manos a veces deseaban llevarse al cuello como una soga suicida aquel conductor de vida que pronto se cortaría, dejándome tan solo y desvalido como nunca antes había estado. Pero yo nunca he sido un suicida, todo lo contrario, me siento tan atado a la vida y a mi mundo que temo y soy incapaz de abandonarlo, de morir o despertar en el umbral de la incertidumbre y la nada. Sin embargo llega el momento de nuestro destino en donde podemos leer claramente el final que tememos enfrentar y por mucho que cerremos los ojos y demoremos los desenlaces, el final de la transición siempre llega, estemos preparados o no para la muerte que nace improviso.
Abrí los ojos del sueño y noté lágrimas en ellos; el hada aun sostenía mi mano con fuerza, Dante y Johan me dieron la bienvenida bajo el amanecer de un nuevo día.

Texto agregado el 20-10-2007, y leído por 75 visitantes. (0 votos)


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