Intuyes que la muerte está cerca
y avanzas hacia ella con paso firme
las manecillas del reloj son jueces de tu historia
precisos, implacables.

El mundo miserable ríe a carcajadas
y no es posible renunciar a la piel,
las llagas hormiguean y las grietas escurren
entonces el dolor se vuelve un personaje
con tu rostro y tu voz.


Te encuentro con las manos vacías
queriendo alcanzar la luna
olvidas lo pequeño del mundo
y te conviertes en gigante.


Tus pupilas de cristal mienten e hipnotizan
convierten una flor marchita
en fuente de eterna juventud.


La noche nueva juega a esconderse tras la ventana,
si abro los ojos, saldrán a buscarla
como cada nunca, como cada siempre.