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“La confesión”

¡Qué sensación de tranquilidad, de paz, de que ya nada puede pasarme! ¿Será por la sentencia o por el final de la lucha? Dentro de cinco días moriré o me matarán (es lo mismo). ¿Quién puede, como yo, decir “este es mi último domingo”? Pocos somos los que tenemos la certeza del día, la hora y la forma de nuestra muerte. Para algunos es una lenta agonía inhumana (a diario los veo llorar, gritar y suplicar que terminen con este calvario), pero para mí es una liberación, una mera cuenta regresiva que vivo con serenidad y sin mayor inquietud.
Seguramente se preguntarán porqué fui condenado. Lo explicaré sin pretender mostrarme como una víctima porque ya nada tiene sentido, ni siquiera mentir o justificarse. La verdad es que ni yo mismo sé si soy culpable o inocente. Mejor dicho, soy culpable, pero ignoro si merezco el castigo.
Primero los hechos: maté a una persona, lo hice a sangre fría, de un certero balazo en la frente y a plena luz del día. Esperé pacientemente a que saliera de su casa, apunté, disparé y me quedé junto al cadáver aguardando la llegada de la policía. Ahora las causas: ese hombre había abusado sexualmente de unos niños con síndrome de down, era el chofer del micro que los llevaba desde sus casas hasta la fundación que los hospedaba mientras sus padres trabajaban. Hubo juicio y escándalo, manifestaciones de repudio y de indignación. Hubo condena pública pero, por faltas de pruebas, el hombre quedó libre. Yo vi a esos padres desesperados llorar de impotencia frente a las cámaras de televisión, los vi gritar su indignación desconsolada y los vi pedir justicia, también vi a los chicos con su inocencia manchada explicar lo que no podían razonar. No lo soporté, el rencor me dominó y decidí hacer lo que la justicia no había hecho. Ignoro si hice bien o mal, pero lo que si sé es que no me arrepiento, aún sabiendo el precio que debo pagar ahora.
Mi caso resultó inverso al de él. La sociedad me absolvió (hasta vivaban mi nombre cuando entraba a los tribunales) pero la justicia me condenó. No recuerdo donde leí que la justicia es la venganza tolerable para un tercero imparcial. En mi caso, esa sabia definición no se aplicó.
No sé que pensará Dios de mí, ni como juzgará lo que hice. Hace mucho que no nos hablamos, desde que mi mujer me dejó por ese hombre al que maté a sangre fría.

Texto agregado el 18-10-2007, y leído por 366 visitantes. (22 votos)


Lectores Opinan
18-02-2008 A pesar de que lo considero bueno, me queda un interrogante: El personaje que describes asesinò al violador por justicia ajena o por venganza propia? Realidad o ficciòn ? saludos gesyra
08-01-2008 Buenísimo! notable giro en el último párrafo de una historia que parecía ya redondeada. Mis***** cerrense
10-12-2007 ¡Qué fácil nos resulta a todos juzgar! Tu texto es genial. Demostrás en forma muy inteligente lo factible que es arrastrar a una multitud a través de las letras, adónde tú quieras. Y los llevas hasta enfrentarse al mismo espejo que les demuestra lo equivocados que pueden estar por seguirte sin vacilaciones. 5* Susana compromiso
17-11-2007 Excelente escrito, muy logrado y da satisfacción la ejecución de la justicia por manos propias, rápida y eficiente...felicitaciones, 5* hippie80
11-11-2007 genial***** complice
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