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Inicio / Cuenteros Locales / trollputo / Memorias de juventud de un Imcomprendido Orco Cosmopolita

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De todos es sabido que la más delicada y exquisita flor crece rodeada por repugnante estiercol. Bien, pues esta es la historia de mi vida...

Crecí en las calles, repudiado probablemente por alguna ramera que trató de deshacerse de su retoño como quien se exprime la pus de un forúnculo infecto. En cualquier caso, me da igual.

Todo lo que recuerdo de mis primeros años de vida se puede sintetizar en un único vocablo: suciedad. Permanecí hasta la prepubertad hacinado en una destartalada caseta de esclavos. Hacía vida dentro de una jaula para bestias, no estaba tan mal... siempre y cuando fueras de menor tamaño que un mastín.

La verdad, no hay mucho que recordar de este infeliz período de mi vida, salvo por Theo. Si, el bueno de Theo... Si tuviese que considerar a alguien como mi padre, ese sería Theo.

Era un simple esclavo humano que habitó conmigo durante toda aquellos días en el barracón de esclavos. Él decía ser un respetado filósofo y poeta, allá dónde quiera que viniese... no andaba muy bien de la cabeza a causa de su avanzada edad, pero el caso es que se hizo querer. Me enseñó dentro de aquel desvencijado cobertizo la verdadera belleza... algo que desgraciadamente trasciende al entendimiento y competencia de mis infelices congéneres.
Si... Theo me maravilló con la deliciosa poesía, me hizo soñar con la grandeza del arte: la iridiscencia cósmica de la pintura, el sometimiento de las leyes físicas bajo la arquitectura, la liberación de la mente mediante la literatura... llenó mi espíritu de curiosidad y emoción... y algún que otro pájaro en la cabeza me dejó en el proceso...

Desgraciadamente el viejo Theo acabó sucumbiendo a la enfermedad en aquella mugrienta jaula, pero ya había marcado a fuego su legado en mi alma.

Privado de su erudición, me escapé para beber de las maravillas del mundo por mí mismo. La fuga no fue ninguna proeza épica... bueno, ni siquiera fue una fuga propiamente dicha...
...Está bien, me echaron a la calle... Ni los propios orcos compran crías de orco como esclavo.

Entonces me encontré de sopetón con que tan sólo era un crío en un universo completamente ajeno a mí, y lo que era peor... ya no había una mano que me trajese raciones de papas rancias en un cuenco oxidado.

Deambulé por las hostiles tierras valdías, asustado por los aullidos y murmullos que se dejaban oir demasiado cerca. Por suerte, una caótica urbe se interpuso en mi camino: Ogrimmar, capital del Imperio Orco.

Sobrevivir en Ogrimmar siendo un huérfano, debería premiarse con un buen puñado de diamantes superada la adolescencia. ¡Qué caos!... era una aventura el llegar vivo al día siguiente con al menos un trozo de pan con gusanos en el estómago.
Allí me di cuenta de cuán diferente era del resto de compatriotas... y eso siendo tan solo un crío... porque cuando llegué a la pubertad, el mundo se derrumbó violentamente sobre mí:

Por aquel entonces unía esfuerzos con una pequeña banda de mangantes para sobrevivir. No había gran fraternalismo entre nosotros, por no decir ninguno, pero nos cubríamos las espaldas cuando había problemas. Era una interesada simbiosis. Yo sentía que mis compañeros no percibían el mundo bajo la misma paleta de colores que yo. Yo era feliz con llenar medianamente el estómago, un copazo de vino, y una apasionante lectura... pero ellos... ellos querían más: ruiqueza, respeto, poder...
La actitud de mis compañeros me arrastró por todos los bajos fondos de la ciudad. Si, puede sorprender a alguien debidamente civilizado que, si ya de por sí Ogrimmar es una cloaca, haya bajos fondos en ella... pero creedme, hay callejones que es mejor ni pisar. Bueno, el caso es que nos vimos convertidos en un grupo organizado de matones de pacotilla, pero a sueldo.
Maugh, un poco conocido pirata nos contrató para asaltar una carabana y, llegado este punto, es cuando mi mundo se colapsó bajo mi completa incomprensión. Quedé irremediablemente prendado por la imponente presencia de Maugh.

Los dioses, o son unos chapuzas, o tienen un gran sentido del humor; porque después de milenios de creación decidieron verter en mí, de golpe, toda la sensibilidad (y buen gusto, aunque está mal que lo diga yo) que mi raza siempre ha carecido.

El caso es que empecé, según el criterio de mis compañeros, a comportarme de forma "más estúpida de lo habitual"... hasta que al final mi jubiloso corazón me llevó a cantarle, entre lágrimas sinceras, poesías de amor a mi adorado Maugh.

*Sigh*

Me desperté días despues metido en un barril flotando a la deriva, y con un puñal incrustado entre las costillas. Entonces, con la visión nublada por el desamor, me juré que algún día, si es que sobrevivía a la desfavorable situación, encontraría el lugar donde ser feliz. Pese a la voluntad de los Dioses.

Horas de desfallecimiento depués, fui recogido por una embarcación mercante goblin, "La Escabeche". Tras recuperarme, conseguí convencer al capitán para convertirme en miembro de su tripulación. Mi cometido era fregar. No era muy honorable, pero hacía feliz a alguien...

Pronto comencé a perder la pasión por la fregona, y a fijarme en las maravillosas mercancías que "La Escabeche" transportaba: Obras de arte de todo tipo que acabarían criando telarañas en casa de algún ricachón. Contemplar tanta magnificencia me dio una idea. Crearía mis propias obras de arte y las vendería mezcladas entre el resto.

Así es como, falsificando firmas de artistas famosos y plasmándolas en mis obras, fui expulsado de "La Escabeche". Pero he aprendido la lección. No falsificar más firmas y hacer de la mía estandarte de buen gusto, belleza y lujo.

El cómo lo haré, inmerso en esta sociedad tan inmunda y primitiva... pese a algún que otro guaperas, aún está por ver...

Texto agregado el 17-10-2007, y leído por 234 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
09-01-2008 Estoy de acuerdo: es muy entretenido, la riqueza del léxico se agradece. Sólo apuntar que podrías haber reparado un poco más en los detalles porque el texto "pasa" demasiado rápido ante el que lo lee. xung0
23-10-2007 Jajajaja Ogrimmar, eh? Si ves por allí a un Troll Pícaro llamado LuFer whispéale un "hola". Muy entretenido TejeCuentos
 
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