Poco había dormido, la luz del día entraba por la ventana, aunque no había amanecido aún, el reloj marcaba seis y cincuenta y seis, y yo no tenía sueño, me vestí, me peiné y me fui a la playa a ver el amanecer, otra cosa que siempre me gustó, y esa vez fue tan diferente, ya que las veces anteriores que vi el amanecer en la playa, fue en verano antes de acostarme y con mucha gente observando lo mismo, ese día estábamos solos, el mar, el sol y yo. Me sentía mejor, a ella no la sentía tanto en ese momento.
Luego, me fui a caminar por la villa, esta vez crucé la avenida tres y me fui por la cuatro, era jueves, ocho menos cuarto de la mañana, muy poca gente vi en lo que iba del día, caminé hacia el sur, hasta toparme con la Terminal de ómnibus, compré el diario y me fui a desayunar, me informé un poco sobre lo que ocurría en el mundo, comí mis tres medialunas, y bebí mi café con leche, luego partí.
Esta vez decidí volver por la avenida dos, era mi último día en Gesell, lo estaba logrando, el sol calentaba bastante, tanto que tuve que quitarme el buzo, ya la ciudad estaba mas poblada, se veían a las amas de casa barriendo las veredas, o yendo de compras, me pregunté “Que estará haciendo ella?” luego me dije “que importa?” seguí caminando, en el fondo sabía que había un pequeño esfuerzo, sentía como si ella me espiara y yo no le prestaba atención, pero sabía que estaba por ahí, “Basta” me dije, y doblé hacia la derecha para volver por la playa, que rara me parecía esa playa, la que siempre vi llena de gente, y ahora tan vacía con el sol tan arriba y el cielo tan azul, sentí pena por el mar, nadie se metía en él, entonces me descalcé, y caminé con los pies por el agua como si le hiciera el favor. Caminé pensando en amigos, conocidos, gente que no volví a ver mas, parientes, menos en ella, no estaba la Luna, quizás eso me ayudaba, llegué a la altura de la calle donde debía doblar, me limpié la arena de los pies, me calcé y salí a la calle.
Llegué de vuelta al departamento, bebí algo fresco, empecé a acomodar las cosas y a dejarlas a mano, esta noche volvía para Buenos Aires, en el micro que partía a las doce y diez, después de un rato mis ojos pasaban factura de lo poco que había dormido esa noche, me recosté sobre la cama y me dormí.