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EL INFIEL.
El hombre se tomaba la cabeza con las manos, mientras trataba de encontrar alguna solución; no pensó que la relación llegara a tanto y hasta deseó que ella muriera; de forma inesperada claro esta, pues no era un asesino o era un cobarde; a esas alturas no veía diferencia.

Caminó largo rato por amargas calles, moviendo las manos y hablando solo, imaginando lo que iba a hacer su esposa, también embarazada, cuando lo supiera. La idea del suicidio rondo su mente, pero no podía morir sin conocer a su hijo; al menos, el que era fruto de su matrimonio.

Desesperado, sin vislumbrar salida, notó que su angustia, derrotó por fin a la voluntad de estar sobrio, y entró al bar decidido a emborracharse.

Sentado en la barra, y después del primer whisky doble, fue testigo de cómo el alcohol, con su manera diferente de ver las cosas, lo convencía poco a poco de lo fácil que podía resultar todo; tan solo debía explicar a su esposa lo ocurrido; esta se enojaría, gritaría, patalearía por un tiempo, pero eso no tendría importancia, pues en su situación, terminaría perdonándolo.

En cuanto al hijo de su amante, recibiría su ayuda discreta, con una pensión mensual, que de seguro la madre aceptaría sin problemas.

Fue una buena noche para el hombre que llevaba días con un problema que diluía sus entrañas. Sin embargo al día siguiente, cuando despertó, sin demora, la resaca le entregó la factura, y el ya no tenia nervios con que pagarle. Se levantó tembloroso, doblado por las nauseas, y con una mano en la boca, recorrió la casa, dándose cuenta que estaba solo. Su desesperación llegó al límite, pues su mente enlagunada, no podía recordar si al llegar la noche anterior, le había dicho algo a su esposa.

Se vistió como pudo y salió a la calle, tan solo para respirar, pues sentía que el aire escaseaba en la casa y después de algunas cuadras, se sentó en un parque entre ancianos y palomas.

La gitana también rondaba el parque en su rebusque diario. Convertida en mendigo, recordó como en su juventud, había gozado de respeto y prestigio, debido a sus acertadas predicciones del futuro. Su fama la precedía y en los pueblos, las personas, empezaban la fila para verla, mucho antes que la caravana llegara.

Fue la mejor pitonisa de la época, hasta el trágico día en que la fatalidad tocó su puerta.

En el tiempo mas feliz que podía recordar; enamorada y con dos meses de cargar en el vientre el que seria su hijo, fue testigo en un sueño, de la enorme desgracia que le esperaba. Dormida en brazos de su marido, vio como su pequeño, era atacado hasta la muerte por un enjambre de abejas asesinas; vivió por anticipado la dantesca escena, sintiendo el terrible dolor que le esperaba y desafiando las leyes de la vida, decidió impedir a toda costa que el desastre sucediera. Sin hacer ruido se levantó, y sin pedir consejo ni preguntar a nadie, preparó y tomó el bebedizo que evitaría el nacimiento.

Su compañero, un joven gitano, la encontró al amanecer, fuera de la tienda, acurrucada bajo un árbol. Ella, entre sollozos, le contó lo que había hecho, justificándose con el contundente argumento, que había evitado un sufrimiento mucho mayor, no solo de ellos, si no de su inocente hijo. Aceptó el, a pesar de su dolor, que el proceder había sido correcto, basando este juicio, en los conocidos infalibles dotes adivinatorios de su mujer.

El campamento estaba despertando, y varias personas, se acercaron a preguntar que pasaba. El joven narró los hechos, y cuando terminó, para su sorpresa, varias de las mujeres presentes, entre las cuales había dos encinta, afirmaron haber tenido el mismo sueño.

La infalible adivina, sintió el vacío absoluto, mientras escuchó contar varias veces, con pequeñas variaciones, la misma pesadilla. Comprendió al instante su error, era obvio que no había tenido una premonición, solo algún suceso del día anterior, las había sugestionado a todas, causándoles el mismo efecto onírico…

Se desterró ella misma, sin que nadie intentara detenerla, y mientras se alejaba de los suyos, recordó lo que el libro de los sueños dice acerca de soñar con abejas amenazantes: “Vas a tener graves problemas con las personas que te rodean”.

El extraordinario don que poseía también la abandonó, no volvió a tener una imagen del futuro y al borde de la locura o con absoluta lucidez, repetía que había sido víctima de una cruel trampa de Dios, por cambiar con sus predicciones, destinos que ya estaban escritos.

Treinta años habían pasado desde entonces, más, esa mañana, mientras deambulaba por el parque ofreciendo su quiromancia, vio la ennegrecida aura de un hombre, palpitando como una señal de peligro, y supo que su don había vuelto. Vio el problema completo, de principio a fin, con dos desenlaces distintos; uno de desgracia y otro de tranquilidad.

La asalto la pregunta obligada - ¿Qué hacer?- no quería un nuevo castigo, pero resolvió rápido su dilema y acercándose al hombre le dijo:

- Efraín, conozco tu sufrimiento, puedo leer tu aura como a un libro; no te puedo decir exactamente que hacer, por que no se si tu porvenir deba ser la desgracia o la tranquilidad, pero si descifras esta frase, resolverás tu problema: habla con tu esposa, pero no le digas nada.-

Terminando ella de hablar, el, sorprendido, trato de interrogarla; necesitaba respuestas, ¿Quién era esa extraña?, ¿Por qué sabia su nombre?, ¿Por qué, si quería ayudarlo, no le decía simplemente que debía hacer?
Pero la mujer se marchó con prisa, sin responder a nada.
De camino a su casa, Efraín analizó el extraño acontecimiento, pero decidió no tratar de explicarlo y se concentró mejor en descifrar el consejo recibido, concluyendo que en muchos casos, la respuesta más simple, casi siempre es la correcta y bajo esta premisa, ya en la casa, oyendo a su mujer en la cocina, la llamó:

- Lucía… ven a la sala, hay algo importante que debo decirte.-

Texto agregado el 06-10-2007, y leído por 190 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
17-02-2009 Buen cuento! meaney
 
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