Cuentan historias que los malos momentos se superan con el tiempo y el tiempo hay que decir que es la medida de la vida. Pero las desgracias no las ahoga el reloj sino la paciencia del olvido. Hay almas que se vuelven ciegas y sordas, andando como caballos con los ojos medio tapados. Solo miran al frente sin mover la cabeza a los lados siguiendo una línea recta que hace pensar que les lleva a alguna meta. No quieren tentarse de mirar atrás por no ver aquello que quieren olvidar.
No es una buena solución pues el tiempo no ahoga los lamentos sino que nuestro empeño es lo único que puede dar sentido al olvido. Aprender a mirar atrás sin sentir que nuestra alma se quiebra. Andar pudiendo mover la cabeza.
El decir que el tiempo ahoga los malos momentos es algo incompleto. Lo correcto sería añadir que los ahoga si nosotros aceptamos esa mancha en nuestro pecho. Para aprender a enfrentarse a los duros golpes se necesita mucho tiempo ya que es un camino doloroso y difícil. Nuestro objetivo debe ser aprender a vivir con lo que queremos olvidar pues si nos hacemos los ciegos no acabamos con los que no vemos sino que simplemente los ignoramos.