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“El último escrito”

Las estadísticas mundiales eran contundentes y alarmantes; cada año (desde hacía muchos) se producían menos nacimientos. La ciencia era incapaz de explicar (y mucho menos, solucionar) el fenómeno: existían el amor, el sexo y el deseo de tener hijos, pero las mujeres no quedaban embarazadas en las proporciones habituales. Los censos de todas las naciones del mundo arrojaban los mismos resultados negativos: la población disminuía en forma constante. El único estado que contradecía las estadísticas era el Vaticano porque su población se mantenía estable con el aporte de sacerdotes y religiosas provenientes de todas partes del mundo.
Siguiendo su ejemplo, los países económicamente más poderosos implementaron fuertes políticas para fomentar la inmigración: ofrecían trabajo seguro y bien remunerado, largos períodos de vacaciones y múltiples beneficios impositivos, a cambio, solo pedían un hijo durante el primer año. La medida no resultó como se esperaba, esas naciones dilapidaron enormes recursos y sus tasas de natalidad se mantuvieron en baja. Las terribles consecuencias sociales no tardaron en aparecer; los ciudadanos originales, celosos de las prerrogativas de los inmigrantes, iniciaron verdaderas guerras civiles de desprecio y exterminio y hubo que recurrir a los guetos como forma de protección. Mientras tanto, las naciones más pobres e incapaces de ofrecer grandes ventajas, se transformaron en tristes cárceles de presos sin culpa.
En el pasado (para nosotros, remoto y superado) existió la aberrante caza de esclavos; en nuestro presente desesperado surgió la no menos aberrante caza de jóvenes. Se los atrapaba en los países pobres, se los trasladaba, alimentaba, se los cuidaba y, si eran capaces de engendrar un hijo, se les ofrecía la libertad. Me consta que muchos fueron los que se dejaron atrapar y otros tantos los que lo desearon.
Esta medida tampoco dio resultados satisfactorios y la situación se volvía cada vez más apremiante. Las industrias comenzaron a fundirse o a disminuir sus producciones provocando grandes cantidades de desocupados e indigentes. La pobreza, ya nos lo habían enseñado los siglos pasados, engendra delincuencia y caos.
Cansadas de luchar inútilmente entre sí, las naciones se unieron para buscar una solución global. La humanidad se moría y nadie encontraba la causa. ¿Un virus? ¿Una maldición? Nadie podía explicarlo (aunque, como en todos los siglos, los charlatanes no faltaron), lo único cierto era que casi no había nacimientos.
Pese a la oposición de las Iglesias (que siempre han vivido con los ojos cerrados al mundo real y sus problemas), se abolió el matrimonio y se dio prioridad absoluta a la reproducción. Cada hombre estaba obligado a acostarse con una mujer distinta cada día ante los vigilantes ojos de la autoridad. Proliferaron las enfermedades venéreas (muchas de las cuales se transformaron en mortales por la escasez de recursos), la homosexualidad y el derramamiento inútil de semen fueron castigados con la muerte, los ancianos (por supuesto) no importaban; vivían y morían como podían. A medida que la población disminuía, la humanidad retrocedía a pasos agigantados, se volvía más salvaje y, ¿por qué no decirlo? Menos humana, más vil y carente de valores.
Cómo último recurso se recurrió a los métodos de inseminación artificial y fertilización asistida; las mujeres se convirtieron en meros recipientes de esperma y los hombres en simples y obligados dadores. El sexo, en cualquiera de sus formas, fue prohibido; igual que el amor.
La gente se recluyó en ciudades y las naciones se fueron achicando o desaparecieron. A nadie le importaba esos vastos territorios vacíos por los que en los siglos anteriores habían derramado tanta sangre y dolor. En verdad, a nadie le importaba nada. Ante el fracaso de las últimas medidas, sabemos que estamos condenados a desaparecer de la faz de la tierra y vivimos en un paraíso sin gobierno y sin leyes. Para finalizar nuestra existencia hemos vuelto al principio, al Edén; pero ya no hay Dios que nos guíe, ni serpiente que nos tiente.

Texto agregado el 03-10-2007, y leído por 399 visitantes. (17 votos)


Lectores Opinan
02-11-2007 Me parece que traes tu cabeza llena de ideas para crear escritos, y sueltas tu imaginacion en letras, es fantastico, eres un escritor y yo como lectora re digo que disfruto de leerlos***** eutopia
26-10-2007 Sin embargo me parece extraño que nadie reflexiones sobre el afán humano de perdurar... incluso después de la propia vida. chorizoensalchicha
26-10-2007 Muy bueno. Quizás algo tópico en su planteamiento y redundante en la desgracia, pero cargado de una fuerza descomunal en su directo mensaje. Bien. chorizoensalchicha
19-10-2007 Un apocalíptico relato, ficción pura y sinistra, como la de los viejos maestros de la literatura, muy bueno. mandragoras
15-10-2007 Me impactó tu texto, rotundo , actual demostraste que por algo te elegí como amigo!!!sos INTELIGENTE!!!!! te dejo todo mi cariño y te convido un anis estrellado********besos muy bueno lo tuyo....beshito a Calixto...Matilde mancuspia
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