Te escribo esto como si estuviera en otro lugar, como si no estuviera mirando el mismo cielo que tú, como si la luna sólo me fulminara a mi con su manto de planetas que nunca conoceremos, renunciando al derecho de escupir en esa cara de la que secretamente huímos. La angustia que se desliza por la habitación y un silencio ensordecedor.

Pero aún tengo esperanza, porque sé que la piedra no ha terminado de rodar, y las palabras me salen como sangre desde la garganta un tuberculoso, no paran de salir, mientras que me inundan de una amargura solamente comparable a tu ausencia... Por suerte el rito secreto no acaba, ni acabará este frío que me congela los pies, que me mantiene despierto y me cubre con su manto de soledad, arrastrándose por mi piel, como tu mano resbala por mi cuerpo los días de lluvia.