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Había una vez un árbol que era grande y fuerte. Este árbol estaba rodeado de otros árboles tan grandes y robustos como él. Cierto día llegaron los hombres y cortaron los árboles y a nuestro amigo también lo cortaron. A cada hachazo que le propinaban al árbol este gritaba de dolor. Después que el árbol fue derribado con machetes y hachas le cortaron una a una sus ramas y con fuertes golpes le cortaron la copa que es como la cabeza del árbol. Después de cortarlo le clavaron unos ganchos en su ronco y lo arrastraron, raspándolo con el suelo y golpeándolo con cada piedra que había en el camino. Finalmente cuando llegaron al final del camino se encontraron con el río y con unas fuertes palas lo empujaron sin flotador y sin clases de nadar a lo mas profundo del río. Por suerte el árbol iba con otros amigos cortados y entre todos se ayudaban para estar a flote y no hundirse pues de hacerlo se ahogarían. Luego se detuvieron y a cada árbol lo engancharon nuevamente con unos fuertes trozos de metal que se incrustaban en el tronco del árbol. Estos ganchos lo levantaron por los aires y cuando lo bajaron lo colocaron en un gran planchón de remolque y le pusieron cinco compañeros mas encima, dejando en el fondo y con todo el peso de sus compañeros encima. Por un largo camino, que recorrió el camión, se encaminaron hacia la fábrica de muebles y enseres “ROBLE DORADO”. En este lugar había muchas máquinas y muchos hombres que se movían muy rápido. A nuestro amigo lo cortaron lo bajaron hasta una plataforma que daba vueltas y de esta manera lo hacía girara hacia delante, después lo agarraron y con una cuchilla muy grande que daba vueltas, lo cortaron por la mitad, sintiendo como el rugido de la cuchilla lo trasajaba. Luego una máquina lo partió en trozos más pequeños, estos trozos los rasparon, los pincharon y los volvieron a cortar. En total salieron 30 trozos del árbol grande y robusto.

De cada trozo los hombres fabricaron un cajón con su respectiva gaveta. Eran 15 cajones y 15 gavetas. Para cada gaveta su cajón y un cajón para cada gaveta. Luego tomaron a todas las gavetas y las metieron en un salón. También tomaron todos los cajones y los metieron en otro salón. Del techo de estos salones salieron unos tubos que tenían muchos orificios, que al alumbrar un bombillo rojo se inflaron y dejaron salir una sustancia pegajosa que no se quitaba. Luego tomaron uno a uno los cajones y gavetas y los enrollaron en un papel con bolitas que estallan cuando las presionas; luego las metieron dentro de unas cajas llenas de icopor y finalmente las montaron en un camión que viejo por largos días hasta llegar a un pequeño almacén en el centro de la ciudad, en donde se venden sillas, mesas, camas, cajones y gavetas.

El conductor y su ayudante bajaron a cada cajón y cada gaveta, cada uno caja en donde venían tenía un número. Que correspondía a una pareja: La gaveta 1 iba con la cajita 1 y así hasta el 30. Pero un error en la fábrica cambió los números y cuando los ayudantes del almacén trataron de armar y ensamblar o unir cada cajita con cada gaveta no pudieron.

Tardaron días encajando cada cajita con su respetiva gaveta. Pero hubo una cajita que no pudieron encajar en ninguna gaveta. Había 30 gavetas y 31 cajitas, por lo tanto sobraba una cajita.

Las demás cajitas le daban ánimo y lo ayudaban a meterlo a la fuerza en otras gavetas pero esto solo lo trajo dolores, rayones, y hasta grandes cortadas. De tantas magulladuras la cajita esta ya chueca y deformadita. Los dueños del almacén botaron la cajita sin pareja, por que simplemente no encajaba.

De esta manera la cajita cayó en la basura y allí estuvo durante dos días. Pasados los días llegaron unos hombres que tomaron la cajita, la sacaron de la basura y se la llevaron para la casa pues ellos tenían una gaveta sin cajita. Cuando llegaron al lugar donde estaba la gaveta sin cajita, compararon sus colores y notaron que eran los mismos. Cuando se pusieron a hablar se dieron cuenta que era la cajita para su gaveta. Esta era la cajita echa para la gaveta. La vida tenía sentido. Pero cuando intento introducirse la cajita en la gaveta, la cajita estaba tan chueca por los golpes y las raspadas, que no pudo meterse a la gaveta. Así dura triste la cajita pues estaba sola en el mundo sin gaveta. Hasta que llego el día en que conoció otra cajita que estaba sola, y hablando se enteraron que había muchas cajitas que no tenían gaveta, y no les importaba. Cuando encontró su gaveta no pudo entrar en ella. La cajita se fue a caminar por el mundo y duro mucho tiempo errante, y en el camino se encontró con otras cajitas desencajadas y se hizo amigo de ellos y entendió que lo importante no es encajar sino sentirse bien consigo mismo y aceptar a los demás como son. Sean desencajados o no.

Texto agregado el 25-09-2007, y leído por 173 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
26-09-2007 Buena la metáfora, bien hilvanada, que merece una revisión de estilo para mejorar el cuento. leobrizuela
 
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