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No lo sé, no sé qué hago sentado aquí, aún. Su visión no me ayuda a tranquilizarme, mas actúa como un sedante. ¡Si tan siquiera supiese controlar mis emociones y contradicciones!; pero no, me volvería un ser estúpidamente banal, voluble, concordante con todo, y eso, idiota de mí, no me satisfacería.
Ya he elegido mi nueva presa: es joven, como a mí me gusta que sea una mujer. En su tersura está mi apetito, voraz, famélico. En su mirada está ese punto álgido que sólo un tipo determinado de mujer sostiene, realza, magnifica y proyecta hacia mí, como si de una María Magdalena se tratara. Virginal, sus pensamientos se funden con los míos, lo sé. Pero eso no me ayuda a sosegarme, a no perder los nervios.
Diario, como fiel testigo de mis movimientos, desde ahora, recogerás en tu regazo, tan barato de concepto, mis empatías, mis tirrias, mis anhelos, mis metas; mis consecuentes elucubraciones, pero, sobre todas las cosas, mi resumen. Mi resumen diario de mis evisceraciones, de mis mínimos, de mi savoir faire. Sólo tú me leerás, cuando yo te lea. Sin más.

El 14 de febrero empezaré a matar.

11 de febrero de 2004

Hoy me han robado la cartera. Todo sucedió mientras esperaba, entre un pestilente tumulto de podredumbre semihumana, de noche, junto a un pequeño local donde expenden comida frugal, a los pobres, mendigos e indigentes. Todo víctimas. Pero ahí es muy fácil; quiero ser el mejor, quiero demostrar mi superioridad, y ellos son una nimiedad social tal, que resultará patético el sorteo.
Pero ya elegí. ¡Fue tan sencillo! Entre los apretones, empujones y demás impertinencias solaces, un marroquí, un moro, y su novia, una rubia con gafitas, con cuyo olor aún restriego mi henchido falo, culminante de placer, me robaron la cartera, ajenos a su suerte. La que YO les he confiado, o acaso, querido diario, pensaban un moro y su estúpida novia inútil, cateta y pueblerina, incapaz de articular más de tres sílabas en secuencia, que yo, privilegio mental supino, no me daba cuenta de sus subrepticias maniobras en mis privados bolsillos. Malditos son y malditos quedarán, pues un sincero servidor de Dios les ajusticiará. Él, morirá, sin manos, ya lo atestigua la Biblia, y Talión será su anfitrión, y nadie será capaz de detener la furia del siervo divino, Divino. Ella, culpable de eterna lascivia e impúdica mezcolanza racial, oh Dios, sírvete de mí en tu castigo, será violada, y que una nueva semilla brote en su interior. No, eso es tan sencillo… ella será violada, vejada y resucitada; luego, le cortaré el cuello y le rajaré la boca, dejemos que las palabras ahora tengan sitio en su expresión.
Será el día de los enamorados. Primer movimiento. Estoy tan excitado.
Aún tengo su olor en mi sien.

13 de febrero de 2004

Dicen que hay veinte maneras de identificar, mediante detalles insignificantes que mentes olvidadizas descuidan, a un asesino. Dicen que quien es capaz de controlar siete de esos detalles es un genio. Quiero que la policía se sorprenda ante el trabajo que, por obra y gracia de Dios, pienso realizar sin error. Dios está conmigo; y derrocaré a Alá el día de los enamorados.

14 de febrero de 2004

Mañana los periódicos hablarán de mí. ¡Es tan fácil matar a un imbécil! Pero no sabes qué pasó; los seguí desde donde siempre los veía, malditos ignorantes, casi vomito por su olor, estando cerca de él, allá en el parque donde se reúne toda la escoria de la ciudad. Tomé mis precauciones y los seguí de cerca, con sigilo, ni una sola célula de mi cuerpo estaba tensa; nací preparado para este encargo Divino, y fue en una situación tal en la que caí en la certeza de que mis ideas emergentes de algún tipo de luz no son las de un loco, menos mal. He de confesar que, por un instante, vacilé mientras le cortaba las manos, pero el instante se tornó adoración a mi causa; la chica fue muy fácil, y me permití el lujo de sodomizarla, ya muerta. Ah, aún me excito y me venero tan sólo de pensarlo. ¡Tenía el culo tan estrechito! Tuve la honra de regarla con mi esperma, le anegué el interior; un beso para la policía, os lo dedico, palurdos. Ni en un millón de años me cogerán, ni con pistas tan evidentes. Tranquilo, Señor, si desde mi humilde letrina te escribo y actúo pecaminosamente con tus feligreses, de ahora en adelante, mi semen no moverá montañas, te doy mi palabra; y la cumpliré. Sólo quería jugar con la policía un rato, dejándoles en evidencia con mi semilla en sus rostros.
Los seguí, los seguí, fuera del radio de acción de las cámaras de los cajeros automáticos, son en blanco y negro y tienen gran resolución; y aún tengo que inventarme un personaje para mis bulas en serie. Creo que hoy iré a la discoteca, a celebrarlo por todo lo alto y, quién sabe, a lo mejor encuentro a alguien que me sirva de nuevo…
Al moro, lo desinfecté con amoniaco, olía a cerdo muerto. Y desconcertaré a la policía haciéndoles pensar que utilicé el amoniaco para deshacer evidencias sanguíneas. Inútiles. Creo que les sobrecogerá la manzana asada en la boca de la novia, toda ella desnuda en su turgencia. A él, sólo le corté las manos y se las metí en los bolsillos. ¡Que sigan buscando! Que sigan buscando sus manos algún rastro de su sangre, derramada cual rito halal, Dios cómo me asquean los moros, no debieran existir, con lo guapa que era su novia… ahora con su nueva garganta y su gran boca… debí sacarle los ojos, lo último que vio fue mi rostro. ¿Supersticioso? Bah, tú estás conmigo.
¿Cómo lo hice? Digamos que el cura de la parroquia tiene en su secreto la clave. Hasta mañana, me voy de fiesta.

15 de febrero de 2004

Ya elegí nueva presa. Oh, estoy tan excitado que casi me la comería viva. Lo sé, lo sé, no debería decir esas cosas, pero su nívea piel me ciega los ojos. Mejor, un obstáculo que sólo engrandecerá mi obra. Y quiero que todos la vean. De ella sacaré los ojos. No desearás. Y ese será mi mensaje.
La conocí en la discoteca; me la ligué y la poseí, tan fácil fue. Sé que siempre va a la discoteca, me lo dijo mientras lo hacíamos allá. Tal vez la mantenga con vida algún tiempo y me la agencie como novia. No lo hace mal y, siempre puedo matarla. Será Uno de los Cinco. Tengo previsto matar a cinco personas.

18 de febrero de 2004

Es tan aburrido no hacer nada. Y no me gusta estar en casa, con la familia. A veces me sorprendo imaginándome cómo los mato, son lo peor. Pero son sólo una traba imperecedera que Tú me has impuesto y que debo acatar.
Hoy no hice más que desayunar en la cama, mi amantísima madre, un miércoles, me despierta para desayunar, no vaya a perder el autobús a la Facultad, y yo no puedo más que asentir y cumplir con soltura infinita su aserto. Luego, ya duchado, ya en la escuela, ya socializado, regresé a casa. Comí, dormité malviendo la televisión, con un millar de víctimas vomitando pecados, sentados como reyes, en programas de máxima audiencia. Pero les enseñaré, ¡aunque es tan molesto mostrar la palabra y ninguno haya que siquiera ansíe leer! Pero Tú me darás la fuerza para no desfallecer en el camino, sendero pedregoso donde los haya, donde los siervos de Satanás esperan con sus esposas y sus porras. Estaré por encima de Ellos. Luego, que se me olvidaba en sí lo que debo escribir, tras ver la televisión y embrutecerme un poco, cené, estudié y, viendo las noticias de madrugada, me reí sobremanera: ya dejaron de hablar de mí. He sido una sensación de cuatro días. Cuatro días por dos personas. Dos días por persona es un mal promedio, no pasaría de los diez días con los Cinco, y ya maté dos. Eso me reserva seis días. Insuficiente. Debo matar más. Y firmar mis crímenes, estúpido de mí. Comienzo a ver sombras, Señor, guíame entre esta bruma gris y cálida que me adormece. Hasta mañana.

21 de febrero de 2004

Salí ayer por la noche. De hecho, aún no me he acostado, ni creo que pueda durante horas…
No la he vuelto a ver, ¿me engañó? En un pretérito fui confiado y a veces, no regularmente al menos, caigo en la tela viscosa y pegajosa surgida del pecho de una mujer.
Simplemente, morirá la próxima vez. Más minutos de fama para mí.
Tengo sueño, me voy a dormir.

27 de febrero de 2004

Lo siento, he estado un poco desatento contigo, diario, pero estuve ocupado con mi nueva chica, aquella que conocí en la discoteca, aunque no he bajado los brazos y sigo siendo cauteloso. Aún no sabe mi número de teléfono, le dije que soy anti-móvil y la estúpida lo creyó todo. Sólo yo tengo acceso a los momentos de pareja, según y cómo me salga en gana cada día. Además, cuando vuelvo del trabajo sólo me apetece echar un polvo y no tener problemas de pareja, eso alteraría los planes, y no quiero que en un arrebato de los míos la mate y me quede sin sus ojos.

28 de febrero de 2004

Es sábado. Será esta noche. Estaba tan animado esperando al momento, que me he dicho, Escribe algo, y nada más fluye ahora de mi boca, no quiero contarte aún cómo la mataré; pensarás que soy un tonto supersticioso, pero esos detalles tuyos no me alteran: Te lo contaré luego.
Me voy a ver un rato la tele, ya quedé con ella para la noche. De acuerdo, pero porque tú me lo pides. Te escribiré con sus ojos en mi mano izquierda. ¡Qué sádico eres!


(Manchas de sangre)

Cumplí una vez más mi promesa, pero dejé perdidas tus hojas, ¡lo siento! Mil disculpas, pero te empiezo a contar (Mancha de sangre) cómo lo hice, estoy ansioso.
Fuimos a la discoteca ***, y allí, donde nunca habíamos estado antes, pudimos ocultarnos sin problemas, pensando en mis planes. Ya había conseguido antes, en el polígono, repleto de chabolas, ah, si Dios me dejase divulgar su obra allá, había conseguido, decía, un gramo y medio de quetamina y uno de cocaína, los había mezclado en otra proporción luego, claro.
Habíamos empezado a meternos rayas a eso de las once, así que ella, poco acostumbrada a meterse queta, a las dos y algo estaba zombi y sólo tuve que esperar en el servicio de chicas, que estuvo todo el tiempo con gente en el interior follando, la maleza perfecta para mí, para asfixiarla con mi cinturón y sacarle los ojos con las llaves, que guardé con sumo cuidado en los guantes de látex que había escondido con la droga antes de entrar en la disco. Por si lo dudabas, sí, me llevé el cinturón.
Me fui de allí bailando y con las manos hacia el cielo, tentando a la suerte desde mis palmas ahora rojas.
No pude evitar tener otra erección.
Buenas noches, voy a intentar dormir algo, me queda queta y quiero comprar mañana el periódico por la mañana y ver qué cara ponen mis padres cuando lo lean.

Texto agregado el 23-03-2004, y leído por 217 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
26-03-2004 Densito si, como dice Margarita. Eres el asesino de la Alhambra; ese que antes de sus crímenes come kebab antes de sus crímenes... A mi me ha gustao; se leyó del tirón; la mejor denuncia es hacer sentirla. Saludos. nomecreona
23-03-2004 Vaya texto: Expeluznante, macabro, sicológico,denso, climax tratado con perfección, tanto, que habitualmente me cansa leer en pantalla, pero no con tu relato, pues esa molestia pasó a segundo puesto...que es precisamente lo que tú pretendías. Bravo. margarita-zamudio
 
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