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No recuerdo cuántos años hace de aquel día soleado y esperadísimo por todos los vecinos de mi barrio, en el que el alcalde vino a inaugurar este centro comercial, seguido por un séquito de periodistas y cotillas, entre los que yo me encontraba. Lo que sí recuerdo es cómo me impresionó el “zas” que se escuchó cuando cortó con unas tijeras aquella larguísima cinta roja que precintaba la enorme puerta de cristal de la entrada. Entonces lo vi claro. Parado y, por tanto, sin oficio ni beneficio como estaba, decidí alquilar uno de los bajos y montar una tienda. No me pregunten porqué, pero en aquel momento supe que sería de animales.

Con ilusión y empeño y a costa de invertir mis limitados ahorros, abrí la tiendecita cuatro meses después, flanqueada por la perfumería “Jazmín” en la que trabajaban cuatro chicas simpatiquísimas, con las que siempre, a la hora de almorzar, tomo café en el “Bar Nilo”, que está en la segunda planta y donde por cierto preparan los mejores pinchos de tortilla que he probado en mi vida. El vecino de la derecha de mi comercio es un “Todo a cien” llevado por un tipo raro que, unas semanas después lo traspasó a unos chinos que nunca hablan, pero que están amasando un imperio. Bauticé a mi tienda como “El arca de Noé”. Sí, ya sé que no es el nombre más comercial del mundo, sobre todo teniendo en cuenta que los niños de hoy ya no saben quién fue Noé, ni mucho menos qué maravilloso tesoro guardaba en aquel gigantesco barco...

El caso es que los años han transcurrido, sin pena ni gloria, todo sea dicho, pero yo soy feliz y llevo una vida tranquila, salvo en vísperas de Navidad, claro, cuando tengo que dar turnos, como en la carnicería de Tita, en la tercera, porque si no poco les falta a los padres para tirarse de los pelos con tal de ser los primeros en escoger color de periquito.

Como iba diciendo, yo pensaba que lo había visto todo, hasta hoy. Y es que hoy, justo cuando iba a cerrar, con un poco de antelación, todo sea dicho, para ir a comprar a la cerrajería “Luciérnaga”, que está en la planta baja, una bombilla de bajo consumo que se me ha fundido, ha aparecido una pareja bastante singular. Sin prestarme atención se han escabullido entre jaulas, peceras y terrarios. Yo los miraba no con recelo, porque sería estúpido pensar que me iban a robar un canario, sino con interés. De pronto se han acercado al mostrador y yo les he saludado con mi mejor sonrisa, pero ellos han ido al grano: “Mi hija busca un animal”, ha dicho en tono confidencial, entornando los ojos. Yo, enternecido, la he mirado y, tonto de mí, le he preguntado si prefería un pájaro, un pez, o un reptil. Pero ella ha negado con la cabeza, agitando sus coletas. “¿Mejor un gatito o un perrito?”, le he propuesto, convencido de que ahora así adivinaba su pensamiento. Otra negativa. Reconozco que estaba bastante intrigado y un poco molesto. “Seguro que es una cría excéntrica que, como ve tantos documentales de National Geographic, quiere un oso hormiguero, o un escarabajo gigante”, he pensado. Entonces el padre, como si leyera mi pensamiento, ha intervenido para justificarla: “Es que a mi pequeña le gustan mucho los animales y de mayor quiere ser...” Le he interrumpido, muy seguro de mí mismo: “Veterinaria, evidentemente”. La niña, ha chasqueado la lengua y me ha corregido, con desgana, harta de que se dé por sentado que un amante de los animales será, por narices, veterinario: “No..., taxidermista”. Y yo me he quedado boquiabierto, con cara de susto. Evidentemente, y como no podía ser de otro modo, mi desconcierto ha ido a más cuando, impaciente, la muy renacuaja me ha dado el ultimátum: “Bueno, tiene cebras, ¿o no?” El que calla otorga, y así lo ha debido de interpretar la futura taxidermista, porque ha cogido la mano de su progenitor y lo ha llevado a rastras hacia la puerta. Admito que he respirado, aliviado, olvidando que, como en todas las películas de miedo, nadie se espera el último e inesperado susto. Y así ha sido, antes de marcharse, se ha detenido en el umbral y, tras sacarme la lengua, con rencor en la voz se ha despedido: “Pues vaya arca de Noé de mierda”.

Texto agregado el 23-09-2007, y leído por 79 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
24-09-2007 muy ingenioso me parece que te hiciste de una fana de tus cuentos nani_sol
23-09-2007 Excelente.Las últimas líneas, con la aprendiz de taxidermista, brillantes. arqui
 
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