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LA AGONIA



Al mirar sus pies y las huellas que éstos dejaban a sus espaldas, advirtió con no poco asombro, que las marcas de sus pisadas desaparecían de la arena casi inmediatamente después de dar un paso.
Con el sol brillándole en su pecho, elevó la cabeza y escupió un millón de microgotas de injurias que se estrellaron sobre su rostro.
Había descubierto la eternidad...
Se detuvo a meditar sobre la trascendencia del hallazgo, sentado a orillas del mar, mientras observaba detenidamente el movimiento del agua a merced del viento cálido del Mediterráneo. Tomando una a una las piedras que tenía a su alrededor, las fue arrojando en forma obsesiva y ordenada sobre la planchada masa de agua. Cuando hubo llegado a la última de ellas, tomó aliento y gritó con todas sus fuerzas su nombre al viento. Las olas le contestaron con un grotesco sonido a trueno en miniatura y el sol reflejado en éstas, lo encegueció por un instante.
Acostado de cara al cielo, comenzó a juguetear con las nubes. Con el solo movimiento de su dedo las ordenaba a su capricho, respondiendo éstas a las más increíbles figuras ornamentales. Una de aquellas nubes, la más pequeña, a su pedido, fue cayendo precipitadamente a tierra, pero antes de estrellarse en el suelo, se transformó en un pájaro de alegres colores y canto sugestivo y subyugante. Él lo llamó por su nombre y éste luego de dar tres o cuatro vueltas sin sentido, se posó a sus pies.
Se miraron fija, largamente y después de un gran suspiro de él, unos trinos del pájaro y unos gritos inteligibles de ambos, se enamoraron perdidamente. Llevaba al ave sobre su hombro derecho...
Caminando por la playa se detuvieron ante una enorme piedra. Subidos en lo más alto del peñasco vieron parado sobre las aguas, un extraordinario pez de cabeza inmensa y cuerpo fornido entretenido en engullir uno a uno los peces que saltaban a su alrededor. Una vez satisfecho su feroz apetito, lanzó un atronador bostezo y quedó dormido sobre las olas, hasta que la corriente lo llevó al centro del mar. Allí un gigantesco cangrejo de color oro y patas rojas, lo devoró en pocos minutos. El sonrió alegremente y el pájaro en leve vuelo le picoteó sensualmente la herida de su mano izquierda, procediendo luego de un grito agudo a volar hacia el mar y perderse tras las montañas.
Sentado, observaba sus heridas, sus manos, su costado, su frente, sus pies y allí recordó mientras gustaba en su boca el vino agrio del último día, que había regresado a cumplir una importante misión.
La mañana se hizo tarde y la tarde noche inevitable...
En la oscuridad casi total, llegó hasta el huerto, donde María lloraba a la entrada de un sepulcro. Dentro de aquel reparo solo había unas vendas ensangrentadas. Preso de un miedo atroz, corrió esquivando olivos y chocando con las innumerables piedras del monte. Casi exhausto advirtió que sus heridas comenzaban a sangrar.
Al llegar a orillas del mar, observó que a unos pocos metros se encontraba una barca con doce personas en su interior. Preguntó a gritos si habían pescado algo. Casi a coro, los doce pescadores respondieron que no y con lágrimas en los ojos, al reconocer aquellas voces, les ordenó que arrojen la red del lado derecho de la barca.
Cuando los doce lo hicieron, el enorme peso del tejido hubo de requerirles un esfuerzo sobrehumano para sacar a la superficie lo pescado.
El asombro al reflotar una gran cruz herrumbrada, no pudo contener las lágrimas que brotaban de sus ojos y todos lloraron amargamente abrazados los unos a los otros, mientras la barca se hundía mecida melancólicamente por las tranquilas aguas del Mediterráneo.
Lejos se oía los graznidos del ave ahora convertido en cuervo. A medida que ésta se acercaba a la cúspide del monte, su canto era escuchado como un grito estentóreo.
Todos, al pie del cerro, alzaron la vista al cielo que parecía estar más cerca de la tierra porque la luz se tornaba en sombras.
Él entonces despertó de su sueño.
Aún seguía clavado en la cruz...

Osvaldo Santoro.


Texto agregado el 18-09-2007, y leído por 128 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
21-09-2007 Muy buen enfoque. Bien narrado, bien llevados los tiempos. Me gustó, felicitaciones- tiresias
 
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