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Capítulo 3: La Luz de la Esperanza

Todos sacaron sus armas y se agruparon al centro del claro. Mirana había montado al tigre tras haber sido alertado por este. Yurnero esgrimía su katana como si intentase intimidar a un enemigo invisible. Kardel estaba completamente inmóvil, con su rifle a medio levantar. Escrutaba la oscuridad de entre los árboles. Purist se había vuelto a tensar. No le intimidaba combatir, pero sospechaba de traición. Especialmente de el par que le había tocado a cada lado. De repente Rexxar se inclinó hacia su lado.

- A nosotros tampoco nos gusta esta unión, humano – le dijo despacio – pero somos lo suficientemente inteligente para entender que es necesaria. No alegamos por todo como tú. No confío en ti y no te voy a sacar un ojo de encima.

Purist le hubiese respondido, si no fuese porque se escuchó un chillido agudo bastante cerca. Tras este, muchos pequeños pasos sonaban acercándose cada vez más. La espera no se hizo larga. Muchas siluetas comenzaron a tomar forma entre los árboles, pero se detuvieron entre ellos. Otro chillido se escuchó justo por encima de ellos. Habían entre cuatro o cinco seres alados por sobre ellos. Purist los conocía. Eran gárgolas. Solas no eran gran cosa, pero mientras su número aumenta lo hace consigo su peligrosidad. Eran el claro ejemplo de “la unión hace la fuerza”.

De pronto la temperatura bajo rápidamente. Era un frío que invadía todo el cuerpo. Éste provenía justo en frente de Furion. Había algo allí, entre los árboles, que provoca tal frío. Las sombras de ese sector se apartaron. Allí apareció un esqueleto alto, con una larga capa negra que le cubría las espaldas. Estaba flotando y de sus manos se podía ver destellos blancos, como llamas que enfriaban en vez de calentar. De sólo mirarlo se podía ver su gran poder.

- Nos encontramos de nuevo, Furion – dijo con una voz de ultratumba.
- Arto tiempo sin verte, Kel’Thuzad – le respondió fríamente Furion – Veo que trajiste compañía.
- Solamente escoria prescindible – objetó Kel’Thuzad – Algo que conocerás muy de cerca tras esta noche.
- Gracias por tu invitación, pero creo que voy a pasar por ahora… tal ves en unos milenios… –
- Veras – le interrumpió irónicamente – lo bueno de esta oferta es que es irrechazable – diciendo esto levantó sus manos y las abrió con fuerza. De estás surgió una bola helada de la misma constitución del hielo que rodeaba sus brazos. Iba directa, pero lentamente, a Furion.

En ese instante las sombras de los árboles se empezaron a acercar muy lentamente. La luz de la luna los iluminó mientras entraban en el claro. Eran cadáveres y esqueletos que llevaban mazos y espadas cortas. Estos se detuvieron a la espera de la bola de hielo que ya se encontraba a unos metros del grupo. Entonces Furion botó su báculo y extendió sus manos hacia el suelo. Comenzó a decir un conjuro en voz baja. La bola ya estaba a unos tres metros de él. Kel’thuzad reía. La hierba que estaba a los pies de Furion empezó a moverse. Repentinamente Purist saltó delante de Furion exclamando:

- Pero… ¡¿Qué esta haciendo?!... esa cosa le va a dar de lleno si no hago algo – decía mientras hacía girar su mazo por delante de él.
- ¡Insensato! – le gritó Mágina – No eres rival contra la magia arcana.

Pero Purist ya no lo escuchaba. La adrenalina lo había invadido de tal forma que ya sólo pensaba en realizar rápidamente el escudo. La bola estaba ya a un metro cuando una luz dorada surgió del mazo de Purist, y luego se expandió por delante de él. La bola impactó en el escudo dorado de Purist y Rylai soltó un grito ahogado. Purist había salido disparado unos cuatro metros por la fuerza de la explosión helada que causó la bola, cayendo inerte dentro del círculo formado por los defensores. Para sorpresa de todos, la bola todavía estaba ahí. Sólo había rebotado en Purist y ahora se dirigía hacia los cadáveres y esqueletos. Estos, al ver venir la bola, se dispersaron para ambos lados. Pero fue inútil, la bola alcanzó a uno de ellos y volvió a explotar. Tres cadáveres salieron despedidos por los aires y al caer se quebraron por el impacto con el suelo. Estaban congelados, o al menos lo que quedaba de ellos.

- ¡Maldición! – exclamó Kel’thuzad y agregó gritando – Estupidos y podridos cadáveres. ¡Ataquen de una buena vez!

Ahora sí las masas de muertos se lanzaron sin miramientos sobre el grupo que los esperaban con las armas en alto. Todos excepto dos, Purist que yacía inmóvil y Rylai, que se había dejado caer a los pies de Purist.

- Déjalo ahí mujer, ya no hay nada que hacer – le dijo Mágina.
- Pero… pero… - respondió Rylai, llorando arrodillada al lado de Purist.
- ¡Rylai! ¡Te necesitamos acá ahora! – Le gritó Ezalor. El grito le sirvió para despertar. Se levantó y vio a su alrededor.

Kardel estaba disparando. Sus balas impactaban en un enemigo y rápidamente recargaba su arma con nuevas municiones. Mirana, por su parte, no se quedaba atrás. Apuntaba a las gárgolas desde el lomo de Winter. Ya había logrado acertarle dos flechas a una misma gárgola y esta parecía volar con más dificultad. Pero ellos no eran los únicos que lanzaban proyectiles, también Ezalor y Furion se preocupaban de conjurar pequeñas bolas de energía, las que hacían impactar en los muertos de primera fila. Pero a pesar de su esfuerzo, sus enemigos seguían avanzando a una velocidad extraordinaria. El choque era inminente, no había forma de detener a la horda de cadáveres que avanzaban. Cuando ya estaban pocos metros, Rexxar rugió.

La lucha era encarnizada. No había descanso para el grupo. Las olas de muertos parecían no acabar. Cuando caía uno, aparecían dos que ocupaban su lugar. Los orcos aparentaban no sentir cansancio, pero no así Rylai. Usaba su báculo para mantener a los muertos a raya, mientras conjuraba rápidos hechizos que los dejaba fuera de combate. No estaba acostumbrada a las batallas, y menos a una como esta. Por otro lado, le exigía un esfuerzo mayor proteger el cuerpo de Purist. No iba a permitir que lo corrompiesen esas alimañas. De pronto, un chillido se escucho desde lo alto.

Las gárgolas habían dejado de ser espectadoras y ahora estaban bajando. Los esqueletos se hicieron a un lado ante la presencia de las gárgolas. Dos de ellas estaban en el suelo, mientras las otras pasaban rasando las cabezas de los defensores.

Yurnero ya empezaba a sentir el peso de su arma. La constante lucha contra una horda interminable de enemigos lo estaban cansando a un ritmo muy acelerado. El hecho de que las gárgolas hayan decidido intervenir les había dado un respiro en el ataque, pero era breve. Estas ya estaban rodeándolos amenazadoramente, tanto por aire como por tierra. Fue en esta breve pausa que Ezalor le susurró.
- Yurnero, necesitamos salir de aquí ahora – le dijo, y agregó antes que recibiera respuesta – Tengo un plan, pero necesito que me cubras en todo momento, porque estaré indefenso –
- Considéralo hecho humano, tu sácanos de aquí – le contestó Yurnero.

En ese momento, se escuchó a Kel’Thuzad ordenar que recomenzase el asalto al circulo de defensores. Gárgolas y muertos se lanzaron una vez más sobre el grupo. Ezalor no perdió más tiempo, y haciendo girar su bastón en pequeños círculos comenzó a crear una esfera luminosa que prontamente llamó la atención de los atacantes. Kel’Thuzad, al ver la luz proveniente del mago, ordenó a las gárgolas que se lanzasen sobre él.

Yurnero las vio venir. Se dirigían directamente hacia Ezalor. Dos iban por tierra y una tercera por aire. No podría detenerlas a todas.

- ¡Rexxar! ¡Ayúdame! Derriba a esa gárgola – Gritó Yurnero señalando a la que venía volando.

Este lo escuchó y comprendió lo que le pedía. Apuntó, se dio su tiempo y lanzó un hacha hacia la gárgola. El lanzamiento era bueno, pero la gárgola la vio venir y la esquivó remontando altura. “Aunque no la mató, al menos nos dará algo de tiempo” pensó Yurnero. Aún así, eso no quitaba que las otras dos gárgolas se acercaban rápidamente. El orco se preparó y paró entre Ezalor y las gárgolas. Estas se detuvieron al verlo, lo analizaron y comenzaron a rodearlo. Yurnero permaneció inmóvil, esperando que el primer movimiento fuese de ellas. Una vez que estuvo flaqueado ambas gárgolas le saltaron encima, pero él estaba preparado y giró sobre si mismo haciendo girar su espada sobre la espalda de una gárgola. La impacto de lleno, pero no previó la cola de la segunda, la cual le atravesó el hombro izquierdo. El dolor fue incontrolable, se empezó a sentir mareado y la vista se le estaba perdiendo. “No puedo quedar así enfrente de un humano” pensaba mientras perdía el conocimiento. Lo último que vio fue un gran resplandor que surgía a su lado.

Mágina divisó como el orco se enfrentó a las gárgolas y cómo, aunque vencía a una, era atravesado por la otra en el hombro. Vio como se desplomaba y como la gárgola se lanzaba tras Ezalor. Era demasiado tarde, no alcanzaría a salvarlo. La gárgola ya estaba sobre Ezalor, cuando este soltó un destello brillante gigantesco que pasó por sobre la gárgola, desintegrándola, y siguió por sobre la horda de muertos causando estragos entre ellos. La onda expansiva del rayo se hizo notar, haciendo volar unos metros a los cuerpos que no fueron arrasados por esta. Todos estaban sorprendidos.

- ¡Vamos! Es nuestra oportunidad. Corran por la abertura – Gritó Ezalor.
- Por favor alguien lleve a Purist, ¡él no merece ser comida de muertos! – suplicó Rylai.

No había tiempo para discutir. Rexxar tomó a Yurnero, se lo puso a hombro y la ignoró. Ezalor ya se había lanzado a correr por la brecha. Kardel iba tras él. Furion y Mágina la forzaron a seguir. Las lágrimas le corrían por la cara. No podía creer que lo estuviese abandonando.

- ¡¿Qué haces Mirana?! ¡No es sensato lo que intentas! – gritó Magina.

Rylai dio vuelta la cabeza. Mirana iba sobre Winter a recoger el cuerpo de Purist. Llegó al lado de este. El tigre lo recogió, se lo entregó a la elfa y se disponía a arrancar cuando los muertos le cerraron el camino. Estaba rodeada. Rápidamente le dio una orden y el tigre pasó por sobre la barrera con un majestoso saltó.

Todo el grupo corría por el bosque con Ezalor a la cabeza. Tenían la intención de llegar al campamento humano para poder defenderse mejor. Los muertos cada vez se quedaban más atrás, pero no así las gárgolas que quedaban. A simple vista parecía que fuesen sólo dos gárgolas las que seguían a los prófugos. Inesperadamente Mágina se detuvo.

“Debo detener a esos monstruos antes que causen más daños…” pensó Mágina y se detuvo “…y sólo hay una forma de hacerlo”. Con esto en la mente se dio la vuelta y encaró al par que se aproximaba. Estas lo vieron, pero no disminuyeron su velocidad, pretendían cargarlo y seguir tras los otros. Cuando estaban ya a unos segundos de Mágina, este dio un salto hacia ellas y desapareció. Las gárgolas, sorprendidas, bajaron la guardia y no se percataron que había aparecido sobre ellas. Mágina cayó encima de ellas con sus medialunas infringiéndoles graves heridas. Ambas se estrellaron contra el suelo y no volvieron a moverse. Mágina, satisfecho, emprendió la huida tras sus compañeros.

Texto agregado el 14-09-2007, y leído por 79 visitantes. (0 votos)


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