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El doctor le recomendó que se hiciera un test de embarazo.

Llevaba dos semanas de atraso, y hace más menos ocho meses que no mantenía relaciones sexuales, por lo que un embarazo era la primera opción a descartar en la mente de la mujer.

Incrédula accedió a la sugerencia del médico.

Mas tarde, en casa, mirándose en el espejo, palpó pequeñas irregularidades abdominales a nivel de ingle y costado.

__ El test debe estar listo__ pensó la mujer.

Despreocupada de los resultados se fue a recostar tratando de no pensar en quistes, cáncer, o cualquier desgracia interna, encendió la televisión y se durmió sin apagarla.

A la mañana siguiente, sudor, dolor, puntadas, sangramiento, contracciones, vómitos, desesperación y una ambulancia moviéndose urgentemente por la avenida.

La tele prendida se mezcla con su dolor, y la sangre tiñe las sabanas.
No hay nadie mas con ella, nadie la levanta, nadie le toma la mano… tal vez se desangre… puede que se salve, pero no llegan, y su desesperación rellena el pasillo que la lleva arrastrando hacia el baño, marcando una estela carmín de largo dolor.

Justo antes de llegar, los paramédicos golpean a la puerta.
Oyen desde afuera sus gritos, y como nadie abre, deciden derribar la puerta.

Son las seis de la mañana y no ha parado de sangrar, su abdomen endurecido da muestras de problemas internos. No es una inflamación pareja, son abscesos que levantan los costados presionando parte de las costillas, se asoman de forma irregular, abultándose en la ingle, impidiendo que la mujer pueda doblar sus piernas.

Gritos ásperos sacan pintura de la ambulancia como garras de muerte, y los auxiliares tratan de calmar a la débil mujer que ha perdido su eje tras tanto dolor.

__ ¿Es un embarazo?__Pregunto un paramédico.
__ ¡No!__ Contestó la mujer luchando con las palabras al botarlas de la boca.
__ ¡Vamos rápido!_ ¡hay que sacarla de aquí!

El coche se puso en marcha zigzagueando para poder llegar con antelación al hospital, mientras en el interior los paramédicos trataban de calmar los confusos desgarros de la mujer.
La camilla recibe un cuerpo entregado al análisis, despegado de las cosas, su ropaje rajado da muestras de lo sucedido, ahogos continuos y veinte minutos de histeria la habían agotado por completo.

__ Viene en Shock señor, y ha perdido mucha sangre, hay que hacer algo rápido...
__ Pónganla aquí __ recomienda el doctor.
__ ¿Esta anestesiada? __ pregunta la asistente.
__ Llevémosla a pabellón __ asiente un auxiliar de turno.
__ Permiso, con cuidado…

La mujer sin fuerza y con los ojos cerrados encuentra apariciones de luz que se instalan por sobre los pasillos como espectros en la oscuridad profunda.
El hospital se vuelve una carretera de noche, con autos que imitan el transito del techo.

Todo roza los parpados a medio cerrar y cinco personas la mueven tendida, trata de inclinarse, y todo se fusiona, los blancos personajes se unen a las paredes, las luces se separan e iluminan su sangre haciendo brotar como montañas rojas un lote de paños que aguanta el derrame, luego su nuca vuelve a pesar, y separa el mentón de su pecho para caer en sólo sonidos y silencio por los ojos.
Las simples palabras del doctor, tan calmas y quietas se mezclan con los comentarios del pasillo. Un negro paisaje que le da cuenta de ser observada hace que todo se deforme, y la tranquilidad de los asistentes cuando hablan de ella choca con los agotados desgarros de pasión mortal que emana su asustado cuerpo.

La incomodidad de la camilla que la recibe y el frío que la mantiene horizontal, hacen desaparecer la luz por uno…dos… tres instantes y nada…
Sus ojos cerrados penetran el mar de murmullos diferenciando el sonido de las máquinas… la calle que entra por la ventana… el comentario de un par de señoras… y la pantalla que le recuerda su pulso.
Luego su cuello anestesiado alcanza a ver la gente que espera en la sala por pronta atención. La histeria rellena nuevamente su cabeza, pero no grita ni se dobla, no hay fuerzas, todo se nubla y se vuelve siluetas sobre la muralla.

En pocos segundos las siluetas son aplastadas por dos parpados que separan la realidad de su conciencia, parpados que cortan el espacio, dividiendo el pasillo de la sala de operaciones.

__ ¡Anestesista! __ exclama el cirujano.

Y la mujer profundiza en sus sombras, desapareciendo del escenario al cerrar por completo sus ojos dentro del sueño generado.

__ Pongan la pantalla.

Y el doctor palpando el estomago de la mujer trata de juntar características médicas que encajen con el problema.

__ La sonda con cámara… por aquí, si… adelante.

Acumulaciones de liquido blanquecino, tejidos confusos, coagulaciones por derrame, al parecer una gran infección, pero no hay muestras de irritación que produzcan este brote de sangre, solo desgarros de la carne.
Se muestra un compromiso uterino, más bien deformaciones que abarcan toda la zona.

Hay extensiones de tejido que no pertenecen a la genitalidad, una especie de cordón umbilical destrozado, que contiene durezas en su interior, no se realmente que podría llegar a ser esto__dice el cirujano tratante.

Hay que eliminar todo el exceso interno, y tratar de detener las hemorragias múltiples, o si no podemos perderla.

__Traigan recipientes.

Doctores y enfermeras aceleran el paso, creen que sea lo que sea que tenga esta mujer adentro hay que eliminarlo, raspar, sacar y botar, opción que no se bifurca por nada.

La mujer no bota mas que sangre.
La pantalla muestra grandes cantidades de tejido ajeno a la mujer, y debe ser retirado, no debemos hacer que este se mantenga ahí por mucho tiempo, puede ser fatal.

__Hay que aspirar __recomienda una enfermera.

Debemos pinzar internamente, cortar, reducir el volumen para que pueda salir sin complicaciones.

Antes de que los doctores procedieran la mujer cae en un gran colapso nervioso dentro del sueño, comienza a tener fuertes espasmos, contrayéndose muscularmente, como si fuesen poderosos calambres, movimientos que no son manejados por las reacciones al dolor ni el reflejo cerebral, son acciones meramente musculares.
Los auxiliares tratan de afirmarla amarrando sus muñecas y colocando algo en su boca para que no se muerda la lengua.

Pero… antes de que pensaran en insertar cualquier dispositivo de limpieza, la vagina de la mujer da muestras irregulares de dilatación, un incontrolable gemido generado por presión pulmonar y fuerza inconsciente alerta a las enfermeras que notan un cambio en la apertura genital.

__ ¡Doctor mire!
__ ¡Dios santo! ¡Afírmenla! esta evacuando tejidos.

Antes de que pudieran hacer algo… brotó, y la vida en la tierra lo recibía con el rótulo de la mortandad.
La forma aun no se separaba de la mujer, y tendones con viscosa consistencia unían su interior con la denominada confusión gestada.
Se le vio salir, caer y contornear las formas, se dejaba empujar por las cosas, no oponía resistencia.

Esa fue su corta actuación, luego lo depositaron en una bandeja rellena con líquidos, clausurándolo con tapa para una posterior eliminación. Fue elevado entre paños por espacios impregnados con anestesia y alcoholes, limpieza y asco, sorpresa, error y posterior indiferencia.

El interés por el cuerpo no fue más que de traslado, ahora la atención se encontraba sobre la mujer, que había alcanzado máximos estados de dilatación.
Los socorristas se movían por la mujer en crisis, tapando sus explosiones coaguladas, ocupando los vacíos con gasas y elementos higienizados.

La luz se posaba sobre la afectada como actriz principal y cada reflejo teñía de rojos fulgores todo el pabellón.

__ ¡No podemos perderla! __ exclamó el cirujano.

Había que frenar la hemorragia y salvar la única vida en cuestión.
Todo muy difícil ya que las carnes se confundían y suturar con un paisaje deformado se volvía obra de la imaginación.

Cortes que habitaban en el interior continuaban como rasguños por toda la zona baja del muslo, unían la sabana de la camilla como una extensión muerta de la mujer anestesiada.
Horas intentando no perderla callaban con leve sombra el rincón de las carnes ocultas en el recipiente, nadie se preguntaba su procedencia, ni cuestionaban su esqueleto.
Formas irregulares, durezas y tejidos mezclados sin lógica ni previa razón, se cubrían de trapos quirúrgicos esperando lentamente el traslado al incinerador hospitalario.

Los doctores estaban en su razón, no le dieron importancia ya que no tenía estructura conocida, y se presentaba acéfalo. En ningún momento lo relacionaron con pizca alguna de humanidad, menos todavía pensaron en algún latido o signo vital. No sabían por donde comenzaba, o si es que terminaba, no comprendían su posición ni menos su situación.
De hecho, cuando lo miraron no encontraron su borde, y dudaron de hallarle corazón, no podían abrazarlo ni auxiliarle respiración, solo dieron media vuelta, cambiaron guantes y se dedicaron al auxilio de la única vida en cuestión.

Una enfermera alertó al doctor por la posible muerte de la madre, y el quipo haciendo los últimos intentos de salvación, logra luego de cuatro horas de incansable trabajo auxiliar, salvar de las brutales hemorragias a la pobre mujer.
Muy cansados los doctores abandonan la sala para dejar reposando a la paciente que ya se encontraba estable.

En ese momento, una de las enfermeras sintió curiosidad por la carnosidad que vio salir de los genitales de la mujer, nunca antes le había tocado presenciar algo por el estilo. Acostumbrada al trabajo en la sala de partos se encontraba muy sorprendida de este caso que escapaba a todos los esquemas ya conocidos en la rutina médica.

Se acercó al recipiente, levantó los paños teñidos por manchas rojizas abundantes en el pabellón, y vio lo indescifrable.

Formas maquinales, parecidas a los metales de industria con la consistencia de un órgano intestinal, extremidades sin sentido, bajo carnes que no eran mas que durezas grises y grandes extensiones de uña desbordada.
Con estas características la enfermera explicaba los largos cortes por el muslo de la mujer, rasguños que recortaban los tejidos, roces ásperos de carnificaciones sólidas. Solo salida y caída, acciones involuntarias que lo eliminaban como individuo.

__ ¿Qué es esto? __ Se preguntaba la mujer.

No podía explicar su formación, ni que tipo de gestación le había dado tal consistencia… blanda y recta, sumergida en una malformada ebriedad de la lógica.

__ Tumores… __ Pensó la mujer, y su razonamiento se asemejaba al pensamiento del grupo médico.

Doctores, científicos estudiosos del nacimiento y formación humana, no se dieron el trabajo de chequear lo visto dentro de los parámetros de ser vivo.

Se habló de pelos repartidos en sectores dispares, un azar capilar que rellenaba y formaba masas mezcladas con tejidos de placenta oxigenada. Una gran bola de trazos extiende su costra como estructura de informalismo biológico.

La noche se apoderaba del hospital, y la luz dejaba en reposo nocturno una mujer que aun no abría sus ojos luego de una extraña y compleja intervención quirúrgica.

__Le daremos tres días de reposo absoluto, e iremos asistiendo su evolución__ dijo el medico tratante al conjunto de doctores que analizaban el caso.

La mujer despertó sin problemas al día siguiente, y su recuperación fue avanzando normalmente tras un profesional desplante médico.

Fue dejada de alta al cumplirse el plazo acordado.

Recuperada casi por completo, fue trasladada por familiares a su casa donde vivía con su gato, mascota que la recibió feliz, mirándola como si nada le hubiese sucedido.

Unos días en cama le dieron tiempo suficiente para pensar en lo acontecido, hasta que levantándose al living se topa con un detalle que no había notado por la fugacidad de los dramáticos y dolorosos hechos sucedidos unos días atrás.

El test de embarazo se encontraba posado sobre la misma mesa en la cual había sido depositado la noche anterior a la emergencia.

La mujer se asomó por curiosidad a revisar el pequeño dispositivo.
Y los resultados la dejaros pasmada en el sillón.

…positivo era el mensaje, y nada concordaba con lo diagnosticado por los médicos.

La mujer no tuvo la oportunidad de ver lo que había emanado su cuerpo el día de la operación, pero la lógica del examen le decía días después que había sido un hijo eso que la tuvo al borde de fallecer.

Hijo de una mujer que nunca se supo madre, siempre se concibió como tejido muerto.
De nada se enteraron las negras gafas de la ciencia, encasillada a esperar características comunes, repetidas como serie de mercado, tildando de enfermo lo que no se contiene dentro del esquema ya visto.

En fin, nunca creyeron estar equivocados, siempre sumergidos en su razón, salvaron a la madre y se fueron a descansar sin olvidar nada en el pabellón.

Total, lo que vieron nunca tuvo vida, y si alguna vez la tuvo nunca pidió que le tomaran el pulso.

No era más que un conjunto desintegrado humanamente, llevado a los límites del espécimen. Fue descartado al no asemejarse a sus progenitores, inmediatamente eliminado de las ecuaciones genéticas, albergando su nombre en la familia de las fallas.

No poseía extremidades, tronco ni cabeza, lucía como un todo diluído que mantenía su cuerpo unido por construcciones de músculo, tendones y piel que aliaban de manera muy sencilla lo innombrable como ser vivo.

En un comienzo, se gestó bajo la lógica materna, ocho meses antes de que saliera a la luz ya había tratado de llegar al ovulo como espermio en lucha. Su incubación se articuló unido al cordón umbilical que le daba la normal alimentación para que no perdiera la vida.

El líquido amniótico le dio la oportunidad de tener hábitat dentro de la mujer, pero apenas comenzó a soportar los estragos de la realidad, se topó con la primera menstruación que rompió la bolsa que lo contenía. Tal accidente lo dejó nadando en un contexto uterino que le dio la opción de aferrarse y quedar enganchado a un nuevo lugar.

Se adueñó así de un espacio que continuaba en normal funcionamiento, pasando desapercibido en las mensualidades de la mujer.
Su alimentación se baso en los desgastes de paredes uterinas volviéndose autosuficiente al alimentarse de cada una de las menstruaciones de su madre.

Recién llegado el octavo mes, la mujer se percató de un atraso prácticamente absurdo, notando también algunos bultos en la zona abdominal.

Los últimos meses, su adaptación parasitaria uterina lo alejaba de necesitar alimento para sobrevivir, ya que al adueñarse de la totalidad del órgano femenino, los procesos biológicos le sucedían a la criatura mas que a la madre, por lo que existía un transito de fluidos que lo mantenía latente, cambiando de piel cada vez que llegaba la fecha de hacerlo.

Pero llegó el día, y nació al octavo mes de gestación.

Allí yacía… tendido en paños quirúrgicos, sin comprensión, ayuda ni auxilio,no necesitaba nada, ya que las necesidades pertenecen a los otros, aquellos que lo extirparon por el solo hecho de no solicitar nada.

Si hubiese llorado tal vez le habrían dado mas atención, pero no tenía queja alguna.
Un error que abundaba y nunca se supo, la preocupación yacía en la madre, no considerada como progenitora, solo como víctima.

El cuerpo era depositado a un costado del pabellón, los doctores trataban de salvar la única vida en cuestión, pero no importa, no se imaginaban que eso que habían visto salir venía de un proceso que le daba opciones de interactuar con los vivos.

Sus movimientos eran naturales, no contaminados. Improntas contra el contexto le daban historia y continuación, se dejaba llevar por los contornos sin necesitar nada más que espacio y plano.
Definido por el entorno físico y no por la voluntad, era eliminado al no sufrir necesidad.
Pobre espécimen, no demostraba interés, no servía para engranar, muy por el contrario, trancaba la gran aceleración maquinal.

Sin dudas ni consentimiento era sepultado bajo una mueca de asco racional hacia la forma.

La técnica y lo establecido por la ciencia se apoderó de su juicio, las miradas se nublaron en una muerte silenciosa y de errores naturales.
Encuadrados en lo mecánico, definidos por la mano del civilizado, urgidos por mantener la norma, descartaron instantáneamente este engaño de la carne.

Una línea recta en la organicidad animal, un esquinado y angular movimiento del parir.
Grandes brillos que le dieron el nombre de las sombras, apagando la historia de un reaccionario al tiempo.

Y yacía tendido… tapado, silencioso de naturaleza, no urgía por ayuda. Se encontraba lanzado, esperando pausado ningún tipo de auxilio, tranquilamente no nato, al no necesitar tanto y más… que dejarse caer y rozar por las cosas que lo reformaban.

Entonces la madre agarro el teléfono y marcó el número del hospital.

__Doctor, no me va a creer lo que acabo de encontrar… el test que me recomendó hacer el día antes a mi urgencia, dio positivo, queriendo decir que lo que salió de mí era un hijo y no quistes como aclara el informe final de la operación.

__ ¡No puede ser…


…Y fue incinerado, alimentando una desintegración… puede que le haya dolido, pero nunca pidió que lo salvaran. Estaba destinado a no oponer resistencia, ni a sufrir necesidad.

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Un día nació, sin sabor ni sombra, sin respiros ni pestañeos. Nació y no se preguntaron si estaba muerto, su cuerpo daba muestras de no dar muestras, silencios de oscuridad.

Realmente todos creyeron eso, pero las creencias no siempre son la realidad.


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Texto agregado el 12-09-2007, y leído por 177 visitantes. (0 votos)


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