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UNO

Lo recibí una tarde y pensé que se trataba de una broma. Era un paquete grande, casi como un armario, que cargaban dos operarios con mono verde. Tras abrirles la puerta, entraron como si nada y lo colocaron en medio del comedor sin hacer caso de mis protestas. Discutí con ellos, pero no había error posible: el nombre y la dirección del paquete eran claramente los míos. Además -dijeron- no había que pagar nada, así que ¿qué más daba?. Se fueron tan rápido como habían venido, y yo me quedé solo en el pasillo, sonriendo estúpidamente. No sé cuánto rato estuve mirando el enorme bulto, que me esperaba plantado insolentemente en medio del comedor, robando el protagonismo a la televisión. Cuando decidí acercarme, el sol había desaparecido tras el edificio de enfrente. Lo miré por todos lados. No había nada que me diera una idea del contenido: ni tarjetas, ni letras impresas en el embalaje. Fui a la cocina a buscar un cuchillo, y lo utilicé para cortar las cuerdas. Debajo del papel marrón encontré cartón duro del mismo color, sin ningún distintivo. Abrí la tapa, y se me cortó la respiración: dentro de la caja había dos maniquíes desnudos, a tamaño natural, de un hombre y una mujer... pero asombrosamente reales. En el pecho, los dos llevaban una letra pintada, el hombre una A, la mujer una B. Los toqué, y supe que no eran maniquíes de cera, o de plástico. Su piel -lisa, sin rastro de vello- era suave, caliente... creí notar el latido de sus corazones y el circular de la sangre en sus muñecas. Pasé un buen rato tocándolos, acariciándolos, fascinado por su inmovilidad, que no tenía nada de rígida. Intenté abrir sus párpados, sin ningún éxito. Entonces, desde detrás de la cabeza de la mujer, algo cayó al suelo. Lo recogí.
Era un libro rojo, de tapas duras, en las que se leía "Manual de instrucciones".




DOS

"Levantar la pierna derecha de A formando un ángulo de 45 grados, y flexionar la rodilla hasta que el pie quede paralelo al resto del cuerpo. Repetir la misma operación en B, pero utilizando la pierna izquierda. Luego, extender los brazos de A hasta que descansen sobre los hombros de B. Hacer lo mismo con B, procurando siempre..."Es curioso. Muy curioso. No sabía que un cuerpo -dos, en este caso- fuera algo tan versátil, tan complejo. Lo que a veces nos parece una simple herramienta es algo lleno de insospechadas posibilidades. La carne es sorprendente, divertida... "Entreabriendo los muslos de B, encajar entre ellos - con una presión firme pero suave- el cuello de A, con el rostro hacia abajo manteniéndole arrodillado en el suelo. Las manos deben agarrarse con fuerza a los tobillos. Luego, con sumo cuidado, doblar la columna vertebral de B hacia atrás, de modo que...” A medida que voy avanzando en el libro, los métodos para encajar los cuerpos -¿o debo decir las piezas?- son más y más enrevesados y diferentes. Pero me he dado cuenta de que desde la mitad hasta el final del libro, todas las páginas están en blanco. "Abrir las bocas formando un óvalo perfecto, y encajar los rostros, uno de ellos -a elección- ladeado. Retorcer las manos de éste último de forma que..." Los días pasan y sigo jugando con ellos, creando estructuras cada vez más complicadas con este Mecano de carne. Ahora estoy a punto de acabar el libro. En estos días, he aprendido a abrir y cerrar sus ojos, a entrelazar y retorcer sus lenguas como raíces húmedas. Los he modelado a voluntad, y conozco cada recoveco de su arquitectura palpitante mejor que la mía. A veces, no puedo dormir, y me quedo mirándolos durante horas, pensando. En una de estas noches, de repente, he llegado a una conclusión: La carne es importante. Es lo más importante.



TRES




Y esta mañana, lo he hecho. Con ayuda de la maquinilla, me he afeitado la cabeza -desnudando incluso mis cejas- y luego el resto del cuerpo. Al acabar, con un rotulador, he pintado una C en mi pecho, algo tembloroso. Ahora estamos los tres en la caja, muy apretados. He cerrado los ojos, y un extraño sopor se está apoderando de mí, al sentir el calor de A y B más cercanos que nunca.




Sé que tarde o temprano alguien vendrá a buscarnos.

Texto agregado el 10-09-2007, y leído por 103 visitantes. (0 votos)


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