Un pegaso rodín, bordó un ala escarlata la siguiente, planeando en espiral, se sentó, incómodo, con una mano en su mentón y la otra en su rodilla, sobre el Ecuador de mi tercer ojo.
Acariciando con la punta de su ala interior mi nariz, hizo todo lo posible por desconciliar mi sueño más caramelo.
En una casa feng shui donde conviven la Frescura y la Paz habita una celeste cocina que olfatea Nortes con cuatro narices redondas; por la ventana que la enfrenta y a la izquerda de ella, a pocos pasos, hay un estanque de azules aguas cristalinas en el que juegan a la mancha pideayuda ranas fucsia, delfines de chocolate amargo, hipocampos galácticos y una sirena sin cola de pez y con alas de nácar que es toda Venus. Se entretienen en las penumbras linderas del día y la noche, en toda la opacidad, y a veces hasta el otro día. Eso sí, siempre que no corra viento Zonda porque sólo hay dos paraguas ojivales y un impermeable que se queja latoso cuando tiene que trabajar.
En tanto, la dueña de casa duerme suave si ellos se divierten porque de día trabaja, trabaja, debe versus haber entre nubes de frac orégano y mareas sin vientos; café y mate sus elixires de Vida Eterna. Cuando no está, los ratones bailan vals con el recuerdo de un ser quincenal, tal vez sea un fantasma del futuro, una sombra de sándalo que puja por laureles y secretos, una silueta de amaneceres reptilíneos, cálidos.
El Logos es chacal que acuna vaivenes de ruleta. El tiempo acaricia canciones de escaleras sin peldaños. El Futuro al Este será ayer y se alimentará con minutos de inapetente porvenir que perece en un morado jaque mate sin sobremesa dominical. El sábado querrá ser abismo y poesía, azar y vientos, arena, mar y sed a borbotones.
Abro el cajón de mi mesa de luz. Luciérnagas púrpura bullen por nacer, por quebrar perfumes, por abrir venas y destierros en la Guerra del Amor que mata: seducción, muerte y resurrección.
Brincando vientos y sugiriendo hojas de plata, mi razón inconciente de oníricos juguetes comienza a distanciarse, se desploma frente a olivos preñados de trompetas caracolas.
La almohada insomne no cumplió su cometido. Mis párpados oleaginosos hallan la ternura del reencuentro de mi cepillo de dientes sobre un diccionario en el asiento trasero del triciclo.
Los pensamientos no dependen de mi cuerpo. La Ideología es bruma acechando rapsodias. Bufones escoceses y una mujer flamenca sonríen orgasmos lila sobre aquel abdomen de letra y mano apretada.
La carta es
perla eterna en tus mejillas transparentes,
leyenda sin plegarias,
letras impares,
números primos lejanos,
sólo consonantes cerradas y vocales boquiabiertas.
¿Hay ausencia? ... ¿Hay nostalgia?
Huelo tu piel mística, lejana. Aromas a deseo y jeroglíficos, de amor en rebanadas, en cuotas francesas, en dosis, migajas, semáforos, en gotas, en medidas providenciales y poco oportunas.
Sólo sé que ahora estoy totalmente conmigo. La sábana es mortaja de un faro sin sol ni caburé1 que lo abrase.
Soy rebaño de emociones sin pastor,
ladrón sin cómplice,
cristiano sin escudo rodeado de dorados leones.
Aún así busqué con la fortaleza de mi virilidad matinal los bordes de tu vereda roja, la tersura agridulce de tus labios bermellón ...
sólo hallé a la Dama Ausente
estrenando nueva rutina
de vacíos sin mocedad.


Rodín
Nano Gutierrez