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EL HOBBY

Le despertó un calor sofocante. Un charquito de sudor se acumulaba bajo su mejilla izquierda que se apoyaba sobre el suelo de madera. Su único ojo bueno también apoyaba sobre la madera por lo que tuvo que levantar la cabeza para intentar ver algo. Sobre él, a escasos centímetros, se cernía una especie de pared algodonosa de color negro que se movía lentamente de un lado para otro abarcando toda la estancia. Todo estaba a oscuras pero un tenue resplandor proveniente del pasillo, entraba por la puerta. Decidió dirigirse hacia él. Se quitó de encima dos cabezas que se apoyaban indolentemente sobre su espalda y comenzó a reptar trabajosamente. Era como deslizarse por un túnel. El olfato hacía tiempo que le había indicado que lo se cernía sobre él era una espesa capa de humo. Este dato le resituó en la realidad de forma inmediata y comprendió que una sola bocanada de ese humo bastaría para matarle. Salió al pasillo arrastrándose sobre el suelo de madera y en dirección a la luz. Por suerte los cuerpos yacían pegados a las paredes como si hubieran dejado un corredor libre a la espera de que alguien se deslizara por él. Giró a la derecha y de pronto se encontró a un metro escaso de la fuente de luz. Era la luz interior de la nevera cuya puerta se encontraba abierta de par en par. Estiró el brazo hacía arriba para intentar llegar a los hielos y refrescarse con ellos, pero no era suficiente. Para eso debería incorporarse, pero se obligaría a entrar dentro de la espesa capa de humo y eso no era muy recomendable. Prueba de ello era la cantidad de cadáveres que había alrededor de la nevera. Dio media vuelta y continuó pasillo adelante arrastrándose afanosamente hasta desembocar en una gran estancia. Las pilas de cadáveres eran tan grandes que a veces se perdían dentro del techo de humo. Necesitaba encontrar una salida rápidamente, la capa de humo iba bajando lenta pero inexorablemente y no le quedaba mucho tiempo. Quien no se consuela es porque no quiere y ahora se alegraba de que cuando perdió la pierna, hubiera sido la derecha. De no ser así apenas hubiera sido capaz de desplazarse al haberle sido amputado el brazo izquierdo a la altura del hombro, el año pasado. Al tener los miembros sanos en aspa su desplazamiento era posible. De pronto unas manos se asieron a su pie. No sabía de donde provenía pero una tenue luminiscencia iluminaba aquella estancia. Tal vez fuera el incendio que debía estar desarrollándose por encima de la cortina de humo. Vio a una chica joven de larga cabellera rubia sonriéndole desde su pie al que besaba de vez en cuando.
- Te amo.- Dijo la joven sin parar de sonreír.
Flexionó su cuerpo por la rodilla para tomar impulso, apoyó su hombro en la cadera de una pareja de obesos que había tumbados a su lado y descargó una patada con todas sus fuerzas sobre la cara de la chica. Pero no le soltó. Su sonrisa continuaba indeleble y sus manos agarradas fuertemente a su pie. Intentó reptar con ella enganchada pero era demasiado peso. Se volvió y la miró a los ojos.
- Te amo.- Repetía ella feliz.
- ¡Oremos!.- Dijo él, gritando lo que pudo y estirando hacía arriba su único brazo.
- ¡Oremos!- Repitió ella levantando los brazos a su vez.
Esta vez la patada le hizo rodar sobre sí misma y él aprovechó la circunstancia para avanzar rápidamente por encima de varios cuerpos desnudos. Poco después consiguió llegar al exterior saliendo por una puerta trasera. Se apoyó en la fachada pero estaba demasiado caliente por lo que prefirió alejarse unos metros con un último e ímprobo esfuerzo y se dejó caer sobre la tierra fría de la noche.
Todo había pasado. Esta vez sin grandes perjuicios. En realidad era la salida más limpia que había conseguido nunca. Sus amistades no se lo iban a creer. Volvería tal y como marchó en el aspecto físico. Al principio le tomaban por loco, pero luego vieron que lo suyo era verdadera afición. Aburrido de los llamados deportes de riesgo, que para él se habían convertido en algo así como salir a comprar el pan, se había aficionado a la supervivencia. Su hobby era sobrevivir a suicidios colectivos. En Africa perdió un ojo y un brazo, en Alemania la pierna, En Tenerife un testículo, en Suiza la audición de un oído, pero él seguía disfrutando como el primer día. Por cierto, había oído hablar de los Davidnianos de Estados Unidos.....



Texto agregado el 04-09-2007, y leído por 85 visitantes. (0 votos)


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