Traspasó la vieja puerta de madera y entró a la pequeña habitación de adobe, el aire enviciado chocó contra su nariz, la penumbra dejaba entrever la mesa de noche sucia y descangallada.
El destruido catre,con el elástico vencido, de alambres oxidados, panceaba en su parte media, tocando casi el suelo. En él, un vaso con agua de varios días.
Por la ventana hecha de madera ordinaria y reseca por el tiempo, entraba un haz de luz, que caía sobre las sábanas amarillentas y sucias.
La funda rota de la almohada, mostraba parte de los vellones de lana de su interior.
El piso de tierra pisoneada le daba al ambiente un aspecto húmedo y frío.
Al fondo, en una esquina, el hombre mayor, de nacionalidad chilena, lo esperaba con una palangana de chapa, un jabón y una toalla hedionda.
Sintió nauseas.