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Inicio / Cuenteros Locales / mi_mundo_paralelo_y_yo / El anciano que reencontró su sonrisa

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Lloraba y lloraba sin consuelo alguno. La gente, que junto a su lado pasaba no se molestaba, ni tan siquiera, en darle un pañuelo en el que enjugar esas tristes lágrimas; el pobre anciano lo sabía, estando sólo era plenamente consciente de su soledad y esto le entristecía aún más y hacía que sus lágrimas siguieran cayendo vertiginosamente por sus mejillas.
Allí pasó horas, muchas, no las contó pero pudo comprobarlo cuando al alzar la cabeza, descubrió que en menos de una hora, el sol se pondría. Decidió caminar puesto que esto siempre le había gustado y, si bien ahora no le distraería de su profunda pena, al menos le desentumecería los apenados huesos que, con su inmovilidad, parecían acompañar la de los seres que con el anciano se cruzaban.
Al llegar al río, decidió sentarse. Había un pequeño muelle allí por donde la gente no solía pasear pues ¿para qué pasear cuando se tiene una vida feliz y ocupada? El anciano centró sus enrojecidos ojos en las calmas aguas y de pronto le pareció oír algo…era el agua del río, pero ¿cómo era esto posible? -Escucha, anciano- le dijo, -sé que piensas que lo has perdido todo en la vida; te arruinaste y ahora nadie quiere saber nada de ti, ni tus parientes ni a los que antes llamabas amigos-. El viejo no daba crédito a lo que oía pero asentía en silencio. -Bien, quiero que sepas, que siempre he estado y estaré aquí; no necesitas pagar para estar junto a mí, tampoco para escucharme y mucho menos para deleitarte con mi devenir, así que no te molestes en llorar más-.
Dicho esto, el agua no volvió a hablar y el viejo meneando la cabeza se dijo a sí mismo que lo ocurrido no había sido sino una muestra más de la demencia que la soledad puede llegar a provocar.
Al rato, mientras el poco pelo que le quedaba se agitaba alrededor de su coronilla, le pareció escuchar nuevamente un susurro. -¿Perdón?- dijo algo confundido. -No hace falta que te perdone- silbó el viento -decía que no entiendo por qué te empeñas en llorar y en lamentarte por amigos que no tienes, cuando hace unos minutos el agua del río te dijo que siempre estaría ahí para ti-. Al pobre viejo casi se le salían los ojos de las orbitas de tanto abrirlos. -Sí, ahora yo, el viento que todo lo mueve, te digo lo siguiente: tampoco para refrescarte con mi brisa tendrás que pagar nada; cuando tengas calor, ahí estaré yo para aliviártelo y cuando sientas frío vendré del lado contrario para calentarte con mis propios brazos; ahora me marcho, he de seguir yendo y viniendo pero a una palabra tuya, regresaré-.
Bueno, esto era el colmo, el anciano no tenía bastante con sus desgracias como para que encima viniera algún gracioso a hacerse pasar por el viento y reírse de él. Entrecerró los ojos ante la inminente venida de nuevas lágrimas así como por el brillo que sol poniente provocaba en las brillantes cúpulas de los edificios cercanos.
-Basta, deja de llorar por favor-. -¿Quién está ahí, por Dios? ¿Quieren dejarme a solas con mi pena de una vez?-. -Ciertamente podría hacerlo pero no lo haré sin antes declararte algo: soy el sol, sé que me conoces; son muchos los años que te he acompañado cuando ibas a trabajar o a comprar el pan por las mañanas. No quiero que sientas pena ¿me oyes? Ni que pienses que en el mundo todo puede ser comprado o pagado con dinero; yo estuve aquí desde el principio de los tiempos y lo seguiré estando para los que desean contemplarme y calentarse con mis rayos y cuando me marche, sé que vendrá mi hermana, la Luna, que pese a que de cuando en cuando se las da de misteriosa, me consta que no tendrá problema alguno en que la acompañes en su diario viaje-.
El viejo, contrariado, pero decidido, le dijo -está bien, intentaré creeros pero ¿por qué hacéis esto por mí?-. El sol respondió -verás, a diario intentamos manifestarnos a nuestro manera, hablo de los elementos naturales como el agua, el fuego, la luz…pero la gente está demasiado ocupada en otros menesteres como para apreciarnos; se empeñan en tratar de conseguirlo todo por medio de un papel al que llaman dinero. Por eso te digo que, a nosotros, no nos importa tu dinero, no lo queremos pues para nada nos sirve, pero queremos que disfrutes de la vida, que sonrías cuando veas salir el sol porque eso significará que es un nuevo día y que te encojas cuando el viento te provoque frío porque eso implica que sientes y cuando sientes es porque estás vivo que, al fin y al cabo, es lo más importante, estar vivo y tratar de ser lo más feliz posible. Ahora me marcho-.
Allí quedó sentado el viejo, en ese muelle que hizo que una tímida sonrisa volviera a asomar a su rostro.

Texto agregado el 20-03-2004, y leído por 572 visitantes. (22 votos)


Lectores Opinan
30-05-2007 Bueno pero ya se estabilizo el avión? o como yo estás intentando desesperadamente apagar el fuego de ambas alas y no abandonar y tirarte sin paracaidas...el café se enfría! julfito
13-05-2007 Comulgo con ese mensaje... La mayoría de veces, el ser feliz es una cuestión del planteamiento que uno se hace y la felicidad no es más que la suma de pequeñitos fragmentos de felicidad; por dónde empezar a buscarla si no por las cosas sencillas de la vida (y gratuitas..jejeje). 1 mahou para ti!! xung0
06-05-2007 Mis sinceras pero muy sinceras:felicitaciones.Me gustó muchoooooooo. Rosatenue
29-08-2006 Bonita historia y quien siga esa filosofia de vida,vivirá mucho mejor Se nota que eres sensible a los elementos x_librio
05-05-2006 PAGANA, MÁS QUE PAGANA!!! Pero sí, es cierto: hablan. Y venga, vaaale, después de esto aceptamos río como agua-agua. Estrellas son igual a cinco :-) raes
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