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Rosita se fue porque no le hacían caso. Buscó los oídos de su abuela. Algo terrible iba a suceder y quería evitarlo. Pronto, se dio cuenta de que, con ocho años de existencia, muy poco podía hacer ante problemas de adultos.
- No me oyen, abuelita.
- ¿Ya probaste hacer berrinche, hija?
- No.
- Pues deberías, a los niños les resulta.

La abuela se iba a ir de casa. “Quiero morir en otro lado”, dijo un buen día. Nadie la oyó. Claro, todos seguían preocupados en problemas de adultos. La niñez y la tercera edad salían sobrando en esa casa.

- Pero me pegan cuando hago berrinche.
- No te preocupés por mi, Rosita, ellos se van a dar cuenta de mi decisión cuando ya sea muy tarde.
- No abuelita – dijo la niña con los ojos aguados, - ¿Por qué no les dice que está enferma? Yo no entiendo de esas cosas. Abuelita, me siento muy triste.
- No, no. Eso si que no, si te voy a dejar sola en medio de esta raza de egoístas, al menos quiero saber que tenés fuerzas.
- No tengo.
- Claro que las tenés.- dijo la señora en tono seguro- Con que tengo yo que llevo una enfermedad encima y tanto cansancio en mis huesos.

La mamá de Rosita pasaba muy atareada. La niña podía contarle cualquier cosas, pero su madre nunca escuchaba. Las clásicas respuestas eran gestos de aprobación, miradas perdidas en otros asuntos y, algunas veces, el “dejá de molestar” que tanto dañaba a la niña.

- Mami, mi abuela tiene algo que se llama tuberculosis.
- Ya sabemos- contestaba la joven mujer sin dejar de ver su libro de cuentas.
- Mami, es en serio. Dice que se va a morir, que ya no puede respirar, que quiere despedirse.
- Mmmm, mmmmm.
- Decile que no se vaya.
- Andá a jugar a la calle , por favor.
- Decile que la quieren, mami. Tal vez aquí la podemos salvar.
- Mirá Rosa, dejame trabajar, no tengo tiempo para tus cosas.

La misma historia era con su papá. Eran caso perdido aquellos dos adultos. La anciana había preparado su viaje por semanas. Cada día era un paso más a la tumba. Ya estab muy cerca del final. Su desición no iba a cambiar. “Ya mucho tiempo se me ha encogido el corazón por ellos”, pensaba, “los últimos días no quiero sentir rencor”. La niña solo oía esas reflexiones. Rosita no se quería quedar sola. En el fondo, tanbién sabía que su abuela se iba porque lo necesitaba, pero le dolía mucho. No lo quería aceptar.

- Lléveme con usted – dijo Rosa.
- No puedo. ¿Qué sería de vos después de mi muerte?
- Usted no se va a morir.
- Hija, tu lugar es con tus papás sean como sean ellos. Vos no podés decidir si te vas o te quedás, estás muy pequeña.
- Pero me va a dejar solita.


La abuela estaba retrazando el viaje. A veces tenía la esperanza de que alguien le hiciera caso a Rosa. También a ella le dolía ir a morirse sin que su hija se enterara.
La enfermedad avanzaba. Llegó un momento en que no se sitió capaz de salir de la casa. La tristeza embargó a la anciana. “Ya no me puedo ir”, decía a medias. La Rosa se sentía aliviada al oír aquello.

- Mamá, cuidá a mi abuela – imploraba la niña. – Está escupiendo y yo creo que le sale sangre.
- Mmmm....
- Por favor.

No le hacián caso. Se fue a refugiar en su abuela. La señora estaba a punto de morir. Rosita no lo sabía. La anciana la llamó a su lado y le dijo que no se fuera de ahí hasta que todo hubiera pasado. Media hora después, Rosa estaba solo en ese cuarto. El cuerpo de la viaje, ya tenía diez minutos de estar vacío.

- De todas formas te fuiste, abuelita.- dijo la niña con el llanto atravesado en la garganta.

Por fin, salió a darle las malas noticias a sus papás. Ellos estaban viendo las noticias. “Mi abuelita se murió”, dijo con tristeza. “Decile que se tome las medicinas”, respondió el papá, “y te vás a acostar.



Texto agregado el 20-03-2004, y leído por 154 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
29-04-2004 muy triste relato, reflejo perfecto de la humanidad a estas alturas, duro, pero así es. mem
25-03-2004 Ya me dieron ganas de llorar. Buen texto, pero cuidado con lo "dedazos". sarnahuixtli
20-03-2004 Duro relato que emplaza al lector a la reflexión sobre 'los unútiles', los que no tienen voz ni cabida en el mundo alienado de los adultos. De verdad muy enternecedor. Felicitaciones. cao
20-03-2004 !Que fuerte! La indiferencia en su grado máximo...buen cuento yoria
 
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