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Inicio / Cuenteros Locales / curiche / Con tu puedo...Cap 61. A las once zarpó el barco

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A las once zarpó el barco

Cuando corría el mes de mayo Ernesto Aravena llevó varias maletas a la estación y las subió al carro de carga, luego subió al primer vagón e hizo el viaje hasta Iquique. En el puerto llevó las valijas a la casa del matrimonio Gómez. Esperó tranquilamente la llegada de Estela, era el último día en Chile antes de que la mujer zarpase rumbo a Europa, por ese motivo Ernesto aceptó acompañarla hasta el puerto. Fernando Gómez se disculpó de ir aludiendo que las despedidas le hacían mal, cuestión que a Estela le agradó ya que le implicaba la posibilidad de hacer ir a Tito con ella hasta el puerto y conversar el día y la noche que vendría.

En el barco había zarpado de Valparaíso allí se embarcó Marienchu, ambas harían el viaje, juntas visitarían algunas capitales, aunque para Estela lo esencial era Londres, en donde iba a visitar a su hija y de paso liquidar sus acciones. Deseaba reducir todos sus valores a dinero y con ello iniciar una vida alejada del marido con el que ya no le unía nada más que la costumbre de más de veinte años de matrimonio.

—Misia Estela, voy a visitar algunos amigos y regresaré al atardecer.
—Don Ernesto, le agradecería que llegue antes de las siete ya que deseo cenar con ustedes, el barco debe recalar a eso de las nueve de la noche, voy a ir a recibir a mi amiga, me acompañarán los empleados, usted no Ernesto.
—Gracias Misia, permiso me retiro.

Ernesto salió de la casa, metió sus manos en los bolsillos y caminó sin rumbo. La historia llegaba su fin, final previsto hacía meses, no se había engañado y ella tampoco había tratado de engañarle, se había enamorado hasta los huesos, caminaba triste por las calles, el olor del mar le abría los sentidos. Se sentó en un banco de la plaza y allí dormitó. Luego fue a saludar a sus camaradas del periódico, entregó los recados que llevaba y conversó poco. Pasó por una cantina y se bebió una caña de tinto, luego fue a la casa de los patrones,

La cena fue larga y distendida, Estela les dijo que regresaría en medio año, agradeció a cada uno y sacando de su cartera algunos sobres entregó uno a cada uno, quienes los abrieron vieron que contenían una buena cantidad de dinero, Tito guardó su sobre. El aire estaba ricamente perfumado a flores, era el perfume preferido de la señora, el ambiente olía a dafnes.

Tito se retiró a la habitación que le habían preparado, se tiró en la cama y abrió el sobre, no había dinero, había una esquela en la que le decía que le esperase despierto, que no sabía a que hora terminaría la charla con Marienchu.

Marienchu y Estela entraron a la casa cerca de las diez, conversaron un par de horas, se bebieron media botella de Coñac y cerca de la media noche Estela dijo:

—Marienchu, a partir de mañana podremos conversar durante todo el viaje, estoy algo cansada y deseo ir a mi dormitorio, tu habitación está preparada, zarparemos a las once de la mañana.
—Bien mujer, vete, yo me llevaré una copa con coñac y dormiré como un angelito ¡ese perfume que llevas es fabuloso!
—Y tiene historia, quizá alguna vez te la contaré.
—¿No me digas que te atreviste?
—No te diré nada niña, hasta mañana, descansa.
—¡Salud amiga! Y si que sean buenas noches, aunque no me cuentes, te felicito y que seas feliz.

Bordeando las dos de la madrugada, Estela se colocó una bata de levantarse y caminó hasta la habitación que ocupaba Ernesto, entró sin hacer ruido. El hombre esperaba con los ojos cerrados.

—Tito acompáñame.

Tomó a su amante y le llevó hasta su recamara, se abrazaron en un interminable abrazo, el beso duró largos minutos y las manos de ambos se recorrieron ávidamente. Se desnudaron totalmente, era la primera vez que lo lograban, se tiraron sobre la cama y se amaron con fuerza, ternura y pasión una y otra vez. Los gemidos se mezclaron con palabras nunca antes dichas ya que en la Oficina habían sido mudos amantes.

—Tito, vente conmigo, de verdad quiero pasar mucho tiempo contigo y no me importa que Fernando sepa.
—Estela, sabes que no iré a otro lugar que no sea Chile. Me gusta ganar el dinero que gasto, te amo demasiado Estela, pero no me poda imposibles.
—Ustedes son todos parecidos, esa dignidad que trasmiten llega a dar temor, quizás por eso me he enamorado de ti. Ya sabes que no volveré a la Oficina, me comunicaré contigo por carta, debes dejarme una dirección, quiero que sepas que deseo verte a mi regreso.
—Cuando me levante, iré casa de una comadre le pediré reciba esas cartas, aunque no me hago ilusiones de verte alguna vez.
—Tito, soy hija de una familia muy rica, la única mujer de varios hermanos, mi padre siempre se cargó hacia el mayor de los hijos y mi madre, ella sólo vivía la vida del campo, era como yo hace algunos años atrás en la Oficina. Mis padres viajaban por el mundo todos los años, yo me crié con mi mama Rosalba, que era una campesina muy pobre que poseía la misma fuerza y dignidad de ustedes. Me importa poco el dinero, no es que no lo posea, soy rica sin el dinero de Fernando –que mucho de esa fortuna me pertenece- podré hacer una vida independiente a mi regreso, y aun cuando no me creas, quiero que estés a mi lado.
—Primero, ve a ver a tú hija, quien no dice que en Europa te enamores y te quedes allá, no me hagas promesas, cuando regreses, si deseas iré a donde estés, ahí conversaremos, si no sucede así, me quedaré con esta noche y lo que nos ha ocurrido en estos meses. Pronto amanecerá y nos separaremos.
—Tito, hazme el amor una vez más.

Se amaron una vez más. Luego Ernesto salió de la habitación como había entrado, sin ruido, se bañó, vistió salió de la casa, desayunó en el mercado. Fue a visitar a sus compadres, con la dirección en el bolsillo de su chaqueta se fue al puerto para despedirse.
Cuando llegaron las dos viajeras, Estela buscó con los ojos a Ernesto, se acercó, se despidieron con un roce de manos, Tito le entregó un papel con una dirección y le dijo ¡Adios! Se dio media vuelta y caminó hacia a plaza.

—Compañero Elías, ya se fue la patrona así que voy a la Oficina, algún encargo.
—Ernesto, llévese estos diarios y propaganda para Alamiro
—Vamos a ganar compañeros. Araya va a ser elegido, esta vez ganaremos.
—Es cierto, pero debemos defender cada voto, ya sabe que ellos se unirán para robarnos los sufragios.
—Gusto de verlos y me llevo los materiales.
—¿Qué le ocurre compañero, se le ve medio tristón?
—Nada, es que la Mireyita no regresó y se le echa de menos.
—Ya pasará. Salúdeme a Alamiro.

La sirena del barco dice que se fue, con ese pito se me va una ilusión, no sé por qué le creo a Estela, pero, hay una cuestión que pesa demasiado y es que las diferencias son tales que no lo permitirán. Van a castigarla si ella realmente quiere compartir la vida conmigo, mis compañeros también me verán como bicho raro, ¿qué he de hacer? ¿Cómo enfrentarme a este futuro? ¿A quien se lo cuento?

El viaje de Estela fue bueno, compartió los secretos de María Asunción, pero nunca habló de su amor por Tito, era algo que deseaba guardar hasta su regreso, una profunda consecuencia religiosa anidaba en su alma, convicción que le privaba el derecho a gritar su alegría y felicidad por haber encontrado lo que sólo conocía en los libros. Sabía que sería expulsada del círculo del que era parte, hasta le perdonarían algún desliz de infidelidad. Alguna de sus amigas como Marienchu le comentarían de sus fantasías sexuales con sus trabajadores y de cómo las habían materializado. Pero una unión entre ella y un roto de la clase baja, del peonaje, eso era imperdonable. Así que si se daba, todos esos nudos se desatarían y tendría que vivir una vida en una nueva estancia, alejada de todos quienes le conocen. No iba a serle fácil la solución, pero había que tomarla ya que no había regreso con Fernando.

Asistieron a todas las fiestas realizadas en el salón principal de la nave, en más de una ocasión su amiga salió del brazo de algún elegante pasajero. Estela bailó, disfrutó cada día y noche, más nunca llegó a aceptar algún requiebro amoroso.

El veintiocho de junio encontró a Estela y Marienchu cerca de Europa a una semana de llegar a Inglaterra. A bordo supieron del asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, crimen que vendría a ser utilizado como pretexto para iniciar la primera guerra mundial. La noticia no fue asimilada por ambas mujeres, pero, que al final haría que Estela regresara a Chile antes de lo previsto.

El encuentro con su hija fue emocionante, Estela se instaló en la casa del joven matrimonio que ya había resuelto no regresar a América a no ser por visitas temporales, supo la madre que será abuela en siete meses. La relación entre ambas mujeres nunca había sido fluida. Fernanda siempre se había visto más retratada en el padre que en su madre, la distancia producida desde el casamiento, había creado nuevos puentes casi imposibles de cruzar. Amor de hija y madre había, pero los caracteres tan diferentes hacía muy mala la comunicación.

Luego de Instalarse y ubicarse en la ciudad, Estela se comunicó con sus abogados y pidió una reunión, en la que luego de conocer el estado de sus inversiones, ordenó que se vendiese todas las acciones que poseía en la Compañía de Nitratos, el dinero de la venta debía ser depositado en un banco de Santiago a nombre de una Sociedad Anónima de la cual era dueña, sabía que la ley en Chile no le permitía muchas cosas por ser casada. Estela había logrado crear las condiciones para administrar sus propios recursos, tenía un grupo de personas que le acompañaban con todas los cuidados necesarios para no levantar sospechas.

El clima en Europa se enrareció, las potencias imperialistas deseaban un nuevo reparto del mundo y el cuatro de Agosto despertó Londres con la declaración de guerra con Alemania. Acontecimiento que hizo que Estela regrese a Chile. No sólo era la vida de Estela la que cambiaría sino la de medio mundo y en particular del desierto chileno, que a pesar a estar a miles de kilómetros del teatro de guerra estaba en el centro del conflicto.
Los primeros meses fueron de bonanza para Fernando, la guerra exigía cada día mayores cantidades de salitre, las fábricas de pólvora tragaban y tragaban salitre tal como el caminan te del desierto traga el agua de los oasis.

Vino la elección y Alamiro fue elegido regidor. Conservadores, liberales, radicales y demócratas a pesar de robar todos los votos que pudieron, no lograron arrebatar el triunfo del joven candidato. La tarde del domingo del triunfo levantaron en andas a su regidor y recorrieron la Oficina, se concentraron en la plaza, desde el kiosco habló Alamiro, llamó a la unidad del proletariado para seguir en la senda que les llevaría al triunfo sobre la clase explotadora. Habló en contra de la Guerra que sólo llevaría desgracias a los obreros de los países en guerra. Habló de eliminar la ignorancia, de asegurar que sería un fiel representante de los explotados de la pampa. Elías había estado todo el día en la Oficina, era el apoderado principal de la candidatura. Este también habló de la importancia del triunfo y de que habría que estar atentos ya que aún tratarían de robarles la votación.
Esa noche nadie durmió en la Oficina, en la madrugada los del primer turno partieron trasnochados a sus faenas, había que extraer una buena cuota de caliche.

Fernando Gómez a las siete de la mañana mandó a buscar a Alamiro, en la oficina le saludó, le estrechó la mano y felicitó, al parecer honestamente, aun cuando sacaba cuentas de cómo obtener provecho del nuevo regidor, su principal enemigo.

—Alamiro, deseo felicitarle por su éxito.
—Gracias Don Fernando, hemos triunfado a pesar de los votos que nos robaron que de no ser por ello, estaría felicitándome como alcalde.
—Eso de que tratarían de robarles usted lo sabía desde antes, desde siempre.
—Cierto y ahora debemos estar en los colegios de escrutinios, pero, no podrán sacarnos del municipio y usted me verá como regidor y obrero, señor.
—Por ello no le eché de la Oficina, le daré los permisos necesarios para que esté en ambas partes tal como me lo dijo. Yo no te quiero en la Oficina, te quiero lo más lejos posible.
—Le agradezco señor.
—Alamiro, una vez le dije que yo les conocía a ustedes más de lo que creen. Mira Alamiro, te voy a hacer un regalo, no creas que es para comprarte ni nada que se parezca, es para que estudies la teoría que tienen los socialistas. La última vez que estuve en Londres encontré algunos libros en español, la verdad prefiero leer en la fuente, te voy a regalar este libro, es pequeño, de fácil lectura. Es el Manifiesto de los Comunistas de Marx, entenderás mejor lo que sucede en el mundo. Es cierto lo que dicen, claro yo estoy en contra, pero es cierto.

—He oído a mis dirigentes hablar de este libro, le leeré y conversaré con usted, imagino que ya usted no enviará otro sicario a que me dé el bajo.
—Nunca he hecho algo así, y espero que a nadie le ocurra lo que a Ramiro, ¿le recuerda?
—Ah, ese, se fue de acá, se escapó de usted dijeron.
—Con usted no me equivoco. Alamiro.
—Yo tampoco con usted, señor.
—Bueno quería felicitarle, nada más. ¡Tómese el día!
—Gracias, señor, pero quiero pedirle algo, que no es mucho para usted.
—Usted y sus peticiones. ¿Qué ahora?
—Qué el próximo año envíe a Juancito y a otros cinco muchachos al liceo de Iquique a que estudien, yo le daré los nombres, si fuese posible estudiar minas mejor, Don Fernando.
—Jaja, Usted Alamiro, ¿por qué nunca pide nada para usted?, le daría lo que sea, sólo para entregarle algo y triunfar sobre usted.
—Para mí, nada señor, sé que si mejoran mis compañeros, yo mejoro con ellos. ¿Enviará a los niños estudiar con beca suya?
—¿Puedo pensarlo?
—Hasta luego Don Fernando, leeré este manifiesto y le traigo los nombres de los niños.

Curiche
Agosto 18, 2007

Texto agregado el 19-08-2007, y leído por 262 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
22-08-2007 Valentina, amiga, no te preocupes, forma parte de los cobardes que no son capaces de dar la cara o colocar su nombre para intentar crear conflictos entre quienes mantenemos una gran amistad, quizá sean parte de algúna corporación de autistas que desean el mndo sea unitario, de uno solo y para uno solo. Si diesen la cara entonces sería como para discutir, pero,así solo son basofia ellos curiche_en_versos
21-08-2007 Curi, hermano amigo, "en la pequeña iglesia de mi corazón" nacen mil coros... ¡¡No tengo palabras!! Sólo gratitud... Gratitud grande y buena...***** vacarey
20-08-2007 Interesante trama, bien contada. sereira
19-08-2007 Sigue cada vez más interesante. Tus textos tardan en llegar.++++++ tequendama
19-08-2007 Curiche, suscribiendo lo que dice SorGalim, le dejo 5 estrellas***** Catacumba
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