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Inicio / Cuenteros Locales / curiche / Con tu puedo...Cap 60. Inicio de clases

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El segundo Lunes sonó la campana

Julita, ¿cómo está usted? En Iquique me dijeron que conversara con usted.
—Sí Niño, llegó un telegrama, estamos felices, ya todos lo saben, y también que serás nuestro candidato en las elecciones municipales próximas.
—Eso no lo sé aún, debo conversarlo con Marianita. Primero el casamiento, luego veremos, mañana voy a conversar con el patrón.
—Alamiro, debes saber que Mariana es parte de nuestra organización. El sábado próximo después del ensayo del teatro, nos juntaremos para saludar tu ingreso.

La vida en el desierto toma su curso normal, cada día que pasa hace que la guatita de Mariana crezca. Las mujeres conocedoras de la vida, cursan opiniones del sexo del ser que se gesta, que si la embarazada camina de tal forma, que si la panza es más o menos ancha, será hombre o mujer según hayan sido los propios embarazos.

La plaza ha cobrado vida, verdean los pimientos, sus hojas suenan con el viento de las tardes, algunos han florecido y muestran sus esferas primeros verdes que irán enrojeciendo día a día. La escuela también toma forma, dos salas se construyen. Alamiro, José Manuel, Tito y Francisco son los que trabajan para dejarla terminada antes del inicio del año escolar. Han insistido para que Fernando Gómez oficie a la Intendencia y esta entregue los dos maestros que se requieren, pero, los obreros a través de la Mancomunal, también han enviado cartas al gobierno provincial para asegurar la enseñanza de los niños.

El nuevo jardín que Doña Estela ha hecho construir también toma forma. Ella se ve alegre, controla personalmente la construcción de la escuela, hay mañanas en las que llega a conversar con los obreros y estos huelen un aroma especial, una fragancia dulce. Son mañanas en las que Tito se pierde para regresar luego de largos minutos u horas, tiempo en el cual ambos seres se profesan un amor clandestino que se afianza de manera peligrosa –según piensa Ernesto- Sus compañeros de labores, simplemente ven que Tito es el regalón de la patrona, ninguno sospecha de lo que ocurre.

A pesar de los juramentos, Mireya no regresó a la Oficina, ha enviado cartas a Ernesto pidiéndole que se vaya con ella a la localidad de Matilla en donde su padre tiene una pequeña parcela, pero, Ernesto no desea dedicarse a la agricultura.

—Don Fernando.
—¿Qué deseas Alamiro?
—La escuela está lista, usted ya sabe que me caso el tercer sábado de febrero, el cura vendrá para la ceremonia, van a venir mis amigos de otras oficinas, además algunos desde Ovalle, deseo me autorice a usar la sala de teatro.
—No hay problema hombre, Pueden usar la sala, y además he resuelto hacerte un regalo.
—Le agradezco, Don Fernando, pero nada cambiará mí conducta.
—Me sorprendería si hubiese un cambio, te voy a conceder unas vacaciones como regalo para que vayan a Ovalle, te entregaré pasajes de ida y vuelta y te pagaré el salario de los quince días en dinero, por anticipado.
—Me sorprende, señor, gracias. Pero, además hay otra cosa.
—A ver cuénteme, no me venga con peticiones para la gente, que ya me salió caro la huelga.
—No señor, es anticiparle algo, este año hay elecciones municipales.
—Sí, en unos meses, y espero vote por mi candidato.
—No señor, le voy a pedir que usted vote por mí.
—¡Cómo!
—Sí, señor, soy uno de los candidatos del partido obrero, puede echarme del trabajo en cuanto nos inscribamos, lo entenderé, no sé si la gente también, sepa que una vez elegido –si es que lo soy- seguiré trabajando como en la oficina.
—¿Puedo pensarlo? Meditaré lo que haré con usted, me parece que si lo eligen, cosa que dudo, será un bueno para la comuna.

Estela escucha la conversación desde detrás de la puerta, sonríe, verá como le ayuda al joven Alamiro, a quien ha llegado a conocer en las conversaciones matinales.

—¿Qué te sucede, Nano, veo que le has regalado vacaciones a Alamiro?
—Qué tengan una buena luna de miel.
—¿Será que quieres que se quede en el sur?
—Claro, mujer, en quince días su padre puede convencerlo que se quede allá al cuidado de las cabras.
—Tenía razón Viera, cuando te dijo, que no iba a estar mucho tiempo acá, con lo que hizo es muy posible lo tengamos como Alcalde. Cometerías un error si lo expulsas.
—Pienso como tú, me puede ser de utilidad tenerlo en la municipalidad, sin gastar plata en comprar votos, de los otros, de esos que les doy dinero, son mercenarios, nunca sé hasta donde llegaré con ellos. Con Alamiro sé lo que puedo o no puedo.

Mañana iré a Iquique, voy a visitar algunas tiendas y le compraré un regalo a esa pareja de jóvenes que se casan.

—Ernesto, ¿me puede acompañar por favor?
—Sí, señora Estela.
—Tito, deseo pedirte un favor.
—Ya sabe, que puede.
—Mira, primero deseo que no me trates de usted cuando estamos solos, segundo, iré a Iquique y como sé que no me acompañarás, miraré algunas cosas que deseo regalar a tu compañero Alamiro. Así que necesitaría que después vayas tú y traigas esas cosas y las entregues a los jóvenes, ¿puedes?
—Puedo hacer eso, pero, ¿A qué iría contigo a Iquique? Sería lo mismo que acá, verte en un rincón de esta Oficina, me he enamorado, y sé que mañana me dolerá como patada de mula, tú te irás y yo me quedaré acá.
—Tito, yo te comprendo y por ello no insisto en que me acompañes, es cierto que me iré en un par de meses, pero, una cosa, estoy como tú, enamorada, no pienses es sólo una locura de mujer rica. No sé que voy ha hacer después, de verdad que no lo sé. Te quiero invitar a que me acompañes en el viaje a Europa.
—Estela, ¿qué haría allá, si no tengo ni un solo y maldito peso?
—No lo necesitas.
—Estela, mira, tú irás a ver a Fernanda en Londres. Es esa una ciudad inmensa y con un idioma tan diferente, incluso si aceptara ir, allá en Inglaterra yo estaría solo; no amor, ve sola y el futuro, se lo dejaré al tiempo.

La cabeza de Tito gira y gira, el sin sentido se ha apropiado de sus certezas, esa mujer llegó a su vida para quedarse por siempre, sabe que no hay caso de futuro común, al menos así lo piensa.

El sábado de fin de carnaval, la Oficina se llenó de gente llegada desde los confines del desierto. Se colgaron guirnaldas de papel en las callejas. Un par de lienzos colgados a la entrada de la oficina desea felicidad eterna a Alamiro y Mariana. La sala se adornó y se construyó una larga mesa, otras mesas hubo en diferentes puntos del campamento, la comida no faltó, menos aún el vino. Quienes llegaron de otros lares, traían su comida y alegría. Sonaron los bronces, zampoñas, quenas, cajas y bombos de los grupos de baile del altiplano. El colorido de los vestidos de las mujeres que danzaban hacían opacar el sol. Fernando Gómez, realizó un viaje a Iquique para no estar en la Oficina, al parecer entendía que era mejor estar lejos de la alegría ya que habían pasado sobre él para conseguirla.

A medio día, arribó en el tren Ernesto en el mismo vagón en el que viajaban, Luis Emilio y Elías, Sergio y Aguirre, bajó detrasito del señor cura, subió al carro de carga y fue descargando varios bultos, estos fueron subidos a los hombros de aquellos hombres entrañables para Alamiro, el che Luciano, Inti y Gustavo, todos caminaron con la carga hasta la casa de Alamiro y Mariana, allí esperaban Julita, Clotilde y Lastenia. De los bultos surgieron una cama matrimonial y una cuna para la criatura, a quien preguntó, Ernesto dijo que como Mireya no había regresado más, él había usado sus ahorros en su compañero. Alamiro sabía que era el regalo de la patrona, le agradeció a través de Ernesto ya que conocía que había una diferencia inmensa en el pensar de la mujer y Gómez, de otra manera hubiese devuelto los regalos.

Durante la fiesta los habitantes de la Oficina y los asistentes supieron que Alamiro era el principal candidato del partido obrero en las elecciones municipales que se efectuarían en ocho meses más, eso incrementó la alegría ya que todos consideraban al Joven dirigente como un fiel representante de sus aspiraciones.
La fiesta duró hasta el domingo, la mayoría de los que llegaron desde otros lugares deberían trabajar al día siguiente, poco a poco la Oficina fue desocupándose para regresar a la realidad diaria. Muchos compromisos se hicieron entre los mineros de las oficinas aledañas para votar por su candidato y también para defender cada uno de los votos.

El martes, día en que pasaba el Longino, Alamiro y Mariana ya casados, lo abordaron para visitar en Ovalle a los padres de Alamiro y luego a la familia de Mariana. Iban a ser dos semanas hermosas, en donde ambos jóvenes recuperarían su vínculo con la parte de sus raíces que habían quedado en el sur.
Cuando regresaron a la Oficina, lo hicieron con el espíritu alegre. La casa la encontraron limpia y adornada. Comenzarían su vida en común llena de planes y sueños.

Una mañana de Enero, Francisco pidió a su niña Alicia que se vistiese linda ya que deseaba que fuese con Tito a entregar una cosita a la señora Estela. Francisco, de las plantas de los cajones cortó un pimentón rojo, tres grandes tomates y un crisantemo blanco y se los entregó a Alicia.

—Mi niña, mi hermano la acompañará a las casas de la administración.
—¿Le puedo decir tío Tito?
—Sí, mi amor, sí. Le entrega estas cosas a la señora Estela y le dice que son las primeras que cosechamos usted y yo, que son de la tierra que ella nos regaló.
—¿Ella no tiene cosas para hacer almuerzo?
—No mi niña, ella me dijo que de las primeras le mandase una.
—Ah, ya.

A las nueve de la mañana, Francisco llegó a donde terminaban de construir la escuelita, iba con Alicia de la mano.

—Hermano.
—¿Qué quieres Pancho? Miren si viene a vernos una hermosa niña, ¿cómo está, señorita Alicia?
—Tito, deseo que acompañes a mi niña a entregarle estas cosas a la señora Estela, mire usted que cuando me dio la tierra, me dijo que lo primero que cosechase se lo enviase a ella y como usted es el que habla con ella, entonces se lo pido.
—Tío Tito, acompáñeme por favor, que yo no la conozco a esa señora. ¡Ya!
—Pero, al tiro. A mi sobrina más hermosa no puedo decirle que no.

Y la niña, tomó a Ernesto de la mano y se adentraron en las casas, allí, Tito tocó la puerta del servicio y solicitó a Lucía le dijese a la señora Estela que necesitaba hablar con ella.

—Señora Estela, ella es mi sobrina Alicia, es hija de la compañera de mi hermano y le trae algo.
—Señorita Alicia, pero si usted es muy linda ¿Qué me trae usted?
—Mi, mi...padrino Francisco me dijo que le entregue esto, que son de las plantas de los cajones.

—Señora, cuando Francisco le pidió la tierra usted le dijo que lo primero que coseche se lo mande.
—¡Verdad, que dije eso! –una amplia sonrisa sale de los ojos de Estela– pero era una broma.
—Pero, no le han enviado este crisantemo de broma, ni el pimentón ni los tomates, no debería regresárselos con la niña.
—¡No, por Dios! Eso jamás, ¿puedo darle un beso en su mejilla, señorita Alicia?
—¡Sí!

Estela se hincó para dar un beso en la mejilla de la niña y entró pidiéndoles a ambos visitantes la esperen un rato. Luego salió con un par de frutas que regaló a la niña, junto con agradecerle, Tito y Alicia se retiraron, Ernesto la fue a dejar hasta su casa y volvió sobre sus pasos.

El segundo Lunes de marzo a las ocho de la mañana, un sonido nuevo se escuchó en las calles del campamento, era el sonido de una campana. Una joven de no más de dieciocho años la hacía sonar, primero el badajo dio tres golpes y luego otra serie de cinco. Era la campana de la Escuela la que sonaba llamando a los niños por primera vez.

Debajo del alero y a la sombra, un maestro vestido de terno negro y corbata, estaba serio, a su lado la joven que hizo sonar la campana. A un costado de los profesores estaban Alamiro, Tito, Francisco y José Manuel, los obreros que habían colocado su trabajo para tener lista las dos salas. En el otro lado de los profesores estaba la señora Estela y Arsenio, ella estaba porque quería y porque alguna vez su marido había dicho que la hija sería la madrina.
Adelante, los niños, esperaban serios y con ojos de susto por lo nuevo, susto por lo que llegaba.

—¡Buenos días niños!
—¡Buenos días profesor! –fue la respuesta de los alumnos nuevos-

Separaron a los niños y niñas en dos grupos. Frente a un grupo se paró la maestra y en el otro el profesor y los hicieron entrar a las salas.

Cuando ingresaron, al cruzar el dintel de la puerta, cada niña, cada niño fue dejando la gran mochila que cargaban sobre sus espaldas, era la mochila de la ignorancia, las cambiaron por lo nuevo. Al entrar en sus salas sintieron el aroma dulce de las letras, el sabor de los números que alguna vez les harían doler la cabeza. Sobre sus pupitres les esperaban cuadernos y lápices que se los regalaron a nombre de la madrina, al abrir sus cuadernos, las hojas parecieron alas de blancas palomas que elevaban su vuelo por el conocimiento. Pronto cabalgarían sobre Rocinante, conocerían los consejos terrenales de Sancho, serían valientes como Dartagnán o justiciero como Jean Valjean. Se confesarían con los verbos, escribirían versos de amor y también de lucha y justicia.
Era para esos niños el inicio de un camino sin vuelta, ya no serían lo mismo nunca más, era –como recordaba Alamiro a Juancito cuando dijo, que él había ganado más que todos en la huelga, porque había aprendido a leer y escribir-
La esperanza se materializaba en saber, en conocimientos.

Curiche
Agosto 13, 2007

Texto agregado el 13-08-2007, y leído por 342 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
16-08-2007 Según iba leyendo los últimos capítulos pendientes, me decía: este Curiche es un escritor, porque la escritura no es otra cosa que dibujar palabras que dejen huellas del paso por la vida de los hombres. La escritura es un testimonio más, como si fuese una partida de nacimiento completa, pero al leer el último párrafo de este capítulo, me ha emocionado tanto tu alma, que toda tu novela bien vale una sola frase: "cada niño fue dejando la gran mochila que cargaban sobre sus espaldas, era la mochila de la ignorancia" ¡Cuánto pesa en la vida de un hombre la ignorancia! Pesa tanto, Hombre Grande, como la injusticia. Recibe toda mi admiración, compañero. maravillas
15-08-2007 Es un capítulo hermoso, lleno de esperanza en el futuro, Curi. La vida en el vientre de la Mariana, los brotes en los arbolitos nuevos, la confianza naciente de Alicia, el sincero cariño entre el Tito y la Estela, los niños y sus libros con alas de paloma, la candidatura de este hombre nuevo que sabe de las necesidades de su gente y será su representante "de a de veras"... Este cpítulo es un evangelio de amor. Me quedo como hipnotizasa con la imagen de los niños abriendo esos libros y la constatación del hablante: "ya no serían lo mismo nunca más"... ¿Cómo integrar en nuestras escuelas, en todas las escuelas del campo, del desierto y la montaña, el conocimiento que ellos ya tienen, el que ha permitido a sus antepasados apropiarse y fundirse con la tierra por generaciones, en este desierto, el más árido del mundo, cómo integrar ese conocimiento ancestral con esos saberes nuevos, globales? ¿Cómo tejerles puentes para expresar su ser en el itinerario del conocimiento del "otro" mundo, y no sólo puentes de olvidos de lo propio? ¿Cómo se entreveran con fecundidad y respeto lo nuevo y lo antiguo? ¿lo nuestro y lo ajeno? Ya nos hemos hecho estas preguntas en el "Ojo en tinta" tantas veces, ¿Cómo empoderar lo que son y darles alas para mostrarlo a los demás? Cada capítulo de "Con tu puedo..." pone los pies en el pasado para lanzarnos a la reflexión del presente... Hoy esas salitreras han desaparecido casi por completo... en el abrir de esos libros, de algún modo, se selló la muerte de un mundo... no pudieron nada contra el desarrollo del salitre sintético, como en Lota, nada han podido contra la lógica de "demasiada inversión para tan poca renta"... ¿Cómo logramos, Curi, que cada niño poblador que entre en las escuelas al abrir esos libros ponga a volar las palomas blancas de su identidad sin perderlas entre las otras palomitas globales? Te agradezco tanto escribidor de esperanzas en vuelo y realidad... Tanto. ***** vacarey
14-08-2007 Este capitulo se presenta con un manojo de bellas ilusiones: el bebé, el matrimonio y las elecciones municipales. Una barriga que crece como crece el amor y la esperanza, siempre da lugar a las opiniones y puntos de vista, porque el pueblo siempre desea mostrar y vencer en sus dotes de sabiduría y conocimiento empírico. La capacidad que posee Curiche para expresar de manera simbólica acontecimientos y situaciones es un valioso rasgo en su capacidad narrativa: El reverdecer y florecimiento de los pimientos parece ir acorde con la evolución cultural, que se presenta con la escuela como toda una promesa exitosa. Igualmente esto marcha acorde al jardín y el enamoramiento de Estela con Ernesto Nunca habrá verdadero afecto en el ser de Don Fernando, solamente conveniencia y estrategia, pero Alamiro en su humildad ha demostrado ser más estratega y no desaprovecha ocasiones ni beneficios. La doble vida de una mujer como Estela, es parte de la descomposición social que muchas veces llega a aceptarse “con naturalidad”, no sería extraño que eso sucediera, si se diera el caso de viajar o escapar juntos. Alamiro y Mariana se merecían un bonito matrimonio y así fue. Los pimientos cosecharon, pero la campana de la escuela anuncia la planificación de una mejor cosecha. Muy linda y significativa esta entrega de Juan Manuel.***** SorGalim_Plus
14-08-2007 Es un capítulo de verdades, sentimientos, superaciones y esperanzas***** Catacumba
 
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