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Inicio / Cuenteros Locales / cheyin / Aquel instante mágico de Rosa, mis sueños y el mar

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Sería la primera vez que lo vería, pero en ese instante mágico ella, cuyos alegres labios responderían en mi mente al nombre de Rosa, se enamoró perdidamente del mar, al punto de darle eso que sólo su dios y ella alguna vez verían, su amor. Debe ser la mujer normal más hermosa que alguna vez pensó venir por estos rumbos, comentaba un mercader de muy poca monta del lugar, mientras las olas aún cortejaban sus inconscientes espasmos de emoción por tal cuadro frente a sus ojos. No lo podría negar, era hermosa aquella que con semblante triste y sin querer habría de acercarse a nuestro ambiente, esa cuna de marihuaneros y ebrios -de vez en cuando alguna puta- ese día, mágico instante a las dos y trece de un pe eme, de un indecente verano...
Sus ojos, soñadores y despistados tenían más de allá que otras cosas que alguna vez por errore vinieron y esas gotas de sudor que lentamente deslizaban por sus mejillas adolescentes y ruborizadas por ese tan de moda global warming deshacían con clase lo que nos quedó de cordura, en fin...
No faltaron quienes boquiabiertos adoraron sus firmes, largas y bronceadas piernas que coronadas se veían por unos perfectamente constituidos glúteos simples, como amor de ayer, como vino de despedida, como la novia del mar, por un instante o quizá dos..
Sus pechos eran hermosos, pequeños, bien formados, y mi mente presumía delirando por sus auras más marinas, más de nada... Sus labios no notarían a ese grupo considerable de seres reunidos en torno a su esencia, admirándola algunos, envidiándola algunas, curiosos todos por igual, pero ella lo ignoraba.
La brisa y su pelo eran toda una orgía de placeres tácitos en las pupilas desesperadas de los hasta ese momento diecisiete hombres que alcancé a contar, y ella inocente como flor enamorada, como ella, como flor...
Su mente que guardaba más secretos que filias soñó con entregarse a su amante heme aquí, te he esperado... y él como si nada sólo rozaba sus tobillos cansados de buscarle tanto, qué momento perfecto. Se entendían, ambos silentes mientras la gente se agrupaba a discutir sobre alguna vida que le inventaran, y ella, enamorada, el agua hasta las rodillas y éramos cuarenta y siete...
Y lo decidió, ella y su flor en ese instante maldito se darían por completo, morirían de amor.
Lentamente y con gracia tomó ambos extremos de sus pantalones verde limón mientras algunos de placer nos embriagamos deseándole hasta el alma mientras dejaba al descubierto el misterio de su nombre, la esencia de su flor, su inocencia, esa Rosa y no la de los vientos precisamente. Solemne levantó una sucia blusa y sus pechos que brillaron bajo el ardiente verano no escapaban de innecesarias erecciones, pensamientos de recámara y alguno que otro idiota quye soñó con escribirle, como yo, y ya éramos sesenta y tres y tremendo espectáculo.
Y se fue, sola y hacia el horizonte, caminó y nadie a pararla se atrevió, y ella, desnuda e inocente con él se marchó para no volver jamás. Volverá, saldrá, decían unos y otros bromeaban en su nombre, aquel que todos inventaron a su gusto, aquel que yo arbitrariamente a mi Rosa, la marina, le asginé.
Mucho se habló y nadie hasta el atardecer se movió del lugar hasta que cada uno gradualmente encontró algo -entre comillas- mejor qye hacer, excepto yo, el menor de los espectadores que con siete años y tres meses mal cumplidos tuve que pelear con lo poco que mi mente aún sabía describir para algún dia poderle dar este merecido homenaje.
Y un día de ahí me fui llevándome conmigo unos gramos insignificantes de ropa, dinero que no alcanza para comprar ni medio sueño y mi rosa del mar, mi afrodita acuática, mi desnuda favorita, mi droga en ausencia, mi adicción en altamar...

***

Años después me encuentro acá, en el preciso lugar donde ella alguna vez se enamoró, dodne mi amor juré por primera vez, aquí con el agua hasta los tobillos, vencido, curioso, enamorado y desnudo, decidido a seguir a mi musa y estar juntos bajo la luna con el aroma de las olas como amantes que rompen el horizonte oceánico, solos el mar, yo... y mi novia del océno, mi rosa favorita, la que no cortaré, aquella rosa de mar...

...y desnudo hacia adentro caminé hasta encontrarle, hasta verle, hasta morir de amor...

Texto agregado el 23-07-2007, y leído por 101 visitantes. (0 votos)


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