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Cuando puse el anuncio estaba desesperado, necesitaba una persona para compartir el piso, de lo contrario no podría afrontar el pago del alquiler. Por eso me dio igual cuando apareció Pólux, un tipo realmente raro. Tenía aspecto enclenque y carácter apocado, así que pensé que al menos no tendría problemas con él, pero si mirabas con atención tras el reflejo de sus gafas redondas podías ver un brillo retorcido en su mirada.

Pólux pasaba el día solo en su habitación, a penas tenía relación con él excepto en los escasos momentos en que coincidíamos al levantarnos por la mañana, mientras me tomaba mi taza de leche antes de ir a la facultad. Ni siquiera le veía para comer: se iba a la cocina, cogía algo del frigorífico y volvía a su habitación.

Un día llegué más temprano, el profesor no se había presentado en la última clase, y me encontré con mi tercer compañero de piso.
Una jaula de esas con una pequeña noria decoraba la mesa del salón. Me acerqué y, efectivamente, un ratoncillo blanco corría frenético, haciendo girar la rueda.

-“Perdona, enseguida lo quito de ahí”-
Era Pólux, ni siquiera me enteré de que estaba detrás de mí, ese chaval me daba escalofríos.
-“No te preocupes, no me molesta, me gustan los animales. Es un ratón muy gracioso”- Le contesté.
-“No es un ratón, es un hamster”-

Y con esto cogió la jaula y se perdió tras la puerta de su habitación.

Al día siguiente encontré la jaula en la terraza, el “hamster” de Pólux ya no corría en la rueda, se limitaba a permanecer tirado de medio lado, lamiéndose una pata. Entonces escuché el sonido familiar de la puerta de aquella habitación siniestra, volvía a por su mascota.

-“¿Cómo se llama?”- Se me ocurrió preguntarle.
-“Hámster”- respondió sin mirarme, y se fue con su ratón.

Cada mañana el pobre bicho amanecía en la terraza, al parecer hacía ruido y no le dejaba dormir por la noche, y cada día lo observaba un rato antes de que Pólux apareciera para llevárselo de nuevo.
Nunca más lo vi corretear, el animal siempre parecía herido, de hecho a medida que los meses transcurrían iba empeorando. Tenía calvas en el pelaje y casi podía verle las pequeñas costillas a través de él. Los ojillos rojos comenzaron a volverse grises, y siempre llevaba alguna costra de sangre reseca.

Llegó una mañana en la que realmente me jodió lo que le pasaba al ratón, le faltaban las patas de atrás, llevaba los muñoncitos pulcramente vendados, y las yagas y ampollas que cubrían su cuerpecillo parecían producidas por quemaduras de cigarro. Era insoportable pensar que alguien dañaría así a un pobre bicho indefenso, era retorcido y asqueroso. En cuanto lo vi salir de la habitación con su ritual mañanero dejé mi taza y me levanté.

-“A tí qué te pasa, ¿tu has visto como está el ratón?”
-“Hamster”
-“¡Lo-que-sea! Oye, mira no se de qué coño vas, pero no me gusta esto”
-“Es solo un experimento, es un trabajo de investigación”

Ya estaba mirando al suelo, como un niño al que hubieran regañado, pero en esa postura nunca le veía la boca, y siempre me parecía que sonreía en secreto.

-“Mira, no me parece bien, ya sé que no soy quién para echarte un sermón, pero yo creo que ya ha sufrido bastante, ¿por qué no lo dejas ya?”
-“Tienes razón, es hora de terminar la investigación, no te preocupes, no volverás a ver al hamster”

Casi me sentí firmando la condena a muerte del bicho, al menos así dejaría de sufrir.

A la mañana siguiente encontré la jaula vacía en el salón, olía a orín y tenía sangre reseca desparramada por todas partes, como si allí dentro hubieran representado “La Matanza de Texas” en miniatura.

Cuando escuché la puerta abriéndose un escalofrío me recorrió la espalda, me miró tras el espejo de sus gafas mientras se subía la cremallera del pantalón y me dijo:

-“Ayer terminé mi trabajo. No te preocupes, mañana me llevaré la jaula, perdona por la molestia”- y desapareció por el pasillo, rumbo a sus clases.

Aquella noche dormí con la puerta bien cerrada, eché el cerrojo y la atasqué con la silla. Ahora sí que me encontraba a disgusto con Pólux, y no era solo una sensación de repelús…

De hecho, esa noche la tengo clavada en la memoria:

Me desperté en medio de la oscuridad, del cuarto de Pólux venía una cacofonía de alaridos y chillidos agudos, pensé que en el dormitorio contiguo se estaba llevando a cabo la más salvaje de las torturas.
Me levanté muy despacio y desatranqué la puerta. Muerto de miedo, empuñé el flexo de mi escritorio a modo de arma contundente, y salí al pasillo sin encender una sola luz. Mi respiración forzada no se oía con el jaleo de los gritos y busqué a tientas el pomo de la puerta de Pólux, mientras enarbolaba mi lamparilla con la otra mano, dispuesto a lo que fuese. Nunca lo pensé en aquel momento, pero la escena resultaba bastante ridícula, y por supuesto no me encontraba tan preparado como yo creía para lo que descubrí al girar el picaporte: estaba cerrada a cal y canto.

Con cara de idiota, encendí la luz del pasillo, y la bombilla estalló con un fogonazo, el momento más oportuno para fundirse. Busqué a tientas el enchufe de al lado, apretando los ojos como si aquel gesto fuese a atenuar el sonido de los berridos que se escapan de la habitación.
Por fin, con las manos sudorosas, palpé los agujeros paralelos en la pared y enchufé mi lámpara. De nuevo la alcé para alumbrarme y asesté unas buenas patadas contra la puerta, que cedió al segundo intento.

De la oscuridad surgió una voz con toda la potencia de una garganta humana trabajando por encima de su rendimiento máximo, lo único que vi fueron dos diminutas esferas de fuego encarnado, enfocándome desde las tinieblas. Con un giro de muñeca, apunté la bombilla del flexo hacia el interior de la habitación y descubrí una escena que a día de hoy aún sigo intentando olvidar:

“Hamster” devoraba las orejas de Pólux mientras me miraba fijamente con sus ojillos rojos. Los esfuerzos de mi compañero por quitarse el siniestro roedor de encima eran en vano, pues al parecer ya le había comido los dedos, y de todos modos, empujar al bicho tenía el mismo efecto que meter la mano en una nube de vapor. Pólux se retorcía sobre su cama, jadeaba y chillaba amortajado por las sábanas teñidas de sangre, al parecer el bicho ya se había zampado unas buenas tajadas, pero su voracidad no remitía.

Bajé mi “arma-linterna” cuando vi al ratón demoníaco descendiendo por la cara sin gafas de Pólux para abrirle la garganta de una dentellada y colarse dentro de su cuello, como si el torrente que manaba de la herida no pudiese tocarlo.

Desenchufé la lámpara y cerré la puerta, volví a mi habitación arrastrando los pies a oscuras. Me eché sobre mi cama y dormí, estaba claro que aquello era imposible, solo una pesadilla.

A la mañana siguiente no encontré a Pólux saliendo por su puerta, como de costumbre. Preocupado, me acerqué y llamé al dormitorio, nadie contestó. Abrí con cuidado, asomándome por una rendija, todo lo que vi fue el colchón desnudo de la cama y la alcoba perfectamente ordenada.

Nunca más volví a verle, mi compañero pareció esfumarse del planeta. Incluso la policía me interrogó. Claro que no les conté nada de lo que “soñé” aquella noche, eso no tenía ningún sentido, pero noté que eran buenos observadores, porque en una de las muchas visitas que me hicieron en el piso a lo largo de la investigación, un agente me preguntó:

-¿Por qué tienes esa jaula para hamster vacía?, Me he fijado en que siempre tiene puesta agua y comida.

-Es la costumbre, es que hace poco se me murió el pobre animal.

Lo cierto es que algunos días, cuando me levanto y voy al salón a tomar mi tazón de leche, no hay pipas en el comedero, y el agua del bebedero ha desaparecido. Entonces le echo comida y agua a la jaula vacía, no vaya a ser que “Hamster” pase hambre…

Texto agregado el 12-07-2007, y leído por 268 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
30-10-2007 Probablemente no fue la intención, pero no pude evitar relacionar este texto con la película de Hitchcock "Los Pájaros". Si en 1963 se te hubiese ocurrido escribir este cuento (y quizás nacer, por lo que veo en tu Bio) Seguro A. H. habría dejado a un lado a Maurier para basar la película en tu relato... "Los Hamsters" Ja! Gran título también. En fin... El punto aquí es que me gustó bastante leerte, ya que manejas una arbitrariedad de acontecimientos total; tomando al ratón (perdón, hamster) como la caracterización primordial de los miedos, el caos y los desastres de los seres humanos. No en vano creaste un ambiente Hitchcockniano en donde no aparece la palabra FIN, seguramente con toda malsana intención de seguir recreando historias en base a estos temas jajajaja. Todas las estrellas que este tacaño programa tiene, para usted (yo le regalo las del cielo) mon_reloaded
20-10-2007 Jajajaja. Bah, el final divertidísimo y en general ágil y con todos esos guiños y escenas, encantador. carlosbloom
07-08-2007 muy bueno, lo disfrute bastante... plapla
01-08-2007 Buen cuento, el narrador parece reirse de la experiencia. Me gustó. gamalielvega
25-07-2007 Interesante el manejo del suspenso y la intriga. Vas conduciendo al lector por donde quieres y lo haces pasar entre misterios y violencia. Cada palabara està colocada en su lugar para lograr tu objetivo y eso como lector lo agradecemos. Me ha gustado mucho. Saludo. Jazzista
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