Esta groovy sensación de marginalidad provoca, frotes de cabeza, espaldarazos en la espalda, capítulos de autoayuda. Añora mamar senos, leche tibia, sábanas limpias, camas sin arrugas.
Comer sin sol, desolado, como con luna, alunado, perroso en fin, perruno, apulgado, aburguesado, gandul, acuoso por las lágrimas, lacuosa la cara, henchida la bemba, tupida la barba, redonda la panza. Y culposo.
Y revulso. Todo por lo desinhibida que puede ser la engrupida de tu ex, que ya es esposa, que lucha por ser doblemente ex, y no te deja noche, y no te deja ser. Ser sin duelo vaquero, sin arreo de brida, sin sofreno el cabestro, viene asesinando entrepiernas.

No sopla viento por el plomo mayor del barco ballenero, ante el gelatinoso encuentro con tu mujer, la Ctulthu, el monstruo mefítico de los pueblos germanos, cuando te somete brutal contra el somier.
Si eso tuviera nombre se llamaría Ñuca Llacta y a eso de tu cuerpo se le llamaría Deslave o daría vergüenza llamarla de alguna forma. Da remilgo contar la razón de la dolencia lumbar en la sesión con el traumatólogo. Vale para siquiatra, para pedagogos. Y sobretodo, para edulcorados amantes que preparan matrimonios. Si algo le queda a esa masacre al orgullo sería ir pasear al malecón, hablar del clima. Chotacabras del tipo, cholerías bisontes del tiempo de la caña o de la pera, de cuando te decían cuñado por la solterona de tu hermana de cuarenta: la esférica, la domo de planetario, la que habla mal de tu bolsillo con esa que vive contigo y te bolsiquea.

Desteta y desmadra el tiempo, los pezones son una metáfora de los años cuando se caen y se enhiestan. Recuerdo, sí, alguna vez, haciéndote el símbolo internacional del sexo, Tú me decías “bueeno…” Sí. Hace algún pleistoceno, algún primigenio, hace algún arcano tiempo. Y de cómo ahora por toda respuesta me haces del dedo, Y eso no es amar, eso es no ser.

Tú eras mi patria, eras eso.

Y sin embargo Redundo en esto del amor profundo para variar, para no ser monotemático, canceroso o minimalista, por rodear tu espejo quevedesco, peninsular. Miro a tu rostro atrasado de hoy, soñando ayer, atrapado en la constancia de mí, en el error y en la porfía de existir, marcando derecho. Compongo fondista algunos finales heroicos, pedestales de oro que esplenden ante la inminente llegada de nosotros. Quisiera no poder traicionarme, cuando llegue el cielo violeta, el final del cielo, ese piso naranja donde brilla Júpiter perfecto. Y clavo mi mirada en el suelo por no saber, siento que ese trasegar entrampa otro padecer, luego de que todos los finales se consumen ¿qué será de esta angustia placentera de no saber qué será de mí mañana? Así sea balandra, la mala caña de padecer la incertidumbre, esa urdimbre rencorosa del que puede empezar y no se decide, entraña menos que el cuento finalista que por connivencia y por conveniencia se le ensucia, acusándole de ser Feliz.
Cuento ardid del que eres autora y presunta víctima. Mi futura “dos veces ex” Mi paradoja, mi sentencia torva, mi juez cadí.

Christian Cruzatti