TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / curiche / Con tu puedo...Cap 49. Un día más sin militares

[C:296107]

Un día más sin militares

—Don Fernando.
—¡Dígame!
—Vino Alfredo, dice que en su oficina hay una persona de Antofagasta que verlo.
—Gracias.

La visita que esperaba, que haya venido acá es lo mejor, dejaré listo todo para que pueda trabajar con su gente. – Fernando recorre su casa, camina por los pasillos de madera. Brillan como un espejo, piso de madera noble del sur de Chile. Toda su casa es de madera nativa, de grandes ventanales que por un lado dan a los cerros y al otro lado al mar. Mansión con un amplio alero para el sol en el lado que da a la calle. Metido en su casa piensa, camina como animal de zoológico, busca soluciones y solo encuentra dos, los militares y el hombre de Antofagasta. La negociación con los huelguistas no la ve ni remotamente.

En la oficina debe estar Viera, tengo que acabar luego con la huelga, terminarla a como de lugar. La crisis es demasiado grande. Tres semanas de trabajo y recobro lo que piden, no son buenas tus cuentas Alamiro, menos de tres semanas para recuperar, claro lo calculó en base a la producción, no tomó en cuenta lo que gano en la pulpería y por cambio de fichas.
Iré a ver a la oficina me coloco de acuerdo con el antofagastino, luego hablo con Viera y de ahí veré a Emilia.


Al entrar en la oficina que la compañía posee en el puerto, Fernando se encuentra con un hombre que le espera.

—¿Cómo está Don Fernando? acá estoy.
—Mejor que haya venido acá, no es bueno para nadie que le vean en la Oficina. ¿Cómo está la comunicación con sus hombres?
—La comunicación es buena, están nerviosos, quieren acabar para regresar a Antofa.
—Hay que hacer eso antes de que lleguen los milicos, o después que se retiren. Subirán en dos o tres días, no sería bueno ocurra durante la presencia de los militares.
—El problema es como salen de allá.
—Eso no es problema, a partir del día que yo suba y hasta que se cumpla con el trabajo estará el automotor preparado para salir en un par de minutos.
—La mía, es gente buena, no es primera vez que me hacen un trabajo de esta magnitud y siempre ha sido bueno el resultado.
—¿Necesita dinero?
—Sí, necesitamos tener una goleta en Tocopilla para ir al sur.
—Bien, me dice cuanto y mañana en la mañana pase por acá que el contador le tendrá lo que requiere.
—Hasta pronto, Don Fernando
—Hasta la vista.

Mañana por la tarde regresaré a casa, de seguro Estela debe estar molesta. Debí haberla traído, pero la Emilia me llama con fuerza, son ya tantos años que compartimos, desde que llegamos acá. Estela tiene tanto prejuicio religioso que hace poco agradable el matrimonio. Emilia es más libre de esa religiosidad y eso la hace ser mejor en la cama.
Ahora iré a ver a Viera.


—Fernando, que bueno que llegas, ya te iba a mandar buscar.
—¿Cuéntame, que ocurre?
—Dos cosas, en tres días subirá un par de compañías, unos ciento cincuenta soldados. No ha sido fácil lograrlo.
—Entonces mañana me iré a la Oficina.
—Vamos a subir juntos, Fernando, desde Londres exigen se resuelva luego, se va a generar algo malo si no llega salitre. Quieren que yo me involucre en alguna negociación con los obreros. ¿Hasta cuando puedes entregarles?
—Nada de plata, no estoy dispuesto a entregar un peso de reajuste.
—En caso de que los milicos disparen o metan preso a los mineros. ¿Cuántos días tardarás en colocar todo en funcionamiento?
—Con los actuales obreros, un día, si hay que contratar otros, una semana al menos.
—Por lo tanto, la primera opción es la mejor, allá veremos. Fernando, tengo plenos poderes de parte de los socios mayoritarios, quieren se resuelva en breve la huelga.
—¿Qué implica eso?
—Nada, sólo que tengo derecho a voto en la solución.
—Subimos juntos entonces, mañana a las doce nos vamos.

Mañana llegará Nano y querrá que yo me vaya a Iquique. ¡No me iré, me quedaré acá! Quiero saber en que va a acabar la huelga y también como se aclaran mis confusiones y si tengo fuerzas para cumplir con mis sueños. Anoche pensaba en este hombre y mis locos sueños y solicitaba el perdón de parte de Dios. Pero, si no he pecado de hecho, ¿de qué arrepentirme? ¡Oh Dios mío! ¿Por qué arrepentirme antes de tiempo? ¿Por soñar?
Hoy estuvo más tiempo a mi lado, lo del jardín es tan sólo un mal argumento de mí parte, no he sido elocuente con él, no he dado muestras de mis locuras a nadie.
Mis abogados, dicen que con la huelga han bajado un par de puntos las acciones en la Bolsa, así que recomiendan no venda nada antes de que acabe la paralización. Esperaré. Iré a Iquique, veré en las navieras si hay algún viaje a Europa u otro lugar del mundo. Creo que me embarcaré.


En la Oficina, a medida que se acerca la llegada de los militares, crece la tensión. Los mineros esperan el arribo del Administrador, se supone que alguna conversación se realizará. La posibilidad de una matanza es cierta, no sería la primera vez y menos la última en que se derrame sangre obrera en la pampa. Lo único que no han dejado de hacer los huelguistas es regar las plantas y árboles de la plaza. Cada mañana y atardecer muchos van a mirar si ha roto el primer brote en los árboles. Alamiro está en cada lugar, nada se escapa a su mirada, ni la plaza ni la olla común, pela papas y corta verduras. Conversa con los niños, se entretiene contándoles historias de aquellas que ha oído en el sur, en aquellas charlas con los compañeros de pirquén en las largas esperas en los cerros cordilleranos. Los pequeños le siguen a todos lados, los niños imitan su caminar, las niñas pequeñas sueñan con un beso en sus mejillas. Mucho tiempo lo dedica a conversar con cada uno de los compañeros que llega a la sala. A los más antiguos, pregunta por la huelga grande, a los más jóvenes aclara dudas y, a pesar de las dudas que él mismo tiene y que le corroen el alma, a cada uno, a cada ser, entrega la más grande muestra de optimismo. Sabe que ya han ganado la pelea.

Estoy con atraso –medita Mariana- desde que me llegó por primera vez la regla siempre ha sido puntual. ¿Será que estoy embarazada? Veré al practicante y le preguntaré. ¿Le digo hoy u otro día a Alamiro? ¿Se alegrará o se hará el tonto?

—Ernesto ¿cómo está hoy?
—Bien misia Estela. ¿Qué haremos hoy?
—Quiero hacer tantas cosas, pero, una a una.
—Hoy se ve diferente misia, parece ser el pelo, ¿se lo amarró?.
—Sí, se dio cuenta que me hice una cola. ¿Cómo está su mujer?
—Ella se fue hace un par de días, cuando supo que llegarán los milicos. Esos que ustedes traen para que nos maten.
—Usted debe extrañarla, hace tanto frío en las mañanas. Pero, yo no soy parte de lo que hace mi marido.
—Usted debe extrañar a Don Fernando.
—Hum, - Estela trata de decir algo, más, se arrepiente antes de decir la primera palabra- pero, veamos qué hacemos hoy. Despeje el lugar en donde construiremos el jardín. Hoy llega Fernando y mañana los militares, Fernando viene con el abogado, parece que en Inglaterra quieres acaben luego con la huelga, tienen un contrato muy importante. Hay que entregar mucho salitre y con la huelga no han embarcado nada. Si se pierde el contrato vamos a perder mucha plata y hasta puede quebrar la Oficina. Nano, pidió que llamen a los delegados para cuando llegue.
—Gracias misia
—¿Qué edad tienes Ernesto?
—Treinta y nueve, misia.
—Tres menos que yo –Dice la doña en voz baja-
—¿Cómo dice, señora?
—Nada, Tito ¿Puedo decirle Tito?
—Sí, así me llaman todos.
—Voy a ir a ordenar el almuerzo, mientras usted limpia este lugar.
—¿Puedo ir a mi casa, señora Estela?
—Sí, pero regrese pronto, por favor.

¿Qué diferencia hay entre estos hombres y los que yo conozco?, ¿Entre éste y mi marido?Plata y educación, otras diferencias no veo. Tito, no has ido a tu casa, vas donde tus compañeros a informarles lo que te he dicho, ojalá le aproveche lo que te he contado. Por eso vienes, por eso te dan permiso. Te ayudaré en lo que pueda, para mí será como cobrarme una deuda grande de Fernando.
¿Qué haré, mi Dios, quiero quemarme en este pecado? La mama Rosalba se me aparece, me sonríe, como si supiese en lo que estoy metida, me decía que me casara con quien yo amara y no por conveniencia, que no fuese monja como quería mi abuela. La sabiduría no tiene que ver con la riqueza, mi mama siendo tan pobre era tan sabia.


—Alamiro.
—Marianita ¿Ocurre algo?
—¿Me acompañas para que hablemos?
—Al tiro.

Caminaron tomados de la mano, se sentaron al alero del kiosko en la plaza, se miraron y dieron un corto beso.

—¿Qué ocurre, amor?
—Alamiro, ¿cómo te lo digo?
—De una sola vez amor, de una sola vez.
—Bueno, es mejor. Alamiro, debía enfermarme hace ya una semana, no me ha llegado la regla, creo que vas a ser padre.
—¡Qué! ¿Estás segura Marianita?
—Amor, son pocos días, pero, siempre ha sido exacta en llegar.

Alamiro, miró a su novia, se levantó del asiento, le tendió la mano y la izó, en los ojos del hombre había una extraña mezcla, de amor, incredulidad, sorpresa y miedo, todo revuelto en un solo sentir.
Miró a los ojos de la muchacha y la abrazó, su rostro cambió, regresó a su niñez y también a la madurez de los días que le han tocado vivir en las últimas semanas.
Con un apretado abrazo cubrió a su Mariana, y juntos giraron y giraron en un baile feliz. Miró a su muchacha, besos sus ojos, sus mejillas y sus labios.

—Gracias Mariana, cuando quieras conversamos con los papás. Me haces feliz, el más feliz de los hombres. Ahora estoy más seguro de que ganaremos esta pelea, amor.
—Alamiro, gracias, sabía que no me abandonarías, pero, esperaremos un poco hasta estar seguros de que es eso, a lo mejor es un simple atraso.
—Bueno, ¿no será mejor que usted viaje a Iquique hasta que termine la huelga?
—Alamiro, no estoy enferma y si estoy encintya, nosotros tres correremos la misma suerte del resto, no me pidas que me vaya a ninguna parte, acá estaré contigo y mis padres. Todos juntos.

Abrazados y alegres ambos jóvenes caminaron hasta la sala de reuniones. A quien preguntó, Alamiro dijo que estaba muy enamorado.

El silbido de la locomotora sonó fuerte y ronco, ese silbo hizo saltar a cada uno de los mineros, a cada mujer, a todo el mundo le cambió el rostro. Los delegados se llamaron a reunión ya que saben que Gómez les llamará, saben que será la reunión que se realizará antes de la llegada de los milicos. Sí es poco lo que ofrezcan, aún con la amenaza de los fusiles, seguirán en pie de lucha.
Del único vagón descendió Fernando y otro hombre desconocido por la mayoría los mineros, el abogado. Algunos le vieron en los días de la matanza de la Escuela, era de los abogados de las empresas salitreras.

—Viera.
—¿Dime?
—Nos refrescamos un poco, comemos algo, recibimos las noticias y luego nos reunimos con estos maricones.
—Bien.

Los huelguistas, se sorprendieron ver llegar a ambos hombres y sin tropa, aquella con la que se les ha amenazado.

No me apuraré mucho en limpiar este sitio –Piensa Ernesto, mientras espera a Doña Estela- si lo hago, bien pudiese decirme la doña que me vaya hasta mañana. Llegó su marido así que el miedo se le debe haber pasado. De alguna manera me perderé de aquellas cosas que ella me cuenta ¿Por qué lo hace, si sabe que yo llevaré eso a la huelga? Debe haber algo que esconde. Se nota que es religiosa, así que puede ser una especie de arrepentimiento. También puede haber animo de venganza, o sea que el caballero debe haberle jugado alguna fea. Es alta, es linda, es joven, hasta he soñado con ella, pero, dice el refrán Agua que no has de beber, que se la tome Don Fernando

Curiche
Junio 14, 2007

Texto agregado el 14-06-2007, y leído por 244 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
27-06-2007 Jajaja, me hizo reir esa última frase. Ya se va viendo el desenlace..no nos dejaras sin escena de amor eh?. Sigo si por el siguiente. Un beso de una jaenera. currilla
20-06-2007 "Un día más sin milicos", sin mercenarios, es algo así como alcanzar el paraíso, ensanchando el camino a la esperanza. No son solamente sentimientos los que escriben capítulo a capítulo, son valores humanos ¿Lo entenderán algún día, Curiche? maravillas
19-06-2007 lLa noticia de Mariana trae nuevas fueras y esperanzas a Alamiro, que me imagino va a irradiar hacia todos los huelguistas. Ernesto se revela muy perpicaz, se da perfectamente cuenta de lo que esta inquietando a Estela, que parece bien decidida a seguir adelante en su decisión de ayudar a los huelguistas y dejar a su marido. La tension sigue subiendo, y nosotros esperando. loretopaz
17-06-2007 Muy buena.... te felcito..... Gracias por todo..... sigue que mi admiración crece. Un abrazo enorme. Francisca Sofía amal
17-06-2007 Ya sabes cómo me tiene agarrada esta historia. Es como si ya no fuera tuya, como si hubiera adquirido vida propia, independiente de su autor. Emergencia de la vida, pura emergencia. ***** vacarey
Ver todos los comentarios...
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]