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Amanece y anochece una vida
sin excusas, sin permisos.

La masa es una sola y se mueve como una sola,
flexible, y según su propia conveniencia.
El sigilo no es su estilo, porque esta en juego su honra.
El gentío se avalanza destructor;
avalancha de brazos justicieros,
clamando sangre, clamando entierro.

De las sombras,
una figura diminuta,
tan delicada como una flor diente de león,
sufre su agresión,
sufre su opresión.
El amor es apedreado y olvidado su dolor.
El amor es olvidado y se lo cambia por honor.
Dime hermano, en tu honor
¿de dónde viene esa tu fuerza?
¿cuántas piedras has de usar?
¿Es que acaso, en tu fragor, te has olvidado de tu Señor?

Es tu honor,
es tu justicia,
tu religión, credo, raza e inmundicia.
Y dándote la espalda te alejas ganador,
sabiéndote no sólo un triunfador
sino también un justo ajusticiador.

Y en occidente, nos olvidamos nuestra inocencia.

Al caer la noche has caído, hermosa
solitaria, abandonada y pecadora.
Los que te protejían te han matado, pequeña
de tu amor te han despojado, hermosa
y este llanto que hoy me nace
crece y se hace mar en bramas
si tu presencia,
sin tu pureza,
sin tu amor.



Dedicado a Du'a Aswad, una mujer inocente cuyo único pecado fue el haber amado demasiado. Una mujer, como muchas otras, que tuvo que cargar la piedra femenina de su naturaleza en un mundo plagado de insensatos hombres hechos a los justos. La estupidez del género masculino, superada por el tamaño de su ego embrutecido cuando el egoísmo y su cretinismo han logrado fusionarse para engendrar su mal llamado honor, son la peor de las catástrofes que debemos afrontar. En mi posición, me disculpo con todas ustedes.

Texto agregado el 11-06-2007, y leído por 148 visitantes. (1 voto)


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